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Adolfo Suarez González

Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 30 de octubre de 1998


Laudatio por José Luis Manglano de Mas

Mis primeras palabras han de ser necesariamente de agradecimiento a la Junta de Gobierno de esta Universidad por el privilegio que para mí supone apadrinar en este solemne acto académico al Excmo. Sr. D. Adolfo Suárez González como nuevo Doctor Honoris Causa, a propuesta de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Valencia.


Precisamente se cumplen por estos días los primeros treinta años de esta Escuela que ha querido conmemorar tan importante efemérides con la presencia entre nosotros, como claustral, del que fuera presidente del gobierno en los años más importantes y decisivos de la historia contemporánea de España.

Asumo con satisfacción la responsabilidad de intentar describir en breves palabras la trayectoria y méritos del nuevo Doctor, consciente de que en los pocos minutos que el ritual de este solemne acto requiere, no es posible resumir adecuadamente la ingente labor desarrollada por Adolfo Suárez en sus casi cinco años al frente del Gobierno de España.

Como nuestros alumnos y también nuestros más jóvenes profesores no pudieron conocer por razón de su edad >la situación política española a finales de l.975, me voy a permitir recordarla brevemente.

Cuando terminó una etapa autoritaria y dictatorial que había durado treinta y seis años, se perfilaron dos posturas antagónicas en el panorama político y social de nuestro país: la de quienes pretendían la continuación del Régimen anterior, manteniendo las estructuras que habían existido hasta entonces y la de aquellos que pretendían una ruptura total con todo lo anterior, partiendo de cero y haciendo solar de cuanto había en aquel momento.

Como todos sabemos, no hubo en 1976 ni inmovilismo ni ruptura. Hubo algo distinto, nuevo, inesperado e imprevisible, que no tiene parangón, en circunstancias análogas, en la historia contemporánea.

España vivía en un estado de ilegitimidad democrática, pero había un estado de legalidad. El proceso consistió en partir de esa legalidad y sin transgredirla, sin que hubiera dejación o abandono del Poder, sin anarquía, intranquilidad o desamparo, sin romper la convivencia legal de los españoles, se consiguió una legitimidad democrática logrando que la anterior legalidad aceptase y sancionase su propia disolución y su sustitución por otra democráticamente legitimada.

Sin extremismos, se llevó a cabo una transformación profunda y extensa, radical de la estructura política de España.

En palabras de Julián Marías, "del régimen anterior no quedó nada, pero de España quedó todo"

Aunque parezca inverosímil, esta transformación se realizó desde dentro, sin ruptura, no para modificar lo existente sino para crear algo nuevo en un proceso de innovación política y legitimación democrática inédito y original.

Y toda esta transición se realizó desde el nombramiento de Adolfo Suárez como Presidente del gobierno quien sintetizó magistralmente un fenómeno tan complejo al decir que:

"Era como rehacer un edificio, cambiándolo completamente, pero sin que los servicios mínimos dejaran de funcionar un solo día".

El gobierno presidido por Adolfo Suárez, bajo los auspicios de la Corona, impulsó decididamente desde el primer momento una profunda y extensa liberalización, reconociendo la libertad de expresión, asociación y formación y reconocimiento de partidos políticos, antes de convocar las primeras elecciones.

Legalizó todos los partidos políticos, poniéndolos en pié de igualdad evitando que se produjeran tanto el voto del miedo como el simplemente demagógico.

De esta forma, las primeras elecciones realizadas el 15 de Junio de 1977, fueron pacíficas, limpias, alegres e impecables, viviéndolas el pueblo español como una verdadera fiesta.

Como dijo Cervantes en el Quijote: "No hay en la tierra, conforme mi parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida".

Resulta sorprendente que tras una guerra civil y una larga dictadura sin actividad política, nadie quedara ahora excluido. Los partidos políticos habían sido legalizados, los exiliados podían volver libremente y al mismo tiempo, los que habían gobernado en la etapa anterior pudieron participar igualmente en el proceso.

Adolfo Suárez procuró que ningún sector de la sociedad española se sintiera marginado y que la Constitución, que dentro de unos días cumplirá sus primeros veinte años de vigencia, fuera aceptada por todos y no impuesta por una mayoría parlamentaria.

En su proyecto innovador, siempre quiso superar los viejos demonios familiares que tantas veces impidieron la convivencia pacífica y en libertad de todos los españoles, negándose a identificar su política con supuestos arcaicos y viejos esquemas que defraudaran la esperanza y la ilusión del pueblo español.

En toda la transición democrática, que como es natural no estuvo ni mucho menos exenta de tensiones y momentos difíciles, Adolfo Suárez introdujo desde su primer discurso hasta el de su dimisión, un estilo, un talante y un lenguaje a los que no estábamos acostumbrados: ni una ofensa, ni una descalificación personal, ni una afrenta a nadie. Habló siempre con moderación, corrección y respeto a sus adversarios políticos, haciendo norma de conducta lo dicho por Cicerón: "difícil es decir cuánto concilia los ánimos humanos la cortesía y la afabilidad al hablar".

Adolfo Suárez supo dar respuesta a las aspiraciones del pueblo español, conectando con sus anhelos más profundos y así, en los albores de la transición los recogía al decir con meridiana claridad que:

"Había que elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es normal".

Toda la obra de la transición política tuvo como objetivo primordial instaurar en la política y en la sociedad, el respeto a todos y cada uno de los españoles, a su dignidad como personas y a sus derechos fundamentales como piedra angular de la democracia.

Durante la presidencia de Adolfo Suárez, el Reino de España suscribió el Pacto Internacional de derechos civiles y políticos, el Pacto de derechos económicos, sociales y culturales, el Convenio europeo para la protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales y la Carta social europea. Estos pactos y convenios, constituyeron sin duda bases fundamentales de la transición política y presidieron toda la etapa constituyente.

En su discurso dimisionario, después de cuatro años y medio al frente del gobierno nos muestra una vez más su altura de miras y su compromiso personal con la democracia, cuando afirma:

"Me voy sin que nadie me lo haya pedido... Me voy porque ya las palabras parecen no ser suficientes y es preciso demostrar con hechos lo que somos y lo que queremos. Trato de que mi decisión sea un acto de estricta lealtad. De lealtad hacia España, cuya vida libre ha de ser el fundamento irrenunciable para superar una historia repleta de traumas y frustraciones".

Aún había de rendir un magnífico servicio a la democracia cuando aquel triste 23 de febrero de 1981 en el Congreso de los Diputados, mantuvo con su actitud, no sólo su dignidad personal, sino también la dignidad de las instituciones democráticas. A su lado y con la misma dignidad, el hasta entonces vicepresidente de su gobierno, el teniente general Gutiérrez Mellado, quien hoy recibe, a título póstumo, la medalla de esta Universidad Politécnica.

Hace ya muchos años que Adolfo Suárez se encuentra voluntariamente apartado de la política, pero sigue siendo en el recuerdo y el afecto de muchos españoles, el hombre que bajo el amparo de la Corona condujo magistralmente el proceso de la transición democrática.

Así pues, considerados y expuestos todos estos hechos, dignísimas autoridades y claustrales, solicito con toda consideración y encarecidamente ruego que se otorgue y confiera al Excmo. Sr. D. Adolfo Suárez González el supremo grado de Doctor Honoris Causa por la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Valencia.


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