Ismael Rafols, investigador del Instituto INGENIO, centro mixto de la Universitat Politècnica de València (UPV) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), es uno de los autores del Manifiesto de Leiden, un documento redactado por cinco expertos en evaluación científica y publicado por la revista Nature que presenta un decálogo de principios para el empleo transparente y eficaz de los indicadores bibliométricos.
Surgido como consecuencia del gran incremento en el uso de los mismos durante los últimos años a la hora de realizar las evaluaciones de la actividad científica, el Manifiesto de Leiden pretende ayudar a resolver los problemas derivados de este significativo aumento.
Y es que, hoy en día, el buen uso de los indicadores bibliométricos es fundamental. No en vano, en España, las oficinas de evaluación han institucionalizado su empleo de manera casi automática, provocando, por ejemplo, que la adjudicación de los sexenios a los científicos dependa de su factor de impacto, afectando en muchos casos de manera negativa a sus investigaciones.
La XIX Conferencia Internacional de Ciencia e Indicadores Tecnológicos, el origen
El decálogo tiene su origen en la XIX Conferencia Internacional de Ciencia e Indicadores Tecnológicos, celebrada el pasado mes de septiembre en la Universidad de Leiden (Países Bajos). En ella, entre otros temas, se valoró la posibilidad de redactar un documento conjunto que recogiese una serie de principios-guía para un uso responsable de los indicadores bibliométricos, voluntad que finalmente ha derivado en el Manifiesto de Leiden.
El decálogo
Este agrupa diez reglas a seguir para un buen uso de los indicadores bibliométricos en la evaluación de la actividad investigadora, que pueden resumirse en:
1.- Los indicadores, como información cuantitativa que son, no pueden sustituir a los criterios de evaluación valorativos de los expertos, sino que deben servirles de ayuda.
2.- La evaluación de la actividad investigadora debe ajustarse a la misión u objetivos de la institución, investigador o grupo que está siendo evaluado.
3.- Deben desarrollarse indicadores que reflejen el impacto de actividades de investigación de ámbito local o regional realizadas en lenguas distintas al inglés.
4.- Los indicadores deben ser simples, respetando la complejidad del ámbito, para facilitar la transparencia de las evaluaciones.
5.- Los evaluados deben poder verificar el análisis de los indicadores y, si no están de acuerdo, pedir una reevaluación.
6.- Deben ser tenidas en cuenta las diferencias en el impacto existente entre los distintos campos de investigación a la hora de elaborar los indicadores.
7.- No pueden usarse indicadores que no tengan en cuenta el contexto del investigador al completo.
8.- Hay que evitar falsas concreciones y precisiones. Por ejemplo, el factor de impacto de revista se publica con tres decimales, pero sólo una tiene sentido.
9.- Debe ser valorado el efecto que provocan algunos indicadores como incentivos que favorecen unas actividades y desfavorecen otras.
10.- Los indicadores deben ser revisados y actualizados de forma continua.
"No estamos contra los indicadores, pero deben utilizarse de modo responsable"
Ismael Rafols explica que "en absoluto estamos contra los indicadores. Son útiles y vistas tanto las dimensiones como la responsabilidad social que tiene la ciencia, son incluso necesarios. Pero una cosa es utilizarlos de modo responsable para comprender y ayudar a pensar en la toma de decisiones, y otra es que sean utilizados de forma automática como máquinas evaluativas".
"En el caso español", concluye Rafols, "la nueva tendencia hacia la máquina evaluativa se asocia con la vieja burocracia y crea un producto tóxico que creemos que aleja la ciencia del tejido económico y social".
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