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Licenciada en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura (ETSAV) de la Universitat Politècnica de València (UPV), Noèlia Baldayo (Sagunt, 1978) obtuvo una beca Arquia en 2006 por expediente -solo se dan 10 al año en toda España-, lo que le permitió acceder al despacho de Aranda, Pigem y Vilalta (RCR), recientemente galardonado con el Pritzker 2017, considerado el Premio 'Nóbel' de Arquitectura.

Hoy, tras más de 7 años de trabajo "disfrutados" en la firma durante dos etapas, Noèlia continúa su labor feliz por los elogios recibidos e intentando no apartarse de la filosofía que les ha llevado al éxito: la arquitectura esencial, humana y colaborativa.

- ¿Qué ha significado el Pritzker para ti?, ¿y para el estudio?

-A título personal, mucha emoción y orgullo de pertenecer a un equipo como este. De alguna manera, supone un reconocimiento a que mi apuesta de vida, viniendo aquí, fue un acierto, gracias también, desde luego, al apoyo de mi gente más cercana. Para el estudio... todavía estamos digiriendo todo el aluvión que nos ha venido encima. No obstante, dada nuestra filosofía, no nos vamos a volver locos. Simplemente, seguiremos adelante con el proyecto iniciado hace 30 años.

-Tu vida da un giro en 2006, al recibir una beca Arquia, ¿por qué te decides entonces por RCR?

-(medita un momento antes de contestar) Dos años antes, en el vestíbulo de la ETSAV, había expuesto un stand de la editorial Gustavo Gili, y pasando por allí, vi un libro de RCR, lo hojeé y me impactó. Decidí comprármelo y estudiarlo y, al poco tiempo, estaba en Olot viendo sus obras. Después, cuando en 2006 me concedieron la beca Arquia, pude elegir trabajar con arquitectos de fama internacional como Herzog and de Meuron, Jean Nouvel, MVRDV, Norman Foster, Moneo... pero yo quería venir aquí y entender por qué su arquitectura me emocionaba tanto.

-¿Y cuál es el secreto?

-No sé si se trata de secretos. Es una cosa tan sencilla o tan compleja como despojarse de todo lo que no es esencial, porque solo yendo al origen de las cosas, dando un paso atrás, llegas a lo universal.

-¿Cómo se trabaja en un estudio Pritzker?

-No creo que RCR sea un estudio Pritzker al uso, al menos, no lo ha sido hasta ahora. Trabajamos de manera colaborativa. Aquí, todo el mundo aporta, y nos lo cuestionamos todo, siempre. Seguramente, el jurado del Pritzker ha valorado que nuestra forma de trabajar pertenece a los tiempos modernos, donde los procesos son complejos y no dependen de una única persona.

-¿Consideras acabada la era del arquitecto estrella?

-Espero que sí. Según mi forma de ver la arquitectura, es demasiado compleja para depender de una única mirada. Desde mi punto de vista, el fenómeno del arquitecto estrella, en algunos casos, ha desembocado en una arquitectura icónica, una marca, un modelo que nos ha alejado de la sociedad y que da la misma respuesta en distintos contextos. Debemos volver a hacer arquitectura para las personas, ofrecerles una experiencia, mejorar sus vidas. La arquitectura es una disciplina humanista. Tenemos un compromiso con la sociedad.

-¿Qué tipo de persona lo deja todo para irse a los Pirineos y alejarse de la gran ciudad?, ¿hay alguien más de la UPV en RCR?

-Gente hecha de una pasta especial, apasionada por la arquitectura y sensible a estos conceptos esenciales. De hecho, tan universal es la arquitectura de RCR como la gente que viene a trabajar aquí. De hecho, por RCR han pasado personas de países tan diversos como Japón, Australia, Argentina, Grecia, Italia, Dinamarca, Francia, Portugal, Estados Unidos, Alemania... Y por supuesto, también más gente de la UPV, como Paula Navarro, Hèctor Payà, los hermanos Paco y Álvaro Hidalgo. No en vano, uno de nuestros últimos fichajes, Rafa Martínez, también viene de la ETSAV.

-Hablando de la UPV, ¿qué recuerdos tienes de ella?, ¿cómo calificarías la formación recibida?, ¿en qué aspectos ha sido importante para tu vida?

-Sinceramente, definiría mi formación como completísima. En la UPV me enseñaron a pensar y a afrontar la profesión de una manera determinada. Muchos profesores tienen que ver con que yo esté hoy aquí, porque ellos me transmitieron esta pasión por la arquitectura y, a su vez, me mostraron su complejidad. No solo me formaron en aspectos creativos, también lo hicieron en los técnicos, y eso es algo que no ofrecen todas las escuelas de arquitectura. Eso sí, fue una formación dura. Yo estudié en el plan viejo, no sé qué son los créditos. Todavía me acuerdo de aquellos exámenes de construcción donde calculábamos estructuras enteras a mano. Claro, el examen duraba todo un sábado... y no lo he vuelto a hacer (ríe). Pero todo ello me enseñó lo difícil que es mi profesión. En aquel tiempo, la carrera se programaba en 6 cursos que nadie hacía en 6 años, más un año de proyecto fin de carrera, que raro era el caso de quien lo hacía en menos de dos.

-Por último, en el plano social, has querido destacar el premio a Carme Pigem por el hecho de ser la primera madre en lograrlo. Como madre que también eres, ¿es necesario prescindir de la maternidad para poder avanzar profesionalmente?, ¿cómo crees que debería resolverse este aspecto?

-Renunciar a la maternidad no debería ser una premisa para crecer en la profesión, lo entiendo como un sacrificio a un mundo machista. Lo idóneo sería que fuese una elección de vida tanto de las mujeres como de los hombres. Nunca he escuchado a ninguna gran mente masculina decir que ha tenido que renunciar a ser padre para triunfar en su profesión. En cambio, sí lo he oído de grandes mentes femeninas. En cualquier caso, se trata de un problema social del que debemos concienciarnos a nivel global y, por supuesto, resolver entre todos.