Esa persona especial

“El valor real de una persona se mide por lo que da a los demás”. Esta paráfrasis del pensamiento del austríaco Viktor Frankl sirve para dimensionar la grandeza de una mujer nada acostumbrada a los focos, pero que siempre está allí donde hace falta ayuda.

Por eso, en un mundo donde muchas veces los premios se otorgan previo paso por caja o priorizando el marketing y/o el interés propios, los galardones merecidos saben especialmente bien. Y este es, sin duda, uno de los que hacen justicia.

Mª Amparo Quilis Nadal -para la práctica totalidad de la universidad, Amparo Quilis- ha sido reconocida por la Plataforma del Voluntariat de la Comunitat Valenciana con el Premio a la Personalidad Solidaria 2025, galardón que recogió con la ilusión de una niña el pasado miércoles en la Sala Alfons El Magnànim del Centro Cultural La Beneficencia.

“Siempre he tratado a los demás como me gustaría que me trataran a mí”

Nacida en Valencia, en el barrio de Ruzafa -“en casa, como solía hacerse antiguamente”- el 25 de noviembre de 1966, Amparo se crio “en un ambiente muy familiar, donde celebrábamos los cumpleaños juntos y los abuelos tenían un papel fundamental en nuestras vidas. Somos 4 hermanos y nos hemos apoyado siempre. Además, mis padres ejercieron una influencia muy importante. No les gustaba nada que discutiéramos, y siempre nos recordaban el valor de la familia… aunque algún zapatillazo, eso sí, también caía”, recuerda con su habitual alegría.

Afectada desde temprana edad por una discapacidad auditiva que le dificultó su formación escolar en una época “donde eso no se tenía en cuenta”, Amparo pronto desarrolló una especial habilidad para absorber información de su entorno y captar detalles gracias al lenguaje corporal o otros elementos no verbales. “No se me escapa nada”, presume de talento la actual responsable de Voluntariado de la Universitat Politècnica de València (UPV), que en todo momento mantiene una máxima como prioridad vital: “Siempre he tratado a los demás como me gustaría que me trataran a mí”.

Una vocación resultado de “pequeños pasos que me han llevado al lugar perfecto”

¿Dónde nace su vocación? “Creo que es el resultado de pequeños pasos que he ido dando a lo largo de mi vida y, al final, me han llevado al lugar perfecto”, explica ella misma. “Para mí, la empatía no es solo una palabra, sino una forma de vivir. Siempre he sentido la necesidad de ponerme en el lugar de los demás, de escuchar, de comprender… Incluso cuando una persona no se expresa con palabras”, añade.

“Es esa sensibilidad la que me ha llevado a involucrarme en acciones de voluntariado, porque creo firmemente que nadie debería sentirse solo ante una dificultad”.

“Ahora mismo, en el mundo del voluntariado, se están haciendo más cosas bien que mal”

Agradecida a su familia –“que me apoya y me anima a seguir adelante con todas mis propuestas”-, a la UPV –“por seguir confiando en mí después de 15 años”- y al equipo de voluntariado UPV –“sin ellos, no sería posible llegar tan lejos”-, Amparo reconoce que este premio significa mucho para ella: “No lo esperaba, pero me alegra profundamente. Reconforta saber que lo que hago está bien encaminado, me inspira y me compromete aún más a seguir trabajando”.

Además, lo hace en un ámbito, el del voluntariado, en el que la galardonada considera que, “en este momento, se están haciendo más cosas bien que mal. Se están creando muchas redes y sinergias muy interesantes, y el valor de las personas voluntarias es cada vez más reconocido”. Eso sí, todavía quedan cosas por mejorar. “La parte negativa”, señala, “es que en algunos sectores aún se ve al voluntariado como mano de obra barata”.

Ángela García, Pilar Santamarina, José Carlos Ayats, Rosa Puchades y Salomé Cuesta

En el recorrido vital que le ha llevado a ser una de las personas más queridas de la UPV, Amparo está especialmente agradecida a varios nombres propios, a las que cita y recuerda con cariño. Tras trabajar como dependienta en sus inicios y ejercer de administrativa en un almacén de joyería en el centro de Valencia -momento en el que flirteó también con el diseño de joyas-, opositó para entrar en la politécnica valenciana.

“Mi primer destino fue la Escuela Técnica Superior de Caminos, Canales y Puertos, como auxiliar de servicio, y guardo muy buenos recuerdos de aquella época, en la que, además, nacieron mis hijos -Celia, Jaume y Guillem-. Tras volver a opositar, llegué al Fondo de Arte, con Ángela García… Fue un gustazo, por su confianza y mi afinidad con el puesto, ya que en esos momentos estaba estudiando Bellas Artes”, cuenta Amparo.

“La relación directa en Rectorado con Pilar Santamarina, de la cual dependía el Fondo de Arte, hizo que nuestra relación fuera más estrecha, y fue ella quien vio en mí mi faceta más social. A partir de ahí, comenzamos a realizar campañas de sensibilización, y su confianza me hizo crecer y ayudar aún más si podía en las actividades del vicerrectorado, para lo que realicé el Máster en Responsabilidad Social Corporativa”, prosigue.

“Posteriormente, junto a José Carlos Ayats, fuimos creciendo en este ámbito. De esa etapa, destaco su apoyo incondicional y la confianza depositada tanto en mí como en los proyectos que le proponía, lo que la convirtió en una experiencia muy positiva y enriquecedora”, añade.

“A medida que avanzaba la legislatura, pasé al Vicerrectorado de Responsabilidad Social y Cooperación, con Rosa Puchades, quien logró que la acción social y el voluntariado fueran reconocidos como un servicio. Fue en ese momento cuando se creó la Bolsa de Voluntariado, y pasé 8 años muy intensos, pero con mucha gratitud y entusiasmo”, explica antes de señalar que, en la actualidad, trabaja con Salomé Cuesta, “quien confió en mí desde el primer momento y con quien seguimos creciendo en todos los ámbitos”.

“He puesto el corazón en cada paso, intentando estar siempre para todos y con todos”

“A lo largo de mi trayectoria personal y profesional, he puesto el corazón en cada paso, intentando estar siempre para todos y con todos”, afirma Amparo. “He aprendido a compaginar mi hogar, ser madre de una familia numerosa, estudiar y trabajar sin renunciar a seguir creciendo, procurando siempre dar un paso más, aprendiendo de cada experiencia y avanzando con ilusión”, concluye una persona clave en la extraordinaria reacción del personal de la UPV ante la tragedia del pasado 29 de octubre, una mujer que se multiplica para llegar a todo, ofrecer soluciones y llevarlas a cabo, además, siempre, con una sonrisa, esa que le ha hecho ganarse el cariño de una institución que, sin duda, se siente orgullosa de tenerla entre su equipo.