Roger Kornberg (St. Louis, EEUU, 1947) fue galardonado con el Nobel de Química 2006,¿ por su trabajo sobre la estructura tridimensional del ARN polimerasa II de la levadura, un estudio fundamental para entender el proceso mediante el cual se copia la información del ADN al ARN.
Se da la circunstancia de que Roger Kornberg es hijo de Arthur Kornberg, que recibió el Nobel de Medicina, junto a Severo Ochoa, en 1959. Padre e hijo protagonizan, pues, uno de los pocos casos de Nobel en familia (a lo largo de su historia, los premios Nobel han laureado a 850 personas, lo que incluye once familias con más de un galardonado).
Hoy, Kornberg ha charlado con el alumnado de la UPV reunido en el salón de actos de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial. “Investigar es, ni más ni menos, tener curiosidad. Querer saber más sobre la naturaleza y sus fenómenos. Es buscar principios subyacentes y descubrir verdades fundamentales. Es una actividad interminable porque sabemos muy poco y queda casi todo por explorar”, ha explicado Kornberg.
En opinión del Nobel de Química 2006, la investigación básica es solo recomendable a aquellas personas con una vocación probada. “Se lo aconsejo solo a quienes, de verdad, se sienten atraídos por esta actividad. A ellos, les animo a que sigan, aunque sea difícil. Pero, para aquellos que tienen una inclinación diferente, les pido que busquen otras alternativas como la ciencia aplicada en la industria o la educación. Porque, en la investigación básica, encontrarán demasiados obstáculos”.
“Y es que la investigación es como un maratón. Implica asumir riesgos de futuro, porque no sabes qué te encontrarás por el camino o si lograrás llegar a algún fin. La ciencia aplicada o la formación universitaria, en cambio, son opciones menos expuestas, porque auguran resultados más predecibles,” ha explicado Kornberg.
Como Kornberg, Bernard Lucas Feringa (Barger-Compascuum, Países Bajos, 1951) es un apasionado de la investigación, en concreto del mundo molecular y su maravillosa belleza. “Me fascina el arte de las construcciones pequeñas. A escala molecular, encontramos un lenguaje universal, sin fronteras, que lo abarca todo, de lo más sencillo a lo más complejo”. Tanto es así que, en 2016 recibió el Premio Nobel de Química por el diseño y síntesis de máquinas moleculares.
Y no es el único encantado con las posibilidaes del mundo molecular. Al contrario, son legión. Los hay que trabajan en medicinas inteligentes, en músculos artificiales o en materiales que reaccionan a un estímulo. Incluso los hay que participan en carreras como la Nanocar Race. Feringa ha explicado que, en esta competición, los pilotos conducen moléculas mediante la punta de un microscopio de efecto túnel sobre una superficie de oro, que actúa de circuito. Un campeonato que no está al alcance de cualquiera y que, pese a su aparente frivolidad, sirve para avanzar en el desarrollo de las nanomáquinas capaces de realizar un trabajo real como, por ejemplo, llevar una carga molecular.
Para Feringa, el futuro está lleno de retos y oportunidades y la investigación es una aventura trepidante hacia lo desconocido. “A veces nos quejamos de que está ya todo descubierto, pero no es así. Detecto, por lo menos, cuatro grandes problemas que necesitan solución: cómo reducir el CO2, cómo reciclar materiales, cómo volar sin queroseno y cómo alimentar a la población actual del planeta.”
Y a quienes piensan en dedicarse a la investigación, les aconseja que persigan su sueños. “Confía en tus posibilidades, descubre en qué eres el mejor y ponte metas a la altura que tú quieras.Trabaja duro, pero, sobre todo, trabaja con inteligencia. Haz caso a lo que diga tu tutor, pero también, de vez en cuando, sáltate su consejo y actúa según tu propio criterio”.
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