UNIVERSITARIOS DEL COLEGIO MAYOR ALBALAT COMPARTEN UN
PROYECTO EN LA "CIUDAD DE LOS NIÑOS" DE MONTERREY, MEXICO.



El proyecto de ayuda en la escuela "Ciudad de los Niños" en Monterrey (México) se ha llevado a cabo desde los días 16 de Julio al 2 de Agosto de 1997. El viaje de ida tuvo lugar en avión vía Londres y Houston. Desde esta última ciudad, el viaje se realizó en autobús. La llegada a Monterrey tuvo lugar el día 16 de Julio a las 7.00 am hora local, y nuestras actividades en la escuela "La Ciudad de los Niños" empezaron dos horas después, a las 9 am. Los componentes de esta expedición éramos un grupo de 6 estudiantes y profesionales jóvenes, cuatro de ellos son o han sido estudiantes de la Universidad Politécnica de Valencia, mientras que los otros dos son estudiantes en otras universidades. Los integrantes éramos: Germán Sastre, Romualdo Faura, Gonzalo Ruiz, Kike Taberner, Sergio Méndez, y Pablo Gil. Nuestro horario de trabajo fue de lunes a viernes de 8.45 am a 5.30 pm. Con ocasión del verano, la escuela había organizado un programa de ayuda escolar a niños de edades comprendidas entre 6 y 13 años consistente en algunas clases de formación básica para aquellos alumnos con poca educación. Por otro lado, aquellos niños que normalmente acuden a la escuela en invierno realizaron actividades dedicadas a mejorar su formación escolar: clases de dibujo, inglés e informática. Nosotros hemos impartido clases en todas estas áreas, aunque hemos ido cambiando de actividad de semana en semana, a lo largo de las casi tres semanas que ha durado el curso. Los alumnos provenían todos de la ciudad de Monterrey, y la inmensa mayoría son vecinos del barrio de Guadalupe, una zona pobre de esta ciudad con un alto índice de paro entre sus vecinos. Las subvenciones que los gobiernos local (Estado de Nuevo León) y nacional conceden a esta Escuela, de reconocido prestigio en la ciudad de Monterrey, hicieron posible que el curso costase una cantidad de dinero pequeña a los padres de los alumnos (200 pesos). No obstante, se dieron numerosas becas a los niños cuyas familias no podían cubrir esa cantidad, de tal manera que no les costase dinero. Esto incluía comidas, una camiseta, y visitas a museos de la ciudad, así como excursiones dos veces a la semana. Normalmente, el horario diario incluía deporte y juegos además de las clases.





Los alumnos estaban organizados en 7 niveles, cada nivel formado por 8-10 equipos, y cada equipo formado por 10-12 niños. En total había unos 450 niños. Pablo y Kike se encargaron del nivel 1, Sergio y Germán del nivel 2, y Romualdo y Gonzalo del nivel 7. Las actividades en cada nivel eran distintas y variadas y ocasionalmente los organizadores locales nos cambiaban de nivel para dar alguna clase a alumnos de otro nivel que no fuese el nuestro. En todo el curso había unos 40 monitores, cada uno de los cuales se encargaba de un equipo de niños. Los monitores eran en su inmensa mayoría ex-alumnos del colegio que voluntaria y gratuitamente tomaban parte de sus vacaciones de verano para ayudar en el curso. Nosotros nos integramos en el grueso de monitores y nos pusimos a disposición de los organizadores, en particular de Humberto Magallanes, el director del curso, que fue la persona que contactó con nosotros para pedirnos nuestra colaboración. Las actividades extra-escolares también han tenido cierta importancia, al menos desde nuestro punto de vista, puesto que han consistido en un trato también con las familias de los niños. Esto ha surgido de forma natural ya que las familias acudían a recoger a los niños al terminar las clases, y se mostraron muy interesadas en nosotros al saber que un grupo de españoles había venido de tan lejos para echar una mano. Eso nos ganó muy pronto su amistad, y pese a su precaria situación económica tuvimos numerosas invitaciones para ir a cenar a sus casas. En más de una ocasión tuvimos que rechazar alguna invitación porque sabíamos que era un esfuerzo un poco grande para la familia dar de cenar a 6 invitados. De todas maneras, desde un punto de vista personal, hemos podido comprobar -por esta y otras experiencias similares- la generosidad que se respira en el barrio de Guadalupe. Una vez acabado el curso nuestra experiencia es que los más pequeños no han aprendido un número extraordinariamente grande de cosas en tres semanas pero desde luego si que han mejorado quizás sustancialmente en sus ganas de enfrentarse a problemas intelectuales o de desarrollo de capacidades artístico-humanísticas. Junto a las clases, nuestra experiencia es que el trato personal con cada uno de ellos es lo más importante. Paso a contar algunas anécdotas que cada uno de nosotros pensó que eran significativas. Romualdo, encargado de las clases de dibujo encontró fácilmente aquellos niños que mostraban más cualidades para esta disciplina, solían tener un interés casi nulo en otras actividades digamos más intelectuales. Por un lado, esto sirvió para encontrar un punto de apoyo para niños que, de no ser por el dibujo no habrían podido resistir el curso. Me estoy refiriendo principalmente a niños de los niveles 1 al 3, es decir entre 6 y 8 años. A veces la motivación para el dibujo puede ser el punto de arranque para la motivación en otras disciplinas.





Kike se encargó de niños del nivel 1 y la verdad es que se los metió a todos en el bolsillo, no sólo a los de su equipo sino a los de otros equipos. Su experiencia en otras actividades similares le fue de gran ayuda y consiguió despertar el interés de todos hacia casi todas las actividades. Los niños de este nivel son muy despiertos, y con sus capacidades en plena expansión son tremendamente receptivos. Cuando se trata de aprender, las actitudes hostiles que pueden tener muchos niños (que sólo quieren jugar) son fácilmente vencidas cuando se fomenta una cierta competición entre ellos: "a ver quien lo hace mejor" solía ser la varita mágica con la cual se lograban casi todos los objetivos. Yo me encargué de niños del nivel 2 (7 años) y pude comprobar que son muy distintos de los del nivel 1 y muy distintos también de los del nivel 3. Pienso que hay algo especial en los 7 años: una cierta transición, quizás un mayor desarrollo de la conciencia del yo. Estos niños no son fácilmente "engañables" con la varita mágica que utilizaba Kike, aunque también da buenos resultados en no pocas ocasiones: sin embargo, son ya algo más mayores como para darse cuenta del truco. Mi mayor descubrimiento aquí ha sido que es la edad a la cual empieza a surgir levemente la "conciencia de grupo" que se desarrolla más plenamente a los 8 y 9 años. Sin embargo, los resultados obtenidos cuando se intenta fomentar o acelerar la conciencia de grupo son absolutamente fantásticos. El hecho de tenerlos agrupados en equipos facilitó enormemente este "experimento" y así mi equipo (Pumas), una vez fomentada la convicción de "tenemos que ser los mejores" comenzó a responder mucho mejor en las clases. La ventaja es que el curso estaba ya organizado de tal forma que por un lado se daba "puntos" a los individuos que hacían bien algo, pero esos puntos iban no para el individuo sino para el equipo. De esta manera, "Pumas" comenzó a remontar posiciones y acabaron los primeros. Casi todos los integrantes del equipo querían responder a las preguntas para dar puntos al equipo. Los otros equipos, que no fueron alentados así eran mucho menos "agresivos" Es muy importante también darse cuenta de que a esta edad casi todos los niños querían aprender inglés con un interés que superaba con mucho a los de niños del nivel 1. Otra consecuencia de la importancia del espíritu de equipo realmente llamativa es que al jugar a fútbol ("foot" como lo llaman ellos), "Pumas" fue el único equipo del nivel 2 en el que los integrantes se pasaban la pelota unos a otros: el resto de los equipos jugaban al estilo "melé" tan familiar en los niños pequeños (todos quieren ir a por el balón como si hubiera 22 equipos).

Gonzalo se dedicó a niños del nivel 7 (12 años). Aquí la experiencia es totalmente distinta a los niveles inferiores. Si bien ya tienen un cierto dominio de sí mismos, el principal problema con que -según Gonzalo- se encuentran es que no saben qué hacer con sí mismos: fundamentalmente "no saben para qué estudian" Por lo tanto, no estudian. Se detecta una apatía realmente notoria: el inglés, el dibujo, y las matemáticas no les motivan en absoluto. Están en una crisis bastante aguda (sobre todo si en los años anteriores han dedicado muchas horas diarias a ver la TV). Aquí Gonzalo encontró dos cosas importantes: tienen un cierto interés por la informática. Este es el punto que puede tirar de su motivación (al igual que el dibujo en algunos niveles inferiores), aunque obviamente esto sólo es verdad para una minoría. La segunda cosa que Gonzalo descubrió es que lo que más les ayuda es tener conversaciones personales con ellos, de tú a tú. Hacerse amigos de verdad y compartir experiencias. Por esta razón el sistema que Gonzalo ideó fue tener dos monitores en su equipo: mientras el otro se dedicaba a dar las clases, Gonzalo se iba a tomar alguna "coca" (así llaman a la coca-cola) cada vez con una persona, pero solamente una. Es muy notorio que el contacto con alguien mayor les motiva muchísimo: quieren aprender de la vida y para eso tener un amigo con más años que les cuente experiencias puede "despertarles" bastante. En tan poco tiempo, Gonzalo no supo decir si esto es una solución que desemboque en una mejora en su interés por el estudio, sin embargo en tres semanas se empezaban a vislumbrar esperanzas de cierto éxito





En fin, el terreno de las anécdotas sería interminable aunque pensamos que es lo más ilustrativo. Obviamente estas experiencias personales no iban encaminadas a lograr para nosotros un mejor "conocimiento" del niño mexicano sino a intentar ayudar lo más posible a todos intentando descubrir en cada uno la "chispa" de cualidades especiales para sacarlas a relucir y dárselas a descubrir, de manera que cada uno pudiese seguir cultivándolas por sí mismo en el futuro. Esto es lo que nos enseñaron los organizadores del campo de trabajo como lo mejor que podíamos hacer por los niños. Cada día cuando a las 5 pm terminaban las clases teníamos una reunión los 40 instructores, y además de algunos avisos de carácter general para mejorar el orden de las actividades y su aprovechamiento máximo, teníamos también un intercambio más de tú a tú entre instructor e instructor. Creo que fue ahí donde más aprendimos y de donde más ideas sacamos unos de otros. En cualquier caso, lo que si pudimos comprobar es que esos "antiguos alumnos" del Colegio, ahora instructores del curso de verano, queríamos que los niños aprendieran a ser personas responsables, generosas, y todas esas cosas que a uno le dicen de pequeño. Pienso que en el ambiente tan alegre de esta escuela, donde a pesar de faltar medios materiales sobra generosidad, todos esos ideales suenan bien y son ilusionantes. Como ya he dicho antes, los padres solían ir a recoger a sus hijos a la salida y para ellos los instructores éramos algo muy querido. En México la gente es muy agradecida: a los 6 españoles nos costó bastante decir adiós el 2 de Agosto por la tarde. Pienso que logramos el objetivo para el que habíamos ido y además nosotros también aprendimos bastante. Durante nuestra estancia en Monterrey no tuvimos mucho tiempo para "hacer turismo" dado lo exigente del horario del curso de verano. Unicamente nos limitamos a visitar México D.F. uno de los fines de semana. El viaje de vuelta lo realizamos en furgoneta hasta la frontera con USA (ciudad de McAllen), y luego en autobús hasta Houston, donde llegamos la madrugada del día 3 de Agosto. En Houston cogimos el vuelo de regreso el día 4 de Agosto a las 4 pm. Eso nos dio tiempo para visitar la ciudad, en particular el centro de la NASA (Johnson Space Centre), en el cual ya teníamos una cita con un guía previamente concertada. Llegamos a Valencia el día 5 de Agosto al mediodía.




Agradecemos enormemente a la Universidad Politécnica de Valencia (Oficina Verde) y a la Fundación Mainel, la ayuda que nos han prestado, sin las cuales el viaje no hubiera sido posible.

Valencia, 18 de Agosto de 1997