Hacía frío esa
mañana y después de dos días de lluvia
acabaron de caer las últimas gotas a las 7,30 horas.
Algunas/os pensamos que ese sábado de “caminata larga”,
la comida la hacíamos en la Fuente de la Terrosa,
nos iba a respetar la lluvia, como siempre,
desde que empezamos a salir “al monte” los segundos sábados de
mes,
Nos juntamos 10 en “el Casino”:
Virtu, Angelita, Luisa, Juan Carlos,
Salva, Juanjo, Carmen Buedo, Africa, Vicente y M.José,
a los que a la hora de la comida se nos unió Pepe y su
cesta de avituallamiento,
que vino en coche, obligado a reposar por un problema de rodilla.
Empezamos la subida al Castillo,
fácil por el frío a pesar del poco calentamiento;
nos detuvimos a mirar el pueblo una y otra vez,
a comentar entre nosotras/os la variedad de los verdes,
la limpieza en el ambiente, lo “recién fregado” del paisaje que
relucía.
No
había barro,
porque el monte sediento desde el verano se había tragado el
agua.
Llevábamos
2 botes de pintura “en spray”,
es el siguiente camino a homologar, y Virtu y Salva señalizaban.
Subimos a “La Reana” y luego un
poco mas para llegar por entre matojos,
aún por limpiar, al mirador de “La Lobera”,
llamado por alguna/o de nosotras/os “de Pepe”
por ser este el compañero que nos lo redescubrió este
verano,
y allí entre pinos almorzamos, serían las 11,30 horas.
Después todo bajada y
atravesando algunos campos de algarrobos,
sin tocar la carretera, llegamos a las 14 horas a la Fuente de la
Terrosa.
Comimos, nos reímos,
estábamos llenos de alegría
en unión con la belleza que nos rodeaba y volvimos al pueblo.
Bajamos, buscando el río y de allí por una senda
mágica,
llena de colores de otoño, llegamos a la Ermita.
En Gestalgar había boda y
entramos en la plaza justo a tiempo para ver a los novios,
eran las 17,50 horas.