El sueño de Angélica Anglés Estellés (Valencia, 1983) es tocar el piano en Marte. No sabe si podrá cumplirlo, pero si algo tiene claro esta titulada por la Universitat Politècnica de València (UPV) y actual colaboradora de la Agencia Espacial Islandesa, la NASA y el Instituto de Exploración Espacial de Macao (China) es que la llegada del ser humano al planeta rojo “ya no es una utopía”.
“Los niños y las niñas que están hoy en día en la escuela primaria van a poder decidir si quieren vivir en Marte o no”, afirma con rotundidad. “Quizá no yo, que posiblemente llegue ya tarde, pero seguro que alguien va a poder tocar el piano en Marte dentro de 30, 40 o 50 años”, prosigue Anglés, licenciada en piano y compositora de piezas musicales con las que acompaña en algunos casos sus conferencias sobre el planeta que ocupa su mente desde que era una niña.
“Siendo muy pequeña, mi abuelo me hablaba siempre de las estrellas y, sobre todo, de Marte. Recuerdo ir a la guardería y pensar, ¿habrá vida en el universo?, ¿y en Marte?, ¿estamos solos en el Sistema Solar? Desde entonces, siempre he ido en esa dirección, y ya como científica, tras estudiar el tema en profundidad, pienso que Marte es realmente el único planeta en el que puede que haya existido vida”, afirma Anglés, que ha regresado recientemente a la UPV para impartir una conferencia en su ex escuela -la Técnica Superior de Ingeniería Geodésica, Cartográfica y Topográfica (ETSIGCT)-, y también, semanas después, como embajadora del Praktikum 2024.
“Mucha gente se sorprende de que estudiase en la ETSICGT para lo que hago, me dicen que no tiene nada que ver con Marte”, comenta Anglés. “En realidad, tiene mucho que ver”, añade, “porque gran parte de mi trabajo es estudiar la superficie marciana con imágenes orbitales, los minerales que hay en la superficie y el subsuelo… y todo eso lo aprendí aquí, en la UPV”.
Anglés, que en su momento tuvo que cambiar España por China “porque, al menos entonces, aquí no había fondos para hacer las expediciones que hago”, habla seis idiomas -domina el inglés y el mandarín, además del castellano y el valenciano, y se defiende en alemán y sueco-, es doble máster en Ciencias Planetarias y Astrofísica tanto por el Imperial College London como por el University College London, máster en Geomática por la Universidad de Karlsruhe (Alemania) y su doctorado, realizado en la Universidad de Hong Kong en el área de Astrobiología y Ciencias Planetarias, trató sobre la posibilidad de vida en Marte y la selección y futuro regreso de muestras marcianas.
Además, Angélica fue parte del grupo que seleccionó en el Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA el lugar de aterrizaje de la sonda Mars 2020, y ha sido recientemente uno de los 5 astronautas análogos de la primera Misión Espacial de Análogos del Reino Unido.
“Como ahora mismo los humanos no podemos ir a Marte, una de las maneras que tenemos de estudiar el planeta y la posible existencia de vida allí es estudiar lugares de la Tierra que se parecen mucho a Marte. Es lo que llamamos análogos de Marte. Son lugares muy extremos, con temperaturas muy frías, como la Antártida, o muy áridos, como el Tíbet, que es el desierto más alto del mundo”, explica la antigua alumna de la UPV, quien ha realizado expediciones en Pilbara (Australia), el lago Ciso (España), los Pirineos franceses, las aguas termales de Rotorua (Nueva Zelanda) y la cuenca de Qaidam (Tíbet), entre otros.
“Lo que hago es ir a estos lugares con mi equipo y recoger todas las muestras que podemos para analizarlas en el laboratorio y ver cómo sobreviven determinados organismos a condiciones tan extremas”, indica.
Sin embargo, aunque los humanos todavía no hemos pisado Marte, sí ha estado allí el rover Perseverance, vehículo robotizado de la NASA integrado en la misión Mars 2020 de exploración del planeta rojo.
“El Perseverance, que es con el que yo he trabajado, es un laboratorio ambulante. Tiene brazos, coge muestras, las analiza y envía los datos aquí a la Tierra. Nunca es lo mismo que un científico analizándolos en el laboratorio, pero es una primera aproximación que ya nos dice cuál es la composición de esa roca, si hay compuestos orgánicos y, a partir de ahí, ya podemos continuar”.
En todo caso, “Perseverance va a tener una segunda parte en la misión y se supone que, en unos 10 años, va a traer unos cuantos tubitos con muestras. Eso va a ser increíble, porque ahí vamos a disponer de las muestras físicas y eso será definitivo para saber si, al menos donde se sitúe el rover, hubo vida en algún momento”.
Anglés, que reconoce que le “encantaría” formar parte de esa segunda parte del proyecto Perseverance, explica que “lo que buscamos, más que vida presente, es vida pasada, biomarcadores, porque hace 3.000 millones de años, Marte fue muy similar a la Tierra. Tenía una atmósfera, agua líquida… todos los ingredientes para la existencia de vida. ¿Qué puede haber vida ahora? Quizás. Dudo que la haya en la superficie, expuesta a condiciones tan extremas, pero podría ser que la hubiera en el subsuelo, las cuevas o en tubos de lava. Eso, hasta que no vayamos a Marte, no lo podremos ver”.
Y ese, aunque conocedora más que nunca de su dificultad, sigue siendo el sueño de esa niña a la que su abuelo le hablaba de pequeña del planeta rojo: poder viajar a él.
A intentar lograrlo dedica su vida… y su sonrisa le delata. En el fondo, se ve consiguiéndolo.
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