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El Hynes Convention Center tiene una fachada moderna que esconde un interior vetusto, con enormes salones de corte industrial, techos altos, luces blancas de quirófano y suelos de cemento. Pero a los equipos de iGEM les da igual que los espacios sean tétricos o coquetones, que los expositores luzcan mohosos o impolutos, y que las sayas de las mesas recuerden el refajo de la abuela. Ellos han venido a hablar de biología sintética y se les ve felices en su salsa disfrutando desde el minuto cero.

Y es que compensa mucho alternar con cientos de estudiantes que han padecido los mismos tropiezos, compartir historias del verano pasado en el laboratorio, maldecir una decisión desafortunada que ha supuesto largas horas de vanos esfuerzos, reírse de los despropósitos inofensivos y las pequeñas extravagancias. Es un momento balsámico, que tiene mucho de desagravio y de terapia de grupo.

Egresados de la UPV en otros proyectos

Y también sirve para encontrarse sorpresas. Como las de Esteban Salvemini o Antonio Martínez, titulados de la Universitat Politècnica de València, que militan ahora en las filas de otras grandes universidades. Esteban, ingeniero industrial por la UPV y más tarde máster por la TU de Delf, es instructor a día de hoy del equipo de la Universidad de Nueva York en Abu Dhabi. Y Antonio, biotecnólogo, abandera a los estudiantes de la ETH de Zurich, uno de los aspirantes más potentes.

También asombra conocer las condiciones de cada equipo y, especialmente, sus presupuestos. Y entonces sí queda patente la diferencia brutal de fondos destinados a cada proyecto. En 1977, Woody Allen rodó la mítica Annie Hall con 4 millones de dólares. 20 años más tarde, James Cameron necesitó algo más de 300 millones para terminar Titanic. Ambas ganaron el óscar a Mejor Película, pero en nada más son comparables. Tampoco lo son las facilidades, los patrocinios, las partidas o los apoyos institucionales de cada equipo. Y la abundancia de, por ejemplo, los proyectos del norte de Europa contrasta con la calamitosa escasez de recursos de la Europa mediterránea.

Un diseño minimalista que destaca

La jornada de hoy ha dado para muchas conversaciones cruzadas en los pasillos, a pie de expositores o en la zona de refrigerios. También el tenderete de la UPV ha recibido numerosas visitas. El diseño minimalista y funcional de la máquina Printeria ha atraído muchas miradas. Ha sorprendido por la estética de tonos neutros, su acabado lustroso, profesional, su devoción por la eficiencia.

Gracias a eso, los miembros del equipo iGEM UPV no han cesado de explicar los cuantiosos detalles de su proyecto. Ha habido preguntas de todo tipo: sobre los procesos biológicos, los modelados matemáticos, el ensamblaje del artefacto, la circuitería eléctrica... Los alumnos de la UPV venían perfectamente preparados, y hasta resabiados, tras pasar varios meses haciendo acopio de experiencias en lo que iGEM llama Human Practices, y que no es más que contar el proyecto a expertos y profanos de la biología sintética e incorporar sugerencias y mejoras.

A pesar de todo lo que se han explayado en el día de hoy en Boston y en las jornadas previas en Valencia, aun les ha pillado de improviso la pregunta que les ha planteado una alumna llegada casi la hora del cierre. Con cara de preocupación y ademanes urgentes, la chica ha disparado a bocajarro. "¿Hay algún informático en el proyecto? Perfecto. A ver si puedes ayudarme con el móvil, que no para de reiniciarse."

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