El estudio, desarrollado por la Universitat Politècnica de València, el Servicio de Daño Cerebral de los Hospitales NISA y la Universidad CEU Cardenal Herrera, abre una nueva vía para entender la evolución clínica y neurológica de pacientes que han sufrido un traumatismo craneoencefálico. La clave reside en la correlación y las diferencias metabólicas existentes entre el tálamo y las estructuras corticales de estos pacientes. El estudio ha sido publicado en la revista Journal of Neurotrauma.
Se trata de un paso más para comprender los mecanismos del funcionamiento en red de nuestro cerebro. En el estudio se ha evaluado qué redes se ponen en marcha y cuáles no en unos pacientes enfermos respecto a otros, y las repercusiones que esto conlleva. Además, se ha estudiado cómo esa conectividad ayuda a que un paciente esté clínicamente mejor o peor.
El estudio se centra en las conexiones tálamo-corticales. Según explican los investigadores, esta conexión suele verse afectada después de un traumatismo craneoencefálico, bien por lesiones focales (sobre la corteza frontal), bien por lesiones difusas que generan la pérdida de la conectividad anatómica córtico-talámica.
Para la realización del estudio, los investigadores trabajaron con cuatro tipos de pacientes: en estado de mínima conciencia y en estado vegetativo; en estado de amnesia postraumática (APT); pacientes que han salido de APT, y un grupo de control formado por pacientes sin patología cerebral.
Se realizaron dos estudios diferentes. En el primero, se cuantificó la diferencia de metabolismo entre grupos, divididos por su estado de conciencia y nivel cognitivo. En el segundo, se comprobó la correlación existente entre los metabolismos del tálamo y de la corteza frontal en cada uno de los grupos.
Una de las principales novedades del estudio, en el que ha participado el Grupo de Informática Biomédica (IBIME-ITACA) de la UPV que dirige Montserrat Robles, es la utilización del análisis basado en vóxel de imágenes PET de las estructuras cerebrales. Esta técnica permite analizar el metabolismo o función de las distintas estructuras, realizando un tratamiento independiente sobre cada vóxel de la imagen del cerebro.
Según señalan los autores, a medida que un paciente se encuentra mejor, sus redes neuronales se vuelven a conectar. El proceso de activación tras un traumatismo craneoencefálico empezaría con el tálamo, la estructura más sensible a sufrir las consecuencias de un TCE. Posteriormente, se activaría la corteza temporal (memoria) y luego en un mismo nivel el precúneo y la corteza frontal.
Los resultados obtenidos contribuyen a facilitar la comprensión de signos clínicos que los médicos observan en su día a día y en el futuro pueden ayudar a buscar herramientas terapéuticas que actúen sobre esas zonas dañadas del cerebro como dianas terapéuticas.
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