Si ayer fue el día de las multitudes, hoy es la jornada de las ausencias: no hay público, no hay charangas, no hay bullicio, no hay ambiente. Ni siquiera están presentes los equipos. Solo aguanta un par de ingenieros de guardia por casa. Hoy toca recibir la visita del jurado –poca broma–, pasar pruebas, responder preguntas, convencer a los escépticos.
Hoy todo se valora, se mide, se monitoriza. Hoy solo se habla de magnitudes y de parámetros: cuánto consume el frigorífico, cuánto disipa la lavadora, cuánto malgasta el congelador, cuánto derrocha el lavavajillas… Los equipos siguen con interés el minuto a minuto de la electricidad que genera y que ahorra cada vivienda. Se lamentan por cada pico y se alborotan con cada valle. Con la tensión propia de un Djokovic-Nadal en cuartos de Roland Garros.
También se evalúa la calidad de aire –cuantificada en exhalaciones de CO2–, la iluminación –natural y artificial– y la temperatura de confort. Y ahí se nota que el equipo valenciano ha hecho los deberes. Su original sistema Caloret funciona. Consigue succionar el aire de forma pasiva, lo hace circular por el volumen dispuesto en el tejado, intercambia calor y frío, lo pasa por unos filtros y lo devuelve a la vivienda, limpio y atemperado.
Se da la circunstancia de que Wuppertal atesora una auténtica primavera, un Sturm und Drang de manual, una de esas estaciones cambiantes que ya no se recuerdan en València, con tórridos rayos de sol, súbitas ráfagas de viento, impetuosas trombas de lluvia, nubarrones que oscurecen las calles y, de nuevo, vuelta al sol abrasador. Y, contra todo pronóstico, esta hiperactividad meteorológica es la aliada perfecta para Azalea.
Gracias a esta verborrea climática, el equipo valenciano puede demostrar cuán sólido y estable es su proyecto y cómo la vivienda se mantiene ajena, inmutable a todas las inclemencias. Azalea es pasiva, es hermética, es regular, es plana, es uniforme. Y todo eso son muy buenas noticias. Nunca estos calificativos insignificantes fueron tan sobresalientes.
Pero, en el Solar Decathlon Europe, como en la vida, encontrar el zen es extremadamente costoso. Supone un gran esfuerzo ser climáticamente neutro. A cada paso surgen problemas, inconvenientes y complicaciones para los que, en ocasiones, un estudiante universitario no tiene respuestas.
El equipo de la UPV llegó hace apenas un mes y, en ese tiempo, ha edificado una vivienda de dos alturas. De cero a cien en cuatro semanas. Lista para entrar a vivir. Llave en mano. Lo han construido todo artesanalmente, sin la ayuda de instaladores o de profesionales. A fuerza de horas, coraje, perseverancia y falta de sueño.
Lo cuenta con milenario cansancio José Antonio Gil, alumno del Grado en Ingeniería de la Energía y uno de los responsables de HVAC (heating, ventilating and air conditioner; calefacción, ventilación y aire acondicionado) de Azalea. Desde sus casi dos metros de altura, José exhala profundamente: “solo tengo 20 años”. Como dijo Dory en Buscando a Nemo, “sigue nadando”. Con cada combate te haces más fuerte.
Día a día, iremos contando los progresos de Azalea UPV en Wuppertal y su gran aventura alemana. No te pierdas www.upv.es del 18 al 25 de junio, los canales sociales del equipo (Tiktok, Twitter, Facebook, Instagram y LinkedIn) y nuestros canales en Twitter, Telegram, Instagram y Facebook.
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