En 2006, se puso en marcha en la Universitat Politècnica de València un programa de mejora llamado Pegasus, impulsado desde Gerencia. Cualquiera que trabaje en la UPV lo conoce, puesto que en su momento supuso una pequeña revolución en la manera en que se hacían las tareas y actividades. Desde solucionar una avería de hardware hasta traducir un discurso a inglés, regularizar la estancia de un alumno extranjero o recoger residuos peligrosos. Los principales procesos que lleva a cabo la UPV en su día a día pasaron a estar identificados y documentados. Y nada volvería a ser igual.
Poco después, como consecuencia de todo ello, se lanzaron las encuestas de satisfacción. ¿Qué mejor manera de saber si un usuario está satisfecho que preguntándoselo directamente? En 2008, la UPV conocía, de primera mano y en rigurosa primicia, lo que pensaban la comunidad universitaria y la sociedad en general de los servicios que les había prestado en los doce meses anteriores.
Y la sorpresa fue mayúscula. Desde el primer momento, la comunidad se volcó a la hora de dar su opinión, por lo que las encuestas disfrutaron de una "fuerza representativa fuera de toda duda". Y, en cuanto a los resultados, no pudo haber un arranque más positivo: ¡La UPV contaba con un 90,1% de usuarios satisfechos, un umbral muy cercano a la excelencia!
Ahora, en perspectiva, se puede decir que la UPV lleva una década de valoraciones excelentes, 10 años consecutivos con más de un 88% de usuarios satisfechos, unos datos extraordinarios que la sitúan entre las administraciones públicas mejor valoradas. Porque, si extrapolásemos las cifras y las comparásemos con otros estudios de opinión pública (1), la UPV se colocaría en el pelotón de cabeza de las 43 instituciones y grupos sociales analizados. En concreto, ocuparía el tercer lugar, solo por detrás de los científicos (91,8%) y de los médicos de la sanidad pública (90,6%).
Siguiendo con esa hipótesis, el trabajo de la UPV estaría mejor considerado que el de los profesores de la enseñanza pública en general (84,4%); superaría en 18 puntos la opinión que los ciudadanos tienen sobre las universidades en general (70,2%) y rebasaría en más de 20 la valoración que en general se hace sobre los funcionarios (67%).
(1) Por ejemplo, el Barómetro de Confianza Ciudadana en las Instituciones elaborado por Metroscopia regularmente
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