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José Antonio Marina Torres

Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 26 de junio de 2003.


Discurso

DISCURSO DEL EXCMO.
SR. D. JOSÉ ANTONIO MARINA
Excmo Sr. Rector Magnífico,
Excmas. e Ilmas Autoridades,
Sres. Claustrales,
Sras. y Sres.

Agradezco profundamente el honor que me dispensa la Universidad Politécnica de Valencia, honor que, por supuesto, atribuyo a su generosidad más que a mis méritos. Hay en esta concesión dos aspectos añadidos que me gustaría destacar porque creo que definen bien el ambiente intelectual de esta Universidad. En primer lugar, concede un doctorado "Honoris Causa" a un catedrático de bachillerato, con lo que demuestra que está libre de un corporativismo universitario con frecuencia malsano. En segundo lugar, siendo una Universidad científica y técnica concede este honor a un filósofo.

¿Por qué me parece relevante este aspecto? El mundo moderno ha separado de forma inclemente las ciencias y las humanidades. La expresión renacentista "letras humanas" se oponía a "letras divinas", lo que suponía poner a un lado la teología y en el otro todos los saberes humanos. Pero el siglo XIX introdujo una nueva separación -confundente, a mi modo de verentre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu. Como consecuencia surgió un recelo mutuo y una constante incomprensión, basados sin duda en la ignorancia. Ni los científicos, por regla general, creían que podían encontrar algo de interés en las humanidades, ni los humanistas tenían la tenacidad necesaria para aprender ciencia.

A pesar de lo dicho, toda mi tarea investigadora ha pretendido ir contra esta esquizofrenia cultural. Ya sé que la especialización es inevitable, y que las ciencias y las técnicas se hacen cada vez más complejas y, por lo tanto, inabarcables. Si cada año se demuestran doscientos mil teoremas, si se habla de dos mil especialidades matemáticas, esto quiere decir que no hay ningún gran matemático que sepa en la actualidad más del cinco por ciento de las matemáticas que se hacen. Y lo que digo sobre las matemáticas, en honor al doctor José Luis Santos, que me ha emocionado con sus elogios, podría decirse de todas las demás ciencias y tecnologías.

Sin embargo, a pesar de la especialización inevitable, creo que se puede buscar una doble unificación de ciencia, tecnología y humanismo. Una unidad en su origen y una unidad en su meta.

Comenzaré por el origen. En el origen de todas estas magníficas obras del espíritu está la inteligencia creadora, y sin conocer su dinamismo no podemos comprender qué es la ciencia ni qué es el arte o la filosofía. No olvidemos que una cosa es hacer ciencia y otra saber lo que se está haciendo al hacerla.

Con la especie humana aparece una inagotable inquietud. No podemos parar quietos. Necesitamos explorar, inventar, conocer, cambiar, innovar. El ser humano ha estado siempre movido por dos grandes impulsos, Uno es la búsqueda del bienestar. Otro, el deseo de ampliar y expandir las propias posibilidades. Son dos tendencias contradictorias, porque una busca la estabilidad y otra la aventura; una la seguridad y la otra el riesgo; una, la rutina y la otra el descubrimiento; una, disfrutar con lo inventado, y otra disfrutar inventando. Al dedicarnos a una actividad creadora disminuimos sin duda un cierto tipo de bienestar, pero alcanzamos a cambio el cumplimiento de nuestra otra gran motivación. La felicidad no es más que la armoniosa satisfacción de esos dos impulsos contradictorios: el bienestar y la expansión de posibilidades vitales.

Crear es, ante todo, ir a la realidad con un proyecto nuevo. Su opuesto es la pasividad, el automatismo, la rutina. Hay, al menos, tres grandes tipos de proyectos creadores: transfigurar la realidad, conocerla, transformarla.

De transfigurar la realidad se encarga el arte, la poesía o la religión. De conocerla, las ciencias. De transformarla, la técnica, el derecho, y, como último motor de transformación, la ética. Todas estas actividades creadoras tienen una estructura muy parecida.De hecho, podemos describirlas siempre como el planteamiento de un problema nuevo, o como la solución novedosa de un problema antiguo. Para utilizar un lenguaje científico recordaré que hay dos modos de resolver un problema. Un método algorítmico y un método heurístico. La resolución creadora siempre aparece heurísticamente, es decir cuando no hay un camino automático, seguro, para solucionarlo.

Como homenaje a la arquitectura, Facultad que me distingue y acoge coneste doctorado, me referiré a un ejemplo arquitectónico para explicar este modo de concebir la creatividad. El constructor se ha enfrentado siempre con un problema, un problema, pues, antiguo, crónico: techar un espacio. Pero sobre este problema constante, los arquitectos fueron planteándose continuamente problemas nuevos. Por ejemplo, ¿Cómo poder techar una iglesia alta y ancha? ¿Cómo conseguir que, además, pudieran abrirse grandes ventanales en los muros? El invento de las bóvedas nervadas fue una colosal creación técnica y estética. Una solución genial para un soberbio problema. Algo parecido sucede en la construcción de puentes. El problema crónico es como atravesar un vado. La adaptación creadora es cómo conseguir que ese vado sea cada vez más amplio o en lugares cada vez más difíciles. En una apasionante historia del puente sobre el río Forth construido a finales del XIX por Benjamin Baker - que utilizó el principio de cantileverleo: "El creador de un cuadro u otro artefacto histórico es un hombre que aborda un problema cuya solución concreta y terminada es el producto". Tiene razón. Así podríamos contar toda la historia de la creatividad humana.

La pintura se ha enfrentado siempre con el problema de la representación de una realidad tridimensional sobre una superficie plana. La invención de la perspectiva fue una solución, pero otra fue la solución cubista. Citaré un texto del "Picasso" de Kahnweiler, que expone su experiencia pictórica en término de un problema que hay que resolver:

"¡El comienzo del Cubismo! El primer ataque. Desesperada lucha titánica con todos los problemas a la vez. ¿Con qué problemas? Con los problemas fundamentales de la pintura: la representación de lo tridimensional y de lo coloreado sobre la superficie plana, y su compresión dentro de la unidad de esa superficie plana.(...) Osadamente, Picasso empieza a intentar resolver todos los problemas a la vez.

Ahora pone imágenes agudamente angulares sobre el lienzo, cabezas y figuras desnudas principalmente, con los colores más brillantes, amarillo, rojo, azul, negro. Tras meses de intensa búsqueda, Picasso percibe que el problema no puede ser completamente solucionado siguiendo este camino

José Antonio Marina Torres

También la creación literaria puede interpretarse como la resolución de un problema. García Márquez nos ha contado que mientras escribía Cien años de soledad se le ocurrió que el personaje de Remedios la Bella debía salir de la narración. El autor deseaba que Remedios desapareciera de una manera fantástica, acorde con la lógica mágica de la historia. Ha contado cómo se le ocurrió la solución para liquidarla: Inicialmente había prevista que desapareciera cuando estaba bordando en el corredor de la casa, con Rebeca y Amaranta. Pero ese recurso casi cinematográfico no me parecía aceptable.

Remedios se me iba a quedar de todas maneras por allí. Entonces se me ocurrió hacerla subir al cielo en cuerpo y alma. ¿El hecho real? Una señora cuya nieta se había fugado con un sargento en la madrugada y que para ocultar la fuga decidió correr la voz de que su nieta se había ido al cielo.

El entrevistador comenta: "Has contado en alguna parte que no fue fácil hacerla volar". y el autor explica: No, no subía. Yo estaba desesperado porque no había manera de hacerla subir. Un día "pensando en este problema", salí al patio de mi casa. Había mucho viento. Una negra muy grande y muy bella que venía a lavar la ropa estaba tratando de tender la sábanas en una cuerda. No podía, el viento se las llevaba. Entonces tuve una iluminación. "Ya está" pensé. Remedios la bella necesitaba sábanas para subir al cielo. En este caso, las sábanas eran el elemento aportado por la realidad. Cuando volví a la máquina deescribir, Remedios la Bella subió, subió y subió sin dificultad.

Para que puedan comprobar lo que resultó de ese proceso de búsqueda, de absorción de elementos, de transfiguración de lo real, transcribo la redacción final, la página de la novela:

Una tarde de mayo en que Fernanda quiso doblar en el jardín sus sábanas de bramante, pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerinas y trató de agarrarse a la sábana para no caer, en el instante en que Remedios la bella empezaba a elevarse. Ursula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable,y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios la bella que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria.

Strawinsky ha contado en Crónica de mi vida el proceso de composición de la Sinfonía de los Salmos. Quería componer una obra sinfónica y por ello aceptó el encargo que le hicieron. "Quise crear un todo orgánico sin conformarme a los diferentes esquemas adoptados por el uso, pero conservando el orden periódico por el cual la sinfonía se distingue de la suite". Este era el problema. Tenía que elegir el material sonoro con que iba a construir su obra. Sería una obra de gran desarrollo contrapuntístico. "Finalmente, fijé un conjunto coral e instrumental en que estos dos elementos estarían elevados al mismo rango sin ninguna predominancia de uno sobre otro. En esto, mi punto de vista sobre las relaciones mutuas de las partes instrumental y vocal coincidía con el de los antiguos maestros de la música contrapuntística que, ellos también, los trataban como iguales y ni reducían el papel de los coros a un canto homófono, ni la función del conjunto instrumental a la de acompañar". Luego tuvo que encontrar el texto.Toda esta tarea de composición se desarrolló posiblemente antes de escribir una sola nota.

De todos estos ejemplos sólo pretendo sacar una conclusión. Crear es resolver problemas de manera eficaz y nueva. Esta definición permite expandir la actividad creadora hasta un grupo de problemas especialmente urgentes y transcendentales: los que se refieren a la felicidad personal y a la dignidad de la convivencia. Tan colosales problemas han dado lugar a una gigantesca creatividad afectiva, relacional, comunicativa, política, jurídica, ética. De la misma manera que todas las culturas se han enfrentado con el problema de crear música o de elaborar religiones y lo han resuelto a su manera, también han tenido que inventar métodos y procedimientos mientos para convivir. Han tenido que resolver una serie de problemas universales y ubicuos que llamamos problemas morales. La valoración de la vida y de la muerte, los bienes materiales y su distribución, la sexualidad y la procreación, el poder y sus límites, la atención a los débiles, enfermos o ancianos, el trato con los extranjeros y con los dioses, estos problemas han exigido un despliegue continuado de creatividad.

Tras una experiencia multisecular, podemos observar que la especie humana ha diseñado un gigantesco proyecto creador: instituirse a sí misma como una especie dotada de dignidad. Nada hay en la naturaleza que nos permita deducir de la realidad esta afirmación. El ser humano es, sin duda, el animal más inteligente pero esto tiene una lectura positiva y otra negativa. Podemos realizar actos dignos y actos indignos, posibilidad de la que carece el resto de los animales. La dignidad no es una propiedad natural sino un proyecto magnífico, arriesgado y en curso. Podemos considerar que es la culminación de la actividad creadora de la inteligencia.

Hasta aquí he hablado de como todas las relaciones humanas, científicas, técnicas, humanistas se unen en la fuente de la que proceden: la inteligencia.Pero también les advertí que se unen en su meta. Cada actividad tiene su legalidad propia. No se pueden construir edificios con metáforas, sino con cálculos. Y de la misma manera no se pueden escribir poesías con un sistema algorítmico. Pero lo que defiendo es que hay una teleología de la inteligencia, una finalidad que subtiende todas esas actividades concretas y, a la vez, se revela y se oculta en ellas. La humanidad ha ido inventando cosas a lo largo de la historia en un intento de humanizarse ella misma. El valor de las distintas creaciones puede juzgarse por el modo como colaboren a la realización de este gran proyecto. No se trata de que el criterio ético se aplique a las demás actividades. Con buenos sentimientos puede hacerse muy mala poesía y, sin duda, no se puede hacer ciencia. Pero, en cambio, los criterios éticos pueden situar las distintas creaciones, con sus legalidades privadas, dentro de un marco unificado de evaluación. Las obras humanas adquieren así un doble valor, a saber, el que tienen dentro de su propio campo -artístico, científico, político- y el que reciben por el modo como colaboran en el gran proyecto ético.

Recientemente Robert J. Sternberg, uno de los más conocidos psicólogos de la inteligencia, ha publicado un libro titulado "Por qué las personas inteligentes pueden ser tan estúpidas". Este título revela la misma distinción que se desprende de mis análisis anteriores: la distinción entre la inteligencia como facultad y el comportamiento inteligente. Este último es la referencia definitiva para evaluar la inteligencia y, evidentemente, se trata de una evaluación ética. Al fin y al cabo, la ética no es sino el modo más inteligente de usar la inteligencia.

De todo lo dicho se desprenden algunas consecuencias aplicables a la Universidad. Creo que debería recuperar su carácter universal, y que esto no puede hacerse pretendiendo que todo ingeniero sepa una pizca de filosofía, o todo físico una pizca de historia de la música, sino enmarcando todas las enseñanzas, las especialidades, las técnicas, dentro de un poderoso marco teórico que sería, sin duda, una teoría de la inteligencia creadora. Estoy seguro de que el estudio de tal disciplina tendría numerosas ventajas. En primer lugar, proporcionaría una profundidad reflexiva a lo que estamos haciendo. Un investigador universitario, por poner un ejemplo, no debe trabajar de la misma manera que un investigador de una empresa comercial. Ambos tienen que utilizar los mismos métodos, sin duda, pero el universitario, además de hacer buena ciencia o buena técnica, debe saber lo que está haciendo, el lugar que su trabajo tiene dentro de una visión universal de la actividad creadora, de la sociedad, del momento histórico que vive. En segundo lugar, esta disciplina estimularía la creatividad científica y técnica, aspecto absolutamente necesario en un mundo que no puede prescindir de la innovación. Pero, por último, y este es el aspecto que más me interesa, permitiría que la Universidad tomara conciencia de su papel en el gran proyecto ético en el que estamos embarcados y que no es sino el despliegue lógico y definitivo de la inteligencia creadora. Este acto renueva mi esperanza de que todo esto es posible.

José Antonio Marina


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