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Francisco Fernández Ordoñez

Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 30 de noviembre de 1992


Laudatio por Javier Solana Madariaga

Molt Honorable President de la Generalitat Valenciana.
Excmo. y Magnífico Señor Rector de la Universidad Politécnica de Valencia.
Excelentísimos Señores,
Señoras y Señores:

Es para mí un gran honor, que asumo con sincera emoción y una profunda satisfacción personal, apadrinar en este acto solemne de investidura a título póstumo como Doctor "Honoris Causa" por la Universidad Politécnica de Valencia a esa excepcional personalidad humana y política de la España contemporánea que fue Francisco Fernández Ordoñez.

El Rector Magnífico de la Universidad acaba de entregar a la viuda del nuevo Doctor, María Paz García Mayo, el título y los símbolos que corresponden a tan alta distinción. A ti, Mary Paz, quisiera dirigir fundamentalmente mis palabras y personificar en ti el justo homenaje al inolvidable Paco que esta Universidad -y yo diría que, con ella, toda la clase intelectual española- quiere hoy rendirle. Junto a ti transitó por el mundo haciendo cosas grandes para su país y el nuestro, España, y junto a ti - en ti, en realidad- está hoy presente entre nosotros. Porque tú, Mary Paz, fuiste, como él mismo decía, "su única certidumbre".

Francisco Fernández Ordoñez fue, lo decía hace un momento, una personalidad humana excepcional. Pertenecía al género de los inteligentes creadores, aquellos que saben utilizar sus dotes intelectuales para compartir, para construir, para abrir caminos, para crear.

Era, en ese sentido, un hombre esencialmente generoso. Generoso consigo mismo, en la medida en que nunca dejó de ejercitar plenamente todas sus facultades, hasta el límite del sacrificio. Generoso con su entorno, por cuanto vivió siempre desbordado, alterado- en su más genuino sentido orteguiano-, transportado hacia la acción y la creación. Generoso con España, a quien llevó todos los minutos de su vida en su cabeza y en su corazón y a quien sirvió- y soy testigo de excepción para decirlo- hasta que el aliento vital le abandonó definitivamente.

Francisco Fernández Ordoñez combinó de una manera inusual el entusiasmo por la acción y la pasión por las ideas. Su biografía oficial es una sucesión de actividades creadoras, pero detrás de ese brillante currículum hay otra biografía apasionante, más intimista, más interiorizada, más humana diría yo.

Es la imagen del hombre sensible, del alma inquieta, del intelectual tolerante, del espíritu curioso, del corazón tierno, del lector voraz, del conversador brillante, del ser humano simpático y cautivador. En su vida de trabajo y servicio, encontró siempre tiempo para cultivar ese otro lado de la vida que tanto apreció. Recuerdo que alguna vez me dijo -él, que amaba la música con pasión- que procuraba siempre que podía acudir semanalmente a los conciertos porque llevaba muchos años sin poder oír en su casa con sosiego ninguna música que durara más de los breves minutos que le quedaban libres entre llamadas de teléfono.

Amaba la música y, aún más que la música, la poesía. Juan Ramón Jiménez, Machado, Gil de Biedma, Neruda, Octavio Paz, Edmond Jabès vivían mezclados diariamente entre sus papeles de trabajo. De Jabès es este hermoso pensamiento: "Échate un momento. Si no, ¿cómo sabrías que caminas?". Él, que fue un caminante incansable, supo siempre encontrar ese alto en el camino, ese necesario reposo que el espíritu reclama para que el cuerpo pueda seguir su marcha.

Pero más que a la música, más que a la poesía, Francisco Fernández Ordoñez amó desmedidamente a España. Su hermano, en la conmovedora oración que le dedicó en la misa que ofreció en su memoria, recordó un bellísimo verso de Neruda que resume admirablemente la vocación de Francisco Fernández Ordoñez:


"Tengo un pacto de amor con la hermosura, tengo un pacto de sangre con mi pueblo".

En su persona, el hombre enamorado de la belleza convivió siempre con el hombre enamorado de la política. La coexistencia de estas dos pasiones es siempre fuente de riqueza. John Kennedy sintetizó admirablemente esta idea en uno de sus discursos siendo Presidente de los Estados Unidos: "Cuando el poder arrastra al hombre a la arrogancia, la poesía le recuerda sus limitaciones. Cuando el poder reduce sus áreas de interés, la poesía le recuerda la riqueza y la diversidad de su existencia. Así, el arte establece las verdades humanas fundamentales que deben servir como piedra de toque de nuestros juicios".

La trayectoria pública de Francisco Fernández Ordoñez es la de una persona obsesionada por la modernización y el engrandecimiento de su patria. Su actividad en las postrimerías del franquismo y en la etapa de transición democrática y su desempeño en las diferentes carteras ministeriales que ocupó en los Gobiernos democráticos desde 1977, estuvieron inequívocamente orientados hacia estos dos fines. Los resultados que dejó son la prueba más elocuente del éxito de su esfuerzo.

Francisco Fernández Ordoñez creció y maduró en una España triste, intolerante y atrasada. Desde la lucidez de sus lecturas y de su inteligencia, padeció en su interior el dolor por esa España hosca y dura, esa España machadiana que, envuelta en sus harapos, desprecia cuanto ignora. Desde esa misma lucidez, consagró sus mejores esfuerzos a cambiar esa foto fija de la España imposible para hacer, no ya la España posible, sino, como tituló uno de sus libros de ensayo político, "la España necesaria".

Frente al casticismo cerril que enarbola como lema el tozudo "sostenella y no enmendalla", Francisco Fernández Ordóñez solía decir, citando a Don Claudio Sánchez Albornoz, que a España había que "sostenerla y enmendalla". ¡Qué magnífico programa, que reúne y concilia patriotismo y progreso, orgullo y modestia, certidumbre y tolerancia!

Fue un hombre que hizo del diálogo un instrumento básico de su comportamiento y fue un maestro del compromiso político porque era un conocedor profundo de la historia de España y un intérprete lúcido de sus grandezas y de sus miserias.

Sabía que demasiadas veces en nuestro agitado vivir hemos librado batallas que hemos creído victoriosas, sin comprender que, indefectiblemente, la luz radiante de la victoria proyecta siempre una negra sombra tras la que se oculta, rencoroso y revanchista, el rostro amargo del derrotado.

Sabía también que el verdadero heroísmo no está en el acto aislado, por grande que sea, sino en el continuado vivir buscando la grandeza y que, como decía André Gide, "liberarse es fácil; lo difícil es saber ser libre".

Sabía, en fin, que esa vida en libertad, tan difícil pero tan posible, no se alcanza nunca al precio del sometimiento del otro, sino mediante la comprensión del otro, mediante la aceptación de lo ajeno, mediante el respeto y la convivencia con los demás.

Francisco Fernández Ordóñez fue un ejemplo de ese saber -y de ese querer- vivir en libertad. Libertad para sí mismo pero sobre todo libertad para los demás, aún al precio de que la primera se viera disminuida por defender la segunda. A esto me refería cuando antes decía que el verdadero heroísmo no está en el hecho aislado grande, sino en el continuado vivir buscando la grandeza.

Francisco Fernández Ordóñez fue Ministro de Asuntos Exteriores de España durante siete años. A mí me ha cabido el honor de sucederle en esa responsabilidad. Quisiera referirme brevemente a la fecunda herencia que de él hemos recibido, no solo yo, sino todos los españoles.

La política exterior de la España actual -lo he dicho en numerosas ocasiones- tiene dos características que considero extraordinariamente positivas: está asentada sobre bases sólidas y tiene un rumbo claro. Añadiré una tercera: esas bases y ese rumbo tienen el respaldo generalizado de las fuerzas políticas españolas y también, creo yo, gozan de la comprensión y del apoyo de la sociedad española en general. Vale todo ello tanto como decir que la política exterior de España es una política de Estado. Es una política que ha sabido identificar el común denominador de hacia dónde deben orientarse los intereses de España en su proyección exterior, de cuáles son los ejes fundamentales en torno a los que debemos concentrar nuestra acción y de donde se encuentran nuestras prioridades.

Las líneas maestras de la política exterior no son, como es lógico, el fruto de la actividad de una sola persona, sino la resultante de la elección de un Gobierno, con su Presidente al frente. Pero también es evidente que el Ministro responsable de la política exterior es una pieza fundamental en la formulación de esas orientaciones básicas y, sobre todo, en su ejecución y desarrollo.

Francisco Fernández Ordóñez marcó con su impronta personal la acción exterior de España. La política internacional requiere convicción, prudencia, tesón, visión a largo plazo, sentido de la oportunidad, capacidad de compromiso; cualidades todas ellas que nunca le faltaron. Como no le faltaron la audacia, cuando hubo que ser audaz para avanzar, y la modestia, cuando hubo que ser humilde para retroceder.

Supo sacar, en beneficio de España, enorme partido a su gran encanto personal, a su indiscutible capacidad de seducción. Trabó en la comunidad internacional una red de contactos que fueron mucho más allá de la usual cortesía para desbordarse, en muchos casos, en la amistad personal. Yo he recibido en estos últimos meses testimonios directos o epistolares de personalidades relevantes del mundo entero, que son muy reveladores de la intensidad de esa relación de afecto genuino.

La política exterior cuidadosamente formulada y ejecutada en estos últimos años, ha sido sometida recientemente a una prueba de credibilidad importante por la propia comunidad internacional. Hace poco más de un mes, la Asamblea General de Naciones Unidas ha votado las candidaturas para ocupar las vacantes de miembros no permanentes del Consejo de Seguridad para los próximos dos años. En esa ocasión, 118 Estados -más de dos tercios del total de miembros de Naciones Unidas- han otorgado su confianza a España en la primera votación y le han asignado una de las vacantes. Un voto con ese margen, en primera vuelta, para cubrir un puesto en el órgano encargado del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, no es un voto usual. Es un voto que refleja un amplísimo margen de confianza en un país y en la solidez de su política exterior. Permítanme que añada que yo considero ese voto también, en cierto modo, como un homenaje póstumo de la comunidad internacional a la labor sostenida y paciente de Francisco Fernández Ordóñez.

Sr. Presidente de la Generalitat Valenciana, Sr. Rector de la Universidad, Señoras y Señores.

Concluyo recordando unas palabras del nuevo Doctor: "No me importaría que, cuando muera, dijeran de mí que he sido un mal político, ni me preocuparía que dijeran que he sido un mal Ministro. Pero me dolería mucho que dijeran que he sido un mal español". Quisiera terminar, como empecé, dirigiéndome a su viuda, Mary Paz, y, en ella, a Paco, para decirle: fuiste, para todos, un gran político, un gran Ministro y un gran español.


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