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Luis Giménez Lorente

Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 12 de diciembre de 2003


Discurso

Excelentísimo Rector Magnífico.
Excelentísimos e Ilustrísimos Señores.
Señores Claustrales
Señoras y Señores.

Doble es el agradecimiento que tengo que manifestar a la UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE VALENCIA en mis primeras palabras: por mi nombramiento de Doctor Honoris Causa, alta distinción a la que tanto ha contribuido el cariño recibido por todos los miembros de esta Universidad, desde los estudiantes y profesores, hasta el Rector y también por la gran satisfacción que me produce tener la seguridad de que mis pequeños trozos de historia cartográfica, que durante más de medio siglo he ido recuperando, estudiando e identificando, van a ser conocidos por las nuevas generaciones de estudiantes y tal vez algunos se animen a profundizar en el apasionante mundo de la cartografía antigua.

Apasionante mundo, que durante tantos años me ha proporcionado muchas satisfacciones, y aquello que empezó siendo curiosidad por querer conocer más cosas de aquel pequeño mapa de Valencia que un día me regaló mi buen amigo y compañero mallorquín el Dr. Luis Alemany Vich, historiador, bibliófilo y coleccionista, se trasformó con el tiempo en mi gran pasión, a la que he dedicado en mi vida, muchas horas de ilusión y de trabajo.

Si al principio fui un autodidacta, sólo orientado por Luis Alemany, el ingreso en la Sociedad Española de Cartografía y en INCOS (Sociedad Internacional de Coleccionistas de Mapas), y más tarde, la participación en simposiuns y congresos, me permitió conocer y relacionarme con personalidades de la categoría de Ángel Paladini, Director entonces de la Cartoteca del Ejército, gran investigador al que tanto debo; Carmen Litter de la Biblioteca Nacional, Montserrat Galera del I. C. de Cataluña o Catedráticos como Agustín Hernando o José María Sanz, (ya fallecido) todos ellos, mis maestros y sobre todo mis amigos.

Inicié mi colección con mapas de los siglos XVI al XVIII, especialmente de Valencia, -lógica preferencia, pues no puedo olvidar que nací a cien metros del Miguelete-, y a ellos dediqué mi atención, consiguiendo reunir, estudiar y catalogar hasta treinta y tres mapas de impresión original que bajo la denominación de "Colección Valencia" constituyen una parte importante de mis fondos. Pero un día, visité la Biblioteca de la Fundación Bartolomé March en Palma de Mallorca y el contemplar la belleza de aquellos mapas llamados portulanos me despertó el interés por las cartas de marear. Estos mapas marinos sobrepasaban en exactitud a todos los anteriores y los primeros ejemplares datan del siglo XIII. Nacían de la experiencia y estaban destinados a la práctica. Pero a partir del siglo XVI los cartógrafos fueron enriqueciéndolos con bellas rosas de los vientos, navíos con las velas desplegadas y preciosas miniaturas transformándolos en verdaderas obras de arte.

Comencé a adquirir libros y facsímiles de mapas y atlas de cartas portulanas, reuní un importante número de datos de los autores más importantes e hice una relación de los portulanos datados, firmados y localizados que existen en España y que por desgracia no llegan a setenta.

Los magníficos estudios sobre Cartografía Mallorquina del matemático Julio Rey Pastor gran investigador de la cartografía portulana, -trabajos realizados a extramuros de su profesión, según él mismo comentaba-, me ayudaron a conocer esta parcela tan importante de la cartografía.

Nunca pensé que algún día un original de estos bellos portulanos llegaría a formar parte de mis fondos, pero en la vida de todo coleccionista siempre hay piezas que parecen movidas por la casualidad, la magia o el destino. En mí caso, fue un gran hallazgo y su historia se inició en mi propia ciudad de Valencia.

Un buen día un amigo vino a verme con una carpeta que, según él, contenía unos mapas de 1870 heredados de un familiar y que calculaba que habían estado más de cien años en el fondo de una caja fuerte. Apenas lo tuve en mis manos me di cuenta que se trataba de un códice del Siglo XVI, que el ocho de los ochocientos era un cinco de quinientos, que los mapas eran una maravilla y que la firma era de Joan Martines, el mejor Cartógrafo de su tiempo y Cosmógrafo de Felipe II. Le dije a mi amigo que aquello era, según mi opinión, una pieza valiosa.

Años más tarde, un acuerdo entre caballeros, algo que ya casi no se estila, me proporciona la gran satisfacción de incorporarlo a mis fondos. Tras realizar varios estudios, publicaciones y ponencias, con la inestimable colaboración del profesor Paladini quedó comprobada su autenticidad y entonces realicé un cuidado facsímil, pues mi deseo de siempre ha sido dar a conocer todo lo que creo puede ser de interés para los demás. El original, lo deposité en el Museo Naval con el fin de ponerlo al alcance de los especialistas donde estuvo expuesto en la "Sala de los Descubrimientos" junto al de Juan de la Cosa. Declarado Bien de Interés Cultural en el año 2002, se interesó por él el Patrimonio Bibliográfico Nacional y tengo el honor de que hoy figure entre los bienes de la Biblioteca Nacional, junto con el atlas que el mismo autor realizó años después para Felipe II.

Para mi seria un orgullo saber que mis colecciones y mis trabajos puedan contribuir modestamente a acercar y difundir las obras de los grandes cartógrafos de la historia. En mi día a día como coleccionista siempre he intentado tener presente su legado.

Si observamos los mapas llegados a nosotros, se aprecia que proceden de la traducción de la geografía de Ptolomeo o de las cartas náuticas.

A principios del Siglo XIV, cuando el Renacimiento despierta al mundo el interés por la cultura clásica, Emanuel CHCRISOLORAS tradujo del griego al latín la GEOGRAFÍA de PTOLOMEO. Basándose en esta traducción, su discípulo JACOBUS ANGELICUS, con la colaboración de NICOLAU GERMANICO, realizó el bellísimo códice que dedicó al Papa Pío II. De esta obra se hicieron varias copias manuscritas, conservándose uno de estos bellísimos ejemplares en la biblioteca de nuestra Universidad Valenciana procedente de la del Duque de Calabria.

La invención de la imprenta supuso un gran hito en la difusión de la geografía. En 1475 aparece la primera Geografía de Ptolomeo impresa y antes de finalizar el siglo ya se habían realizado trece ediciones. Muchos eruditos de la época publicaron la Geografía de Ptolomeo con sus propias interpretaciones. Y como anécdota recordaré que en 1533, el español Miguel Servet publicó y comentó una edición de Ptolomeo en Lyon. En contra de la creencia establecida, no fue la descripción de la circulación menor de la sangre, que tres años antes había publicado en su obra Christianismi Restitucio, por lo que sentenciaron a morir en la hoguera, fueron los comentarios sobre un pasaje de Tierra Santa de su Geografía uno de los cargos que aportaron los partidarios de Calvino al tribunal para que lo condenara, pero curiosamente unos años más tarde, se pudo comprobar que dichos comentarios no eran de Servet, ya que él se había limitado a copiarlos de una edición de la Geografía editada por otro autor en Strasburgo en 1525. Cosas que sucedían en la incomprensible Europa del XVI.

Luis Giménez Lorente

Un siglo más tarde, en 1570, la aparición del Theatrum Orbis Terrarum de Abraham Ortelius, con mapas mucho más precisos y perfeccionados, hizo perder interés histórico a las ediciones del Ptolomeo.

Es importante para mí hacer justicia y resaltar la figura de Abraham Ortelius. Nacido en Amberes, no fue un innovador científico (como su buen amigo Mercator). Su profesión fue la de comerciante que entelaba y vendía en los mercados de Frankfurt mapas y láminas. Dotado de gran inteligencia y vasta cultura, dominando el griego y el latín y buen conocedor de la cartografía de su tiempo; tuvo la genial idea de reunir en un libro los mapas que consideró más interesantes, pero antes seleccionó a los mejores grabadores, geógrafos y los más famosos impresores, para realizar su obra lo más perfecta posible. En el reverso de cada mapa añadía una reducida información sobre las tierras representadas. El éxito fue espectacular al poner al alcance de la sociedad de su tiempo, la posibilidad de conocer el mundo en que vivía.

La inclusión, hace ahora 420 años, cuando Valencia empezaba a decaer de su máximo esplendor del siglo XV, del primer mapa del Reino en el Atlas más importante de la Cartografía de todos los tiempos, el "Teatrum Orbis Terrarum" de Abraham Ortelius, del que en treinta años se hicieron 42 ediciones, rompió las barreras que limitaban el conocimiento de nuestro Reino, proyectándolo al mundo civilizado de aquellos tiempos. Y es él que inicia mi colección. Este magnífico mapa, fechado en 1584, es todo un homenaje al Reino de Valencia. En el texto en latín, al dorso del mismo, se lee una curiosa descripción de nuestro Reino indicando que comprende los antiguos Edetanos, Contestanos y parte de los Ilecabones, alcanzando el título de reino en al año 788, según las crónicas de Pedro Antonio Beuter. Comenta que está regado por el río Turium, según Plinio, y que llaman con vocablo arábigo "Guetalaviar", que en romance quiere decir "aguas claras y limpias". Describe la frondosidad de sus riberas salpicadas de rosas y otras flores y cita al río llamado Sucro y que "ahora se llama Xucar". Habla el texto de dos montes, Sierra Mariola y Peña Golosa, con sus plantas raras y medicinales que recolectan herbarios y médicos venidos de otras tierras. Continúa informando de la existencia de minas de hierro, plata y oro. Y hace referencia a sus porcelanas que se pueden comparar a las italianas, consideradas las mejores del mundo. Recuerda que Plinio llama a Valencia,de la que dice que dista del mar 3000 pasos "ciudad hermosa", y que para los romanos era la colonia "Iulia Valencia" y después de ensancharla y embellecerla la llamaron Valencia. Y termina diciendo que tiene entendido por Federico Furió Cariol, valenciano, hombre clarísimo, que las tierras son labradas por gentes nacidas de los moros que hoy tienen lengua y maneras de vivir de sus padres y abuelos, con el consentimiento del Rey y de la Inquisición.

Después del Theatrum Orbis Terrarum y hasta bien entrado el siglo XVIII, siguieron editándose Atlas, por flamencos, franceses e italianos y en casi todos ellos se incluían mapas del Reino de Valencia.

El español Tomás López Vargas realizó varios mapas de Valencia, el jesuita Padre Casaus, que vivió casi toda su vida en nuestra ciudad dibujó un interesante mapa por orden del Virrey de Valencia, que Juan Bautista Francia grabó, Tomás Vilanova proyectó e Hipólito Ricarte realizó un precioso mapa del Arzobispado, con una bellísima cartela barroca, pero sin duda es el valenciano Cavanilles el autor del mejor mapa del Reino, de los realizados con anterioridad a 1800.

Y termino.

Como además de querer conocer el pasado, me ha interesado el presente, hace más de una década decidí ponerme al día informatizando mis fondos. Luego, los progresos de la reprografía y la inestimable ayuda de Juan Antonio López Peñarrubia, me permitieron escanear y reproducir las quinientas piezas más interesantes de mis fondos, bien sobre papel o soporte magnético CD-ROM, consiguiendo dar un impulso importante a la difusión de mis colecciones.

Ahora, desde ya mis muchos años (casi 84) al repasar las horas de mi vida dedicadas a los mapas, las cartas náuticas, su estudio y hasta su contemplación, me alegra ver que han ocupado momentos muy felices de mi vida, y tengo que agradecer a Juliana, mi esposa y a mis hermanos y sobrinos que hayan soportado las rarezas de este viejo coleccionista, que le han ayudado siempre que los ha necesitado y se hayan complacido con el destino de mis fondos a esta Universidad. Estoy seguro de que sin su ayuda, mis trabajos habrían fracasado.

Un día el profesor Gaja, conocedor de mi colección, le hizo llegar al Rector el catálogo de mis fondos y mi preocupación por encontrarle un destino digno. Poco tiempo después recibí del Rector una amable carta interesándose por mis colecciones indicándome que me pusiese en contacto con el Director de la Escuela Superior de Geodesia, Profesor Don Manuel Chueca Pazos.

A los pocos días conocí al profesor Chueca, hombre inteligente de fuerte personalidad, que no venía a convencerme; venía a entusiasmarme en un proyecto estudiado con todo detalle. Unas reuniones de trabajo con el dinamismo que caracteriza al hoy mi padrino y amigo que, por las palabras que termina de pronunciar, ha dejado claro el aprecio hacía mi persona, consiguieron que en el mes de Junio estuviese concluido el documento regulador de donación de mis Fondos Cartobibliográficos a la Universidad Politécnica de Valencia.

Nuestro principal deseo es que la Universidad, en el desarrollo de su función de enseñanza, investigación y divulgación, sea nexo de unión con todos los que por interés científico o simple curiosidad, estén interesados en conocer la historia de la cartografía valenciana. Y estoy seguro de que la semilla que el viejo mapista deposita en la joven Universidad, bajo el exquisito cuidado del Profesor Chueca, fructificará y Valencia podrá disfrutar pronto de una Cartobilioteca orgullo de la Universidad Politecnica y de todos los valencianos.

Muchas gracias.


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