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Zubin Metha

Doctor Honoris Causa por la Universitat Politècnica de València. Investido el 24 de mayo de 2008


Laudatio

Con la venia, Majestad, Molt honorable Sr. President, Sr. Rector Magnífico, dignísimas Autoridades académicas y políticas, Señores Claustrales, Señoras y Señores.

Hoy es un día de fiesta en un año festivo. A partir de hoy, la Universidad Politécnica de Valencia contará con un nuevo miembro por causa de honor: el Mtro. Zubin Mehta, Director de Orquesta y Director de Ópera. Glosar los muchos y destacables méritos que le hacen sin duda acreedor de la máxima distinción académica es tarea que procuraré cumplir con la brevedad que el público desea y la fidelidad que el Maestro merece.

Para ello, me permitirán que plantee esta presentación como un sencillo ejercicio de comparaciones. Comparación entendida como correspondencia, como relación entre dos o más elementos. Soy consciente de que la comparación tiene muy mala prensa: "las comparaciones son odiosas" y que su práctica cotidiana puede dar pie a la competitividad peor entendida, a sentimientos tan innobles como la envidia, los celos y el odio. Por el contrario, la comparación es una herramienta valiosísima para contextualizar y relativizar. Situar las cosas en el espacio y en el tiempo, situarnos a nosotros mismos en el conjunto de la sociedad y de la historia, es algo imposible de llevar a feliz puerto sin las comparaciones.

Desde esta perspectiva tozudamente comparativa, yendo de lo general a lo particular, me atreveré a enunciar una serie de relaciones entre técnica y arte, entre el Mtro. Mehta y esta Universidad.

Generalmente (las generalizaciones sí que son odiosas -por inexactas-) concebimos Técnica y Arte como conceptos distintos, opuestos incluso. El romanticismo del S. XIX y el individualismo del S. XX -entre otros muchos factores- han generado una confusión que nos hace pensar que siempre ha sido así, nada más lejos de la realidad. La etimología, y un buen diccionario, nos demuestran que la multiplicidad simultánea y la unidad de significados del arte, apareció en Grecia con el término tekné y perduró siglos después con el vocablo latino ars.

Tekné significó "arte" -en particular arte manual- "industria" y "oficio". Se decía así de alguien que sabía su arte, su oficio, por tener una habilidad particular y notoria. Los ejemplos dados por Platón -siguiendo a Sócrates- relativos a la necesidad de hacer las cosas con "arte" se aplicaron pronto a un arte no manual sino intelectual, al arte de la palabra o del razonamiento. Pero como las otras actividades eran también arte, y como era arte asimismo la creación artística, el término tekné estaba lleno de ambigüedad y sólo podía ser entendido en un determinado contexto. Sin embargo, puede concluirse que tekné designaba "un modo de hacer (incluyendo en el hacer el pensar) algo". Como tal, "modo" implicaba la idea de un método o conjunto de reglas, habiendo tantas artes como tipos de objetos o de actividades. Y organizándose estas artes de una manera jerárquica, desde el arte manual u oficio hasta el supremo arte intelectual del pensar para alcanzar la verdad.

Todo esto, sin salirnos de los griegos y su concepto de técnica. Si comparamos estos significados con el actual, veremos que estamos más cerca de lo que solemos entender por arte, mientras que técnica ha pasado a ser sinónimo de tecnología. Quizás esta profunda identificación milenaria no explique el hecho de que esta universidad "varias veces técnica" incluya entre sus centros y titulaciones "Bellas Artes", pero sin duda justifica la mutua aceptación que tanto artistas como tecnólogos hemos desarrollado, así como la fructífera experiencia compartida que ha hecho de esta universidad una institución singular en su excelencia.

Esta compleja e ilustrativa concepción de la técnica está muy próxima a uno de los principios fundamentales que ha guiado la vida entera del Mtro. Mehta, nacido en Bombay, en el seno de una familia de tradición Parsi. "Pensar bien, hablar bien, obrar bien". Esta máxima suprema del profeta Zaratustra (que poco tiene que ver con la generalización sufrida a partir de las ideas de Kant o Nietzsche) sigue extraordinariamente vigente 2600 años después, otra cosa bien distinta es que se practique universalmente. Ese "bien" aplicado al pensar, hablar y obrar es un método imperioso que nos remite al modo de hacer "con arte" implícito en la "tekné" de los griegos. Puestos a hacer las cosas ¿existe mejor modo que hacerlas bien? Decididos a hacerlas bien ¿existe mejor manera que hacerlas con arte?

De los 52 honoris causa de la Universidad Politécnica de Valencia, apenas una quinta parte están directamente vinculados con la creación y la interpretación artística. Ahora bien, de ellos, prácticamente la mitad tiene que ver -y mucho- con la música. El primero fue el Mtro. Joaquín Rodrigo (31/05/1988). Casi 20 años exactos más tarde, vuelve a ser la música la protagonista indiscutible de esta jornada. No es de extrañar este predominio musical, habida cuenta algunas propiedades de la música tan extendidas como ciertas. Liberada de cualquier forma y cuerpo material, la música fluye como un lenguaje universal que se dirige directamente a la sensibilidad del ser humano. Más allá de cualquier interpretación racional, de lecturas en tanto que lenguaje, la música se escucha y se siente como emoción en todas sus dimensiones. De la emoción a la pasión y de ésta al amor, todo es cuestión de escala y de sensibilidad.

Zubin Mehta nació el 29 de abril de 1936. Ese día, a muchos kilómetros de distancia, el gran Toscanini tocaba su concierto de despedida al frente de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. La misma orquesta de la que el propio Mehta fue Director Musical 42 años después (1978/91). Su infancia estuvo marcada por el amor de sus padres y la pasión por la música. A pesar de la turbulenta situación política de la India, el niño Mehta vivió rodeado de afecto y música clásica. Amor y confianza como ingredientes necesarios para crecer y madurar sin complejos.

Aún hay otra circunstancia relativa a sus inicios educativos igualmente destacable. En Bombay fue a un colegio regentado por Jesuitas españoles, el "Santa María", donde se aceptaba a muchachos de cualquier orientación religiosa. Este hecho le transmitió al joven Mehta la tolerancia hacia la pluralidad entre las personas y el respeto a la diferencia. En palabras del propio Maestro, aquí hunde sus raíces ese rasgo de su personalidad que le ha llevado a todos los confines de la tierra y a entablar contacto con las personas más diversas¹.

En cuanto su educación musical -hacia la que se encaminó tras acatar los deseos paternos de cursar medicina y comprobar que ésta no era lo suyo- tuvo en la figura de su padre a su primer maestro, tan severo como exigente. Pronto tuvieron claro -sus padres- que para una formación adecuada, su hijo debería viajar a Viena. Hacia allí encaminó sus pasos Zubin Mehta, con 18 años y todo el futuro por delante.

Con el objetivo claro de ingresar en la Academia de Música, Mehta pasó del sonido de la gramola de su padre a la calidad incomparable de la percepción directa de una de las mejores orquestas de la época, dirigida por los más prestigiosos directores del momento. El choque fue tan fuerte como profundo, reafirmándose su convicción de ser director de orquesta.

Tres profesores marcaron sus años de aprendizaje vienés: Karl Schiske, Otto Rühm y, sobre todo, Hans Swarowsky, el profesor de dirección más reputado de la época. Del Mtro. Swarowsky, el discípulo Mehta aprendió una lección que ha llegado a dominar como pocos: el profundo respeto hacia la obra, la fidelidad absoluta hacia su concepción original. De los tres destaca el entonces alumno la misma doble condición: ser extraordinariamente rigurosos -incluso severos- pero también capaces de transmitir sus enseñanzas de un modo extraordinariamente eficaz, así como ser personas muy cálidas en el trato humano.

Este modelo de rigor y humanidad bien puede servir para las instituciones universitarias, y en particular para la U.P.V. tradicionalmente más inclinada por el rigor a secas. Afortunadamente todo cambia y muchos aprenden de la experiencia y de las enseñanzas de otros.

El Mtro. Swarowsky tenía claro que el mejor modo de aprender era practicando (otro rasgo muy politécnico) y no ya en los laboratorios o en el campo, sino dirigiendo orquestas generalmente compuestas igualmente por estudiantes. Festivales de verano y cuantas oportunidades se presentaban, eran aprovechadas como impagables lecciones de realidad (prácticas en empresa, diríamos nosotros).

En ese tiempo, la música era todo para el joven aprendiz de director y tenía absolutamente clara su vocación por seguir dirigiendo por encima de todo. En otoño de 1956, la sublevación producida en Hungría provocó la llegada a Austria de millares de refugiados que fueron acogidos en campamentos. Zubin Mehta, junto a otros estudiantes, dieron un concierto en las proximidades de la frontera húngara. Su espíritu solidario salía a relucir con veinte años.

En 1958 se estrenó como asistente de director con la Real Filarmónica de Liverpool, experiencia difícil pero de la que a buen seguro supo extraer positivas experiencias. La década de los sesenta se inauguró con una intensidad profesional impensable unos meses antes. En un breve lapso de tiempo, el Mtro. Mehta se hizo cargo de la Orquesta de Los Ángeles (1960/78) y de la de Montreal (1962/67). Algunas invitaciones por sustitución de los titulares y otros buenos contactos -prácticamente ángeles protectores- le habían permitido dirigir, a finales de los cincuenta, en Los Ángeles, Philadelfia y Nueva York.

En 1961, se produjo un acontecimiento que marcará toda su trayectoria profesional: la invitación de la Orquesta Filarmónica de Israel. Allí fue recibido por la familia Barenboim y se sintió especialmente a gusto. Una vez más, el binomio profesión/vida funcionó a la perfección. Por una parte, la mayoría de los músicos procedían de Austria o del Este de Europa, por lo que el sonido de la orquesta era ese sonido vienés al que el Maestro estaba tan acostumbrado. Por otra, las calles de Tel Aviv, con su organizada confusión, eran muy semejantes a las de su Bombay natal. Las claves para el enamoramiento estaban servidas. Con estos músicos tuvo claro que la música ha de salir del corazón tanto como del entendimiento y el dominio técnico.

Tras sucesivas invitaciones puntuales y periódicas, en 1969 fue nombrado Asesor Musical, en 1977 Director de la misma y desde 1981 Director vitalicio. Al frente de esta magnífica orquesta, el Mtro Mehta ha protagonizado algunos de los conciertos que trascienden la pura interpretación musical para transformarse en gestas de gran impacto social.

Como botón de muestra, sólo señalaré que en 1968 (año de la fundación del Instituto Politécnico de Valencia y del vigésimo aniversario de la fundación del Estado de Israel) la Orquesta Filarmónica de Israel interpretaba el Réquiem de Verdi al aire libre, en la gran plaza ante la iglesia del Nacimiento de Belén. Miles de personas -judíos, cristianos y árabes- se conmovieron al unísono ante el oratorio más dramático de la historia de la música.

En 1971, esta misma orquesta celebró su primera actuación en Alemania, en el Festival de Berlín. El impacto simbólico fue de primer orden, y la construcción utópica de una nueva amistad sonaba conmovedora. Afirmación de la amistad que tuvo su correlato en 1994, cuando la Filarmónica de Israel actuó por primera vez en la India.

1961 fue un año repleto de trabajo y nuevos lazos profesionales que devinieron en sólidas relaciones afectivas. En el mismo año empezó a trabajar regularmente con la Filarmónica de Berlín y la de Viena. Ni que decir tiene, Viena condensa el concepto musical que le marcó de por vida. En el año 2001, con motivo del cuarenta aniversario de su primera actuación, el Mtro. Mehta fue nombrado miembro honorario de esta orquesta.

También a 1961 hemos de remontarnos para situar el origen de su relación con el Maggio Musicale Fiorentino. Tras colaborar regularmente durante 2 décadas, fue Director invitado en 1981 y desde 1986 es Direttore Principale del Teatro. Desde luego, fidelidad y lealtad son rasgos profundamente definitorios de la personalidad del hombre Metha.

Sería terriblemente injusto seguir hablando de sus amores profesionales que surgen en los años sesenta y no dejar constancia del que ha sido el gran Amor (esta vez con mayúscula) de su vida: Nancy Kovack. Para evitar el socorrido tópico, citaré literalmente al maestro: "la mujer con la que estoy casado desde 1969 y que desde entonces, es decir, desde hace casi cuatro décadas, es mi inseparable compañera, amiga y pareja. A Nancy y a mí nos une una inquebrantable relación de hierro, en la que mi esposa ha debido muchas veces tener y demostrar indulgencia y comprensión, también paciencia y capacidad de aguante"².

En años sucesivos, la dirección de las respectivas orquestas de Los Ángeles (1960/78), Nueva York (1978/91) e Israel, amén de importantes giras mundiales y sus periódicas colaboraciones con las más prestigiosas orquestas y con los más reputados directores y cantantes (la presencia de la ópera irá in crescendo con el tiempo) situarán la figura de Mehta entre los indiscutibles directores del panorama mundial.

De su etapa en Nueva York, no obstante, destacaría casi telegráficamente tres apuntes biográficos que contribuyen a completar el perfil del Maestro Mehta. El primero es su debú con la Orquesta Filarmónica de Nueva York con un concierto al aire libre en Central Park al que asistieron ¡140.000! Él siempre se ha mostrado partidario de este tipo de eventos, porque en cierto modo llevan a cabo una educación musical y por esa vía se puede conseguir nuevo público. Además, le gusta la gratuidad de estos conciertos que permiten popularizar la música clásica. También esta universidad tiene claro la pertinencia de abrir sus puertas a la sociedad y las enormes ventajas inherentes a la divulgación y la difusión mayoritarias.

El segundo tiene que ver con la innovación (término inherente a la investigación universitaria), con la actualización de las propuestas y con el soporte pedagógico que siempre implica mostrar lo desconocido. Con la Orquesta Filarmónica de Nueva York, interpretó mucha música moderna, del S.XX, convencido de su disposición para enfrentarse a lo nuevo y de su obligación moral por allanar el camino para que el gran público acceda al conocimiento de las obras de compositores jóvenes. Desde el estreno en N.Y. de la Sinfonía Turangalila de Messiaen -en el que el público fue abandonando poco a poco la sala- adquirió la costumbre de realizar una especie de prólogo para introducir a los oyentes en lo que el compositor quiere decir con su obra.

El tercer apunte está marcado por la solidaridad y la generosidad. Tras largas conversaciones con el sacerdote responsable de la Iglesia Baptista Abisinia de Harlem, la orquesta y él decidieron ofrecer conciertos de vez en cuando. El primero de ellos tuvo lugar en 1980 y contó con la participación de Leontyne Price. Fue un gran éxito muy bien recibido por la prensa y la sociedad.

La presencia de la ópera fue ganando importancia a lo largo de la dilatada e intensa trayectoria del Maestro, su creciente prestigio como director de Ópera (seguramente la manifestación artística más próxima al concepto de "obra de arte total", más compleja de realizar y más difícil de dirigir). El rigor, el compromiso, la intensidad con las que el Mtro. Mehta acomete cada nueva representación, le ha proporcionado tanto prestigio como fama. En este sentido, se entiende que le propusieran la dirección de la Ópera del Estado de Baviera, con sede en Munich (1998/2006) y que él aceptase tras haber rechazado con anterioridad ofertas similares. Su sentido de la responsabilidad no le permitió aceptar hasta sentirse plenamente preparado para ello.

En cuanto a la fama, sólo señalaré dos actuaciones que dieron la vuelta al mundo, sobrepasando las más optimistas previsiones: los dos primeros conciertos de "Los tres tenores" Pavarotti, Domingo y Carreras coincidiendo con el Mundial de fútbol de Roma en 1990 y el de Los Ángeles en 1994. Si en Roma fueron seis mil los oyentes en las Termas de Caracalla, al estadio Dodger de los Ángeles acudieron más de cincuenta mil enfervorecidos asistentes a esta sensacional actuación.

Mención aparte merece la interpretación de Turandot en la Ciudad Prohibida de Beijing en 1996 con escenografía del director de cine Zhang Yimou. Tras estrenarla previamente en Florencia, el impresionante escenario de la Ciudad Prohibida supuso un marco incomparable e irrepetible.

Pero la fama y el éxito son derivaciones secundarias, las consecuencias de un trabajo bien hecho. Mucho más meritoria y significativa es la actitud que el Maestro siempre ha mantenido hacia los grandes problemas de la humanidad. Con la madurez, su participación ha sido creciente en los acontecimientos económicos y políticos. Otro catalizador importante ha sido su compromiso con la causa de Israel. De los muchos conciertos realizados, se podría resaltar algunos especialmente emblemáticos. Uno fue el que tuvo lugar en junio de 1994 en un lugar de destrucción y de intransigencia. Con la Orquesta Sinfónica de Sarajevo interpretaron el Réquiem de Mozart en la bombardeada biblioteca islámica de Sarajevo. Aunque en el concierto propiamente dicho no pudo asistir ningún público, la actuación fue retransmitida por 26 cadenas de televisión.

Otro fue el concierto en Weimar del año 1999, ofrecido por la Orquesta Filarmónica de Israel y la Orquesta del Estado de Baviera. Músicos judíos y alemanes formaron una sola orquesta para tocar la Segunda Sinfonía de Gustav Mahler. Weimar fue ese año capital cultural de Europa y ese concierto se planteó como un signo de tolerancia, concordia y reconciliación. Finalmente, en el primer aniversario de la catástrofe del Tsunami, estuvo junto con la Orquesta del Estado de Baviera en Chennai, la antigua Madrás, asolada el 26 de diciembre de 2004. Desde su podio de Director, pidió donativos para las víctimas del desastre.

Podría seguir llenando páginas enteras enumerando acciones y actuaciones igualmente relevantes, pero más información aportaría poco más a lo esencial de su comportamiento profesional y vital.

No puedo terminar sin referirme a los vínculos del Mtro. Mehta con España y con Valencia. En 1964 tuvo el placer de colaborar con la Orquesta Nacional de España en la Alhambra de Granada. A uno de los ensayos previos asistió quien hoy es la Reina de España, acompañada por la embajadora de la India en Madrid, Desde entonces, el Mtro Mehta ha visitado nuestro país en múltiples ocasiones, con la orquesta Filarmónica de Israel, de Florencia, Nueva York, Múnich, Viena o la Sinfónica de Londres. A destacar su participación en 1992, en Toledo, para conmemorar los 500 años de la expulsión de los judíos de España. Plácido Domingo cantó el estreno mundial de la Pasión Sefardí de Noam Sheriff. O su actuación, ese mismo año, en la exposición Universal de Sevilla, con la Filarmónica de Israel.

Desde 2006, en la que se representó Fidelio en el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia, contamos con la inmensa fortuna de que Valencia se incluya entre los actuales "hogares profesionales" del Mtro. Mehta, junto a Israel y Florencia. Por su indiscutible dimensión universal, pero también por razones de proximidad y familiaridad se justifica sobradamente la espléndida acogida que ha tenido entre nosotros.

El círculo se cierra y retorno a mis reflexiones iniciales. La enseñanza última del Maestro Mehta es que las comparaciones simple y llanamente no tienen ningún sentido cuando las trasladamos al ser humano (raza, condición, sexo, ideología): todos somos iguales. Que esta lección de igualdad se desprenda de este ser excepcional nos debe mover a la reflexión y a la imitación. No hay mejor enseñanza que el ejemplo.

Así pues, considerados y expuestos todos estos hechos, dignísimas autoridades y claustrales, solicito con toda consideración y encarecidamente ruego que se otorgue y confiera al Sr. D. Zubin Mehta el supremo grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia.

Muchas gracias.


EMAS upv