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Luis Giménez Lorente

Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 12 de diciembre de 2003


Laudatio por el profesor Dr. Manuel Chueca Pazos

Excmo. y Mgfco. Sr. Rector.
Excmas. e Ilmas. Autoridades.
Claustrales de esta Universidad.
Sras. y Sres.

La Universidad Politécnica de Valencia es una Institución joven que empezó su andadura en 1968 como Instituto Politécnico, accedió en 1971 a la categoría de Universidad y a muy alto precio de dedicación y estudio ha conseguido el lugar de prestigio que hoy ocupa entre sus homónimas. Consciente y celosa de ello y de que el grado de Doctor Honoris Causa es el máximo galardón que puede conferir, esperó veinte años hasta decidir en 1988 la primera investidura en la egregia figura del Maestro Joaquín Rodrigo.

La Ingeniería Cartográfica de esta Universidad se ha esforzado en no desdecir del entorno académico nacional e internacional que le rodea y tal vez lo haya logrado. Otros deben juzgarlo si así fuera. En la misma línea descrita ésta es la primera vez que nos hemos atrevido a proponer, y hemos tenido el honor de ser escuchados, la ampliación del brillante y reducido listado que ha seguido al inmortal músico saguntino con un nuevo nombre: Luis Giménez Lorente, alto erudito valenciano de curiosidad renacentista, farmacéutico, cartógrafo, mapista y mecenas.

Su curriculum científico e investigador es tan admirable como amplio.Abarca campos tan dispares como el cultivo hidropónico del azafrán, la Optica Oftálmica, la Audiometría, la Isotopía Radioactiva, que culminó,asociado con el Dr. Severino Pérez Modrego, con la apertura en Valencia del segundo gabinete de España de diagnóstico con radioisótopos Fósforo 32 y Yodo 131 en 1954, y otros muchos saberes más imposibles de desarrollar en este acto sin abusar en exceso de la paciencia de Ustedes. No me detengo pues, y tampoco lo hago en la enumeración de los diversos y relevantes cargos que ha desempeñado en su ejercicio profesional de licenciado en Farmacia. Ni lo haré tampoco en su muy valioso trabajo de investigador en la Historia de la Farmacia, recopilando y estudiando todas la farmacopeas desde que Felipe V ordenó su obligatoriedad en las boticas de España, y localizando en Palma de Mallorca un ejemplar muy deteriorado, que restauró con solicitud y eficiencia, de la rarísima Officina Medicamentorum , farmacopea valenciana de 1601.

Siendo suficiente lo que antecede para hacerle merecedor de cualquier distinción académica, hoy se debe resaltar su medio siglo de descollante dedicación científica e investigadora relacionada con la Ingeniería Cartográfica y sus Ciencias afines.

Fue una feliz circunstancia que en 1956 el Dr. Luis Alemany Vich, importante bibliófilo y compañero de profesión, le regalara su primer mapa, iniciándole en el estudio, investigación y coleccionismo de la Cartografía Histórica. Allí empezó su actividad que ha llegado hasta hoy sin solución de continuidad alcanzando la situación de privilegio que por sus propios méritos y logros nuestro nuevo Doctor ocupa, de tal manera que no es posible abordar un estudio serio de la Cartografía Histórica Valenciana sin consultar y tener muy en cuenta la aportación de su trabajo y, sobre todo, de su colección.

De acuerdo con el Prof. Dr. Alfredo Faus Prieto, el término "Cartografía", y por ende "cartógrafo", es moderno, habiéndose utilizado por primera vez por Manuel Francisco de Barros, Vizconde de Santarem, en 1841. Y en la actualidad se usa con un significado distinto al que él le dio, que se refería exclusivamente al estudio de mapas antiguos como documentos históricos. El sustantivo anterior era "Mapista", de acepción más amplia, que incluía, según Dainville "...al que construye mapas y ocasionalmente los comenta más que aquel que describe la tierra en forma de discurso...".

Siendo una materia opinable, me atrevo a echar mi cuarto a espadas, recordando y viniendo como de molde la opinión que más de una vez oí de labios del Prof. Francisco Vázquez Maure, de imborrable recuerdo para cualquier profesional o estudioso de la Ingeniería Cartográfica y su Historia. Se expresaba, con cierta punta de queja tal vez motivada por alguna ingratitud o incomprensión reciente, todavía no del todo cicatrizada, en términos como: "Es preciso que encontremos un nombre que nos distinga y defina a los que trabajamos con mapas, elaboramos y estudiamos mapas y, con una componente humanística, romántica y altruista que a mi parecer no se encuentra tan extendida en otras profesiones, vivimos en definitiva por y para los mapas". Así se definía y muy acertadamente a sí mismo, por extensión a muchos más y desde luego, a Luis Giménez Lorente. A todos yo les encuadraría en la acepción de mapistas eminentes.

Hay que decir que precisamente ahora es tema de candente actualidad en la convergencia académica con Europa la denominación del título común que albergará nuestra especialidad. En ello juega un papel de liderazgo esta Universidad, elegida oficialmente entre el resto de las españolas. No es ociosa por tanto la reflexión.Y se debe tener presente la difusión en el mundo anglosajon del verbo "to map" y su gerundio con acepción sustantivizada "mapping", y el extendido uso en hispanoamérica de las palabras "mapear" y "mapeo", que de ninguna forma pueden considerarse anglicismos.

Así pues, Luis Giménez Lorente resulta ser un Mapista Valenciano internacionalmente destacado, continuador y estudioso sobre todo del arte y la ciencia de sus homónimos ribereños del Mare Nostrum a todo lo largo del espacio y del tiempo, que empezaron en la "Carta Pisana" del siglo XIII, conservada en la Biblioteca Nacional de París, y continuaron, a veces en verdaderas sagas familiares, focalizados en los puertos más activos del Mediterráneo Occidental, como Génova, Nápoles, Mesina, Marsella, Mallorca, Barcelona y Valencia. Su nombre, en su dedicación a la investigación histórica, sigue dignamente la estela de los Cresques, Vallseca, Tosca, Dulcert, Oliva, Maciá de Viladestes, Rosell, Martines, Teixeira, de eufonía tan familiar, y a los Vesconte, Vespucci, Pizzigano, Beccario, Cantelli, Desceliers, Cossin, Le Vasseur, Guerard , y tantos otros.....

En apretado resumen destaquemos de la amplia producción científica de Luis Giménez Lorente en más de cincuenta años de incesante actividad "La Cartografía Valenciana en los siglos XVI, XVII y XVIII", carpeta y estudio de diez mapas, en 1984. El estudio y Mapa "Li Regne de Valenza e diMurcia", de Giacomo Cantelli (1696), en 1986. Y "Un portulano de 1570", en la revista inglesa de difusión mundial que edita la Internacional Collectors Society". Este fue uno de los resultados de su mayor logro, fruto de años de paciente y concienzudo trabajo de investigación, solo asequible a su alta especialización científica. Por supuesto, se trata del descubrimiento y recuperación para el patrimonio histórico español del "Atlas portulano de Joan Martines de 1570" que ha sido declarado en 2002 Bien de Interés Cultural y recientemente incorporado a los fondos de la Biblioteca Nacional. Tan solo se conservan en España otros dos Atlas de este autor, cartógrafo del rey Felipe II. El primero, fechado en 1577, propiedad de la casa de Alba. El segundo, datado en 1587, en la Biblioteca Nacional. Solamente con ello debe en justicia ser encuadrado en el grupo más selecto de la moderna investigación cartográfica histórica, académica y no académica.

Pero hay más, mucho más. Luis Giménez Lorente es miembro de la "International Map Collectors Society", presidiendo su Symposium Internacional celebrado en 1992 en Madrid. Ha participado activamente en multitud de Congresos y eventos nacionales e internacionales. Y sobre todo, su colección bibliocartocalcográfica, formada por originales, facsímiles y reproducciones, con 22 atlas, 90 mapas-mundi, 170 mapas impresos, 77 cartas náuticas y más de mil grabados, libros y láminas dedicadas a la Cartografía y la Farmacia ha estado presente en todas las Exposiciones especializadas de alguna envergadura celebradas en España en los últimos veinticinco años. Su colección Cartográfica "Valencia", con 33 mapas, ocupa el 60 % del catálogo de la Exposición "Cartografía Valenciana, siglo XVI a XIX", celebrada en 1997 en Valencia, Centro Cultural de la Beneficencia, promovida por la Diputación y posiblemente la más importante hasta la fecha en su denominación, tanto por la calidad de los fondos expuestos como por el número y prestigio de las Entidades Expositoras, oficiales y privadas. Esta colección, como ya antes se avanzó, rigurosamente documentada e informatizada es hoy referente obligado para el estudio de la Cartografía e Historia de Valencia en los siglos XVI, XVII y XVIII.

Imagínese mi satisfacción cuando el Rector Nieto hace unos pocos meses me facilitó contactar con Luis Giménez Lorente, del que por sus obras bien sabía, dándome la oportunidad de conocer al hombre de bien y caballero íntegro con cuya amistad me honro. Sintonizamos enseguida y vean por donde, en un acto de generosidad y mecenazgo impagable, hoy esta joven Universidad se ha hecho cargo de su colección y tengan por seguro que sabrá apreciarla, estudiarla, cuidarla, difundirla y ampliarla tal vez con mayor celo que otras instituciones más antiguas. Y no es presunción vana. Nuestro afán diario se esfuerza para permanecer en la cresta de la ola científica y por ello disponemos o estamos en condiciones de acceder a cualquier referencia tecnológica de vanguardia en Ingeniería Cartográfica, desde las más brillantes y avanzadas, hasta más de una elucubrante pesadilla tecnoinformática. Todo ello es normal y así lo consideramos, pero para nosotros un portulano original, créanme que es casi un objeto de culto.

Franco Cardini, en su excelente obra "Universidades de Europa" (Editorial Anaya .-2000) refiere que en el siglo XI de nuestra Era los libros eran una preciada mercancía. Sólo el pergamino necesario para copiar la "Summa Theologica" de Santo Tomás requería las pieles de 75 ovejas. Un pequeño patrimonio. Y un alto maestro, franciscano y santo de primera magnitud, San Buenaventura de Bagnoregio, pleno de amor y caridad, enseñaba que "en ninguna parte está escrito que en el terreno de la valiosa y fatigosa búsqueda del saber haya que pensar antes en el interésajeno que en el propio". Afortunadamente la propia Iglesia Católica ha sido la primera en desautorizarle con hechos en multitud de ocasiones.En cualquier caso, razones como la aportada conforman la dimensión de generosidad y altruismo contenido en el mecenazgo universitario que no espera en pago de su desprendimiento ni siquiera la general aprobación, sino tan sólo el adelantamiento de la Sociedad por medio de los estudiosos que vengan después. Desde la primera Universidad Europea fundada según tradición en Bolonia en 1088 hasta nuestros días, el mecenazgo en todas sus manifestaciones ha sido motor primero de la fundación y progreso de las Universidades y merece el más alto reconocimiento. Luis Jiménez Lorente es hoy un brillante ejemplo que se añade a la muy valiosa, altruista y honrada secuencia que le antecede.

El pastor John Harvard, defensor de la libertad y de pensar y creer libremente, que por ello había sufrido persecución y exilio en su Inglaterra natal, al morir en Boston en 1638 legó una cantidad en metálico y su librería de 300 volúmenes para la creación de una institución educacional en Newtown, hoy Cambridge, (Massachusetts.-USA). La Universidad de Harvard ha evolucionado hasta disponer actualmente de la mejor biblioteca universitaria existente y una de las mejores del mundo, con más de 8 millones de volúmenes y fichas. John Harvard seguro que hoy está contento. Por supuesto que su legado fue a todas luces inferior al de Luis Jiménez Lorente. Pongamos nuestra esperanza más firme en que sea correspondido como lo fue John Harvard.

Esta Universidad Politécnica comprendió hace ya tiempo que la técnica sola, la especialización desnuda y fría, puede llegar a encerrar en cifras la realidad física y explotar sus consecuencias, pero eso no es suficiente. Porello, en elogiable política promovida y fuertemente apoyada y fomentada por el Rectorado, se suceden las iniciativas humanísticas que enriquecen nuestra Alma Mater y permiten que el pensamiento científico trascienda más allá de su aplicación material que a veces, tal vez con poca fortuna, se llama práctica. Así, como ya he explicado en mi cátedra en numerosas ocasiones, una vez más y ahora gracias a la Colección Giménez Lorente nuestros futuros titulados aprenderán que un vértice geodésico no se define solamente por las cifras de su georreferenciación, la geometría de su recinto de incertidumbre polidimensional, y sus parámetros estadístico-probabilisticos de precisión. Porque no es lo mismo que esté situado en la olvidada cumbre de un monte sin topónimo que en la azotea del Micalet. Y esta enseñanza hay que entenderla, valorarla, y me atrevo a decir que amarla. Y así el ingeniero mapista, ¡ya tenemos un posible nombre europeo! no correrá el riesgo ante el que prevengo de irse convirtiendo poco a poco en una semoviente integral múltiple de conocimientos complejos, con todos los límites cifrables.

Desde que la razón humana creó el tiempo y tuvo conciencia del entorno en que habitaba y se desarrollaba, se empeñó con ahínco en representarlo y entenderlo. Así es de antigua nuestra vocación.

Cuando los griegos veinticuatro siglos atrás estructuraron y dieron nombre, en la forma que hoy conocemos, a la geometría, ciencia de medir la Tierra, eran unos recién llegados frente a los mapistas Egipcios y Babilónicos. Existen registros de demostraciones babilonias (recuerdo una hermosísima del que después se llamó Teorema de Pitágoras) geometrográficamente perfectas. Y en geometría, el adjetivo "perfecto" significa exactamente lo que quiere decir, sin sentido peyorativo alguno. En el Museo Semítico de la Universidad de Harvard, ¡ una vez más, qué afortunados! Se conserva trazado sobre una tableta de arcilla el Mapa de Ga-Sur, cerca de Yorgan Tepe, 300 Km. al N. de Babilonia, datado en el año 3800 a.d.C. Era el mapa más antiguo del mundo hasta que en 1962 el arqueólogo Bohuslav Klima descubrió en Pavlov, Moravia, una defensa de mamut en la que están grabados con claridad los meandros del curso del río local Dyle y las colinas que bordean su cauce. Según el profesor Klima, aquel desconocido mapista vivió hace 27.000 años.

¿Alguna otra profesión puede aventajarnos en Tradición e Historia?. Pues ello nos impone el deber fundamental de avanzar también en el estudio e investigación de la Cartografía Histórica. Y convencer a quien corresponda de que debe arbitrar los medios para ello, y nosotros solicitarlos "oportune et importune", porque como decía Aristóteles, el pobre tiene la obligación de pedir.

Y el mapista seguirá trabajando y ofreciendo a la Sociedad el fruto de su aplicación. Cada vez con mayor precisión. Cada vez abarcando escenarios más y más vastos. Comprendiendo como cualquier científico de cualquier dedicación que el jardín en que se desarrolla su peripecia es infinito, e infinitas son las flores que contiene. Y que sin embargo, sólo una flor desconocida confiere la inmortalidad. Para acercarse a ella ¿Qué puede hacer el humano en el perpetuo esfuerzo de respuesta a la incitación y reto fáustico?. Tan sólo describir, representar, dibujar el jardín. No existe alternativa

Sin embargo, tal vez los Mapistas hemos avanzado algo más en el camino del Conocimiento que otros colegas en otros afanes. Nosotros pensamos que esa flor escondida y perfecta en su eterna hermosura bien puede ser una rosa. La Rosa de los Vientos de nuestras Cartas Náuticas y nuestros Portulanos. Y por ello, como el viejo soldado de la balada nórdica, sabemos que el Mapista veterano no muere jamás. Tan sólo, cuando el buen Dios le avisa de que su misión es cumplida y el premio a su bien obrar dispuesto, y que la continuidad de su trabajo está asegurada y será aventajado por el relevo de buenos y nobles discípulos, se aleja en paz, sigiloso y discreto, hasta confundirse lentamente con la bruma lejana, arrumbando en su prometida esperanza con acierto y firme pulso hacia su eterna ventura.

Tengo por verdad incontestable que nuestra joven Universidad y sus jóvenes mapistas siempre respetarán y aprovecharán bien los saberes añejos y se aplicarán con celo y buen hacer dentro de la vieja Tradición de la Cartografía Mediterránea. Y renovarán prestigios y alcanzarán logro tras logro.

Hago mis más fervientes votos para que durante muchos, muchos años este Claustro tenga el orgullo y el privilegio de contar con la magistratura del Doctor Giménez Lorente, científico de curiosidad renacentista y cartógrafo y mapista valenciano insigne. Bienvenido seas, colega y amigo, al Supremo Grado de Doctor Honoris Causa por nuestra Universidad Politécnica de Valencia.

Manuel Chueca Pazos

Valencia, Agosto-2003


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