INICIO | INTRODUCCIÓN | CAPÍTULO 1 | CAPÍTULO 2 | CAPÍTULO 3 | CAPÍTULO 4
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de La Vida Embarazada. Una teoría global sobre la vida terrestre y la evolución
por Miguel García Casas.
Nosotros somos nuestro gran enigma,
y es así en cuanto no tenemos idea clara, no solamente de nuestra propia
naturaleza, sino tampoco de todo el sistema vivo y no vivo que nos rodea. Diversos
aspectos característicos nuestros nos pueden ofrecer algunas referencias
interesantes. Somos una especie guerrera, al menos no hemos dejado de mantener
guerras sobre la superficie terrestre desde el neolítico. También
se da un fuerte componente científico y tecnológico en nuestra
cultura. Por otro lado la creencia en la existencia de un sentido en el Universo,
percibido a través de las religiones, es una constante de las culturas
humanas. La carrera espacial es otro factor que incluso no llega a ser comprendido
por muchas mentes lúcidas de nuestro tiempo, pero sin embargo está
ahí. Un desmedido gasto en oposición lógica con la desigual
distribución de la riqueza que mantiene en la miseria, cuando no en el
hambre, a una parte importante de la humanidad. Todos estos factores sostienen
una fuerte interacción entre ellos y quizás sean claves para comprender
el gran enigma...
Sumario del capítulo 5
- La religión, un presentimiento de una realidad superior
El hombre pertenece al orden de los primates, grupo de mamíferos caracterizados
por tener las manos -y a veces también los pies- prensiles, pulgar oponible
a los demás dedos, órbitas sobresalientes hacia adelante y notable
desarrollo del cerebro.
El siguiente gráfico muestra en términos de divergencia la distancia
dentro de este orden. Las unidades que aparecen lo son de divergencia. Así
la distancia entre el hombre y el chimpancé es de 1 en comparación
con la distancia entre los monos del nuevo mundo y los antepasados comunes de
los monos y los antropoides que es de 7.
DIVERGENCIA DENTRO DE LOS PRIMATES
Si Darwin estuviera en lo cierto, posiblemente hace 10 millones de años
un homínido hoy en día desconocido (el eslabón perdido)
habría comenzado la evolución humana. Este supuesto eslabón
se apartaría de la línea que daría origen al chimpancé
y al gorila hace aproximadamente unos 4 millones de años. Se supone que
su capacidad cerebral sería escasa, no superando los 350 cm3 y que al
andar se apoyaría en los nudillos. Presumiblemente la única tecnología
poseída por este organismo consistiría en manejar algunas ramas
que podría transportar en los nudillos mientras andaba.
Posterior al teórico eslabón perdido, hemos encontrado en el registro
fósil una forma homínida que vivió hace unos 4 millones
de años en Africa. Clasificado como Australopithecus, tenía una
capacidad craneal de 450 cm3. Poco más tarde a su aparición surgían
los primeros instrumentos líticos fabricados de silex y piedra tosca.
El Australopithecus andaba ya en bipedestación pero su postura no era
totalmente erguida.
Hace aproximadamente 1,5 millones de años aparece el Homo erectus cuya
postura era totalmente erguida gracias a una pelvis moderna. Su cráneo
y mandíbula son totalmente primitivos, alcanzando una capacidad craneal
de 850 cm3. Sus instrumentos líticos están trabajados por las
dos caras y constituyen lo que hemos llamado la industria lítica acheliense.
100.000 años antes de nuestro tiempo, aparece el Homo sapiens en forma
de hombre de Neanderthal -Homo sapiens neanderthalensis-. La forma del cráneo
de éste no es totalmente moderna, pero su capacidad cerebral es comparable
a la del hombre actual. Sus instrumentos líticos, más perfeccionados
que los achelienses, constituyen la industria musteriense.
Hace 40.000 años aparece el Homo sapiens, de cráneo menos robusto,
y de capacidad craneal algo menor; fabricaba ya algunos instrumentos de tipo
ceremonial como hojas y estatuillas. Su industria es más perfecta y ya
elaboraba agujas, arpones y punzones.
En todo este proceso evolutivo se muestra una correlación entre el aumento
de la capacidad craneal y una mayor capacidad de fabricar instrumentos cada
vez más perfectos. No podemos demostrar directamente que el cerebro contenido
en cajas craneales más pequeñas era también más
pequeño, sin embargo esta relación parece lógica. El hombre
habría desarrollado paralelamente el cerebro, su órgano comprensor
del mundo y sus manos, los órganos constructores de estructuras tecnológicas.
El problema de la determinación del origen del hombre responde a la tipología
general de todo el conocimiento humano. Sherwood L. Washburn expone que las
ideas sobre la evolución humana se basan en datos muy poco fidedignos
y que lo que -al menos teóricamente- debería ser un sencillo problema
como determinar el origen geográfico del hombre, bien sea africano, asiático
u otro, está a la espera de más pruebas de las existentes. No
obstante el hombre debe utilizar su razón para encontrar explicaciones
lógicas. Otro problema es que cuando hay más de una explicación
lógica, como máximo sólo una puede ser verdadera y resulta
muy difícil, si no imposible, saber cuál es.
Para un conjunto notable de autores el hombre es fruto del azar; en concreto
para Ruiz de Gopegui es más una casualidad cósmica que una necesidad
biológica. Este autor divide la evolución del Universo en dos
fases diferenciadas: la atomicaquímica y la biológica. En la primera
las leyes deterministas de la física juegan un papel determinante, los
sucesos casuísticos también intervienen pero lo hacen relegados
a un segundo término, y la materia se ordena disfrutando de un número
pequeño -en términos relativos- de grados de libertad(1).
En la fase biológica el azar es el que juega el papel preponderante,
las leyes deterministas de la física quedan relegadas a un segundo término
y los grados de libertad bajo los cuales se ordena la materia animada se hacen
prácticamente infinitos, de este modo la diversidad biológica
alcanza valores muy altos. El modo de pensar de este autor da un papel importantísimo
al azar(2).
La inteligencia humana, una característica intrínseca del hombre, es algo más que una propiedad aislada del resto del cuerpo humano. La existencia de grandes cerebros no implica que en ellos resida la inteligencia. Las ballenas y los delfines poseen grandes cerebros desde hace 35 millones de años y sin embargo carecen de inteligencia. La inteligencia no es consecuencia de la aparición de un órgano muy bien dotado, sino que proviene de la interrelación de varios órganos: el cerebro, los ojos, los oídos, los órganos vocales, las manos. Con las manos se pueden fabricar instrumentos y aplicar fuerzas.
La historia del hombre está ligada a su tecnología. Tanto su prehistoria
como su historia se puede datar perfectamente por el acceso que ha tenido a
la fabricación de artefactos cada vez más sofisticados. La edad
de piedra, la de bronce, la de hierro, no sólo han implicado el huso
pacífico de estos materiales, sino que los pueblos que han accedido a
las mejores armas han dominado a los otros.
Para conseguir niveles tecnológicos complejos el hombre no sólo
ha necesitado de sus manos, sino que ha sido fundamental e imprescindible para
él dominar el fuego. La edad del bronce y del hierro van ligadas a las
temperaturas que en ambas épocas se pudieron alcanzar en los hornos mediante
el uso del fuego. Con toda probabilidad el lector habrá experimentado
alguna vez el poder de seducción del fuego. El hombre es capaz de pasar
horas y horas mirándolo. El fuego atrae al hombre; sin embargo repele
a los demás animales. El fuego da forma a los instrumentos tecnológicos,
pero sin embargo también parece que ha dado forma al hombre. Así
la posesión de un mentón prominente se explica porque los dientes
han perdido tamaño puesto que con el fuego los alimentos se cocinan y
no son precisos dientes tan poderosos; éstos se han reducido y como resultado
el mentón es más grande de lo necesario para sostener la dentadura
humana.
Aunque pensemos que estamos en la era atómica o en la espacial, sin embargo
los humanos seguimos en la edad del fuego, puesto que los artilugios de media,
baja o alta tecnología necesitan del fuego previo a la forma.
Por otro lado la tecnología va unida a la guerra. Es posible que el aspecto más interesante del hombre para un extraterrestre fuera su capacidad para hacer la guerra. El hombre es guerrero y habría que considerar si se puede ser guerrero en la naturaleza sin estar programado, pues no hay cosa de peor gusto ni más horrible. Sin embargo en las sociedades pacíficas -que tienen la suerte de estar en paz de momento- se celebran fiestas referentes a batallas y otros hechos guerreros para resaltar la propia identidad y las diferencias con otros pueblos y situaciones históricas.
Courtin escribe: "La guerra ha existido muy anteriormente a la agricultura
y a la ganadería, e independientemente de éstas, en la mayoría
de las poblaciones de cazadores-recolectores del Viejo y del Nuevo mundo, ya
sean mesolíticas, subactuales o contemporáneas. No obstante estos
conflictos nacidos casi siempre de la acumulación de los bienes de consumo
y por consiguiente, quizá más frecuente a partir del Neolítico,
permanecieron a una escala muy modesta, que en realidad apenas justifica el
término <guerra>, hasta la aparición de las armas de metal,
las únicas que han podido dar a la guerra su verdadera dimensión
y su temible aspecto. Desde entonces, cual planta venenosa y maléfica,
no ha cesado de extenderse y de emponzoñar la Tierra".
Otro aspecto interesante es que el hombre tiene unas capacidades intelectuales
que hacen la guerra lógica. Tito Livio (59 a.d.c.- 17) historiador romano
escribió : "La guerra es justa para aquellos a quienes es necesaria,
y son sagradas las armas de aquellos a quienes no queda otra esperanza."
También Luis XIV dijo: "La guerra, cuando es necesaria, no sólo
es una justicia permitida, sino una obligación realizarla; pero es una
injusticia cuando se puede pasar sin ella y es posible obtener el mismo fin
por medios suaves."
Lo que estas frases denotan es que siempre hay un punto en el que la razón
humana no sirve para evitar la violencia. Ambos coinciden en que hay ocasiones
en que la guerra es justa indicándonos por un lado una limitación
del hombre y por otro una condición que arrastra: el hombre es un animal
guerrero. En esta línea vienen las palabras de Ambrose Gwinnet Bierce
(1842-1914), escritor y periodista estadounidense que dijo: "La guerra
es un método de desatar con los dientes un nudo político que no
se puede desatar con la lengua.". De otro modo, cuando las palabras no
sirven, que siempre hay ocasiones en que no sirven, sirve la guerra.
La guerra, en términos energéticos, es más esforzada que
la paz. En la guerra los combatientes se esfuerzan al máximo, poniendo
en peligro sus vidas de tal modo que en muchos casos las pierden. Gastar más
va contra la ley del mínimo esfuerzo, y para ir contra esta ley debe
existir un condicionamiento orgánico. Este condicionamiento debe existir
y desde este punto de vista la guerra vendría simplemente con que un
pueblo se sentara a esperarla. La guerra sería un principio activo del
hombre y la paz quedaría restringida a un período intermedio entre
guerras en la que los pueblos recuperaran fuerzas(3).
Desde este punto de vista la búsqueda de la paz sería la conducta
que iría contra corriente, la guerra sería lo natural. Es necesario
ser activo para mantener la paz, porque en ésta se encuentran los gérmenes
de la guerra. Las diferencias lingüísticas, religiosas, culturales,
económicas, el choque de intereses, el instinto agresivo, todas ellas
propiedades humanas y por tanto naturales al hombre, nos hacen vivir en un planeta
que decimos que está en paz cuando existen en él una docena de
guerras declaradas.
Nada ha potenciado más la tecnología en la historia del hombre
que la guerra. La misma penicilina que fue descubierta en 1929, no fue desarrollada
hasta los años de la segunda guerra mundial; se ha dicho que con objeto
de llevar más pronto los heridos al frente, una vez recuperados. Todos
los aspectos del conocimiento humano son potenciados para la guerra con presupuestos
económicos que de otro modo no pudieran soñar ni los científicos
más optimistas, desde la psicología a la electrónica, desde
los explosivos a la genética, desde el átomo al espacio exterior.
Parece ser que sin la guerra estaríamos todavía en las cavernas.
Ciencia
y religión. Una cuestión de tener fe en la ciencia, o de no necesitar
la ciencia para tener fe.
El conocimiento es o produce un almacén de información, y la información es poder. En la lucha humana por el poder se tiende a incrementar los conocimientos en competencia con otros. Pero no sólo a aumentarlos, sino a aplicarlos, a invertirlos en tecnología. El poder y la tecnología se confunden en una sola imagen, y la lucha entre poderes lleva al desarrollo de las tecnologías.
Junto al lenguaje, al que ya se ha dedicado un apartado, dos de los fenómenos
característicos del hombre son la religión y la ciencia. Aunque
en un principio pudieran ser considerados como antagónicos, guardan entre
sí una serie de notables similitudes. Ambos constituyen sendos cuerpos
de conocimiento humano, dos intentos de conocer y situar la naturaleza del hombre
dentro del Universo, que a partir del lenguaje tienden a utilizar la razón
con todas sus limitaciones en la búsqueda de respuestas ante la problemática
vital de nuestra especie en el marco universal.
Aunque muchos autores tienden a oponer ambas fuentes de conocimiento, sin embargo
otros no consideran oportuno hacerlo. Así Paul Sabatier escribe: "Contraponer
la ciencia con la religión es cosa de gente poco experta en uno y otro
tema." En general los científicos tienden a comenzar planteando
cuestiones puntuales para terminar abordando temas globales y a menudo intentando
realizar incursiones en las problemáticas teológicas. En palabras
de Max Plank: "Para las personas creyentes, Dios está al principio;
para los científicos al final de todas las reflexiones".
Esencialmente existe una diferencia metodológica y de principio entre
la religión y la ciencia. En la primera se antepone la fe, un principio
basado en la creencia, en un conocimiento intuitivo de las realidades, que existe,
se desarrolla y estimula a partir de determinadas técnicas y con la fuerte
influencia de las tradiciones y de los legados que han transmitido determinadas
personas que han vivido experiencias religiosas.
Sin embargo la ciencia se fundamenta en la duda que frente a un problema el
científico plantea. De este modo, al intentar eliminarla por métodos
racionales y acudiendo a la experimentación siempre que sea posible o
a la constatación de claves lógicas a partir de los datos que
se muestran en el entorno y su tratamiento mediante modelos logico-matemáticos
es posible, en muchos casos, enunciar una clave racional en el fenómeno.
Es evidente que la ciencia mantiene un contacto más cercano con los desarrollos
tecnológicos que la religión. La ciencia trata de cerca los problemas
modernos de las sociedades, pero en las cuestiones comunes al hombre a través
del tiempo, tal como la moral individual y social, la muerte, la angustia vital,
etc. las posturas religiosas representan una opción válida para
muchos, que pueden ser rechazadas en función de la libertad humana en
elegir una opción y en la ausencia, en muchos casos, de verdades taxativas.
La religión es un fenómeno universal a todos los pueblos y sociedades
que, con variantes culturales, demuestra el condicionamiento de la naturaleza
humana a mantener este tipo de vivencias.
Religión y ciencia tienen sus aspectos negativos derivados de la naturaleza
humana de quien las sustenta. Las distintas religiones han sido factores de
divergencia entre los pueblos, que en muchos casos han servido como un motivo
más para empujarlos a la guerra, o bien para mantener sistemas políticos
de dudosa legitimación moral.
La ciencia, que por otro lado se ha querido mantener al margen de cualquier
toma de postura moral, tiene sin embargo una larga historia de servilismos ideológicos,
políticos y económicos, y de creadora de armas terribles al servicio
de las más crueles guerras, que hace dudar de su pretendida asepsia.
Mark Walker, profesor de Historia en el Union College de Nueva York, ha escrito:
"Es evidente actualmente que la ciencia en general, y la física
en particular, están politizadas. Entre el comienzo de la primera guerra
mundial y el fin de la segunda, se asistió a una politización
irreversible de la ciencia en Alemania. Esta politización empezó
con una publicidad excepcional de la teoría de la relatividad de Einstein
y terminó con la carrera de armamentos nucleares. Aunque Alemania fue
el primer país en experimentar una tal politización, no tardaron
en seguirle otros países. Despues de Hirosima, la ciencia estuvo politizada
en todas partes".
Distintos filósofos han planteado objeciones importantes al corpus de
la ciencia, y a mi entender dotadas de suficiente razón. En un ensayo
publicado en Nature en 1987, dos físicos se quejaban de que el escepticismo
público hacia la ciencia no dejara de crecer. Atribuían esta tendencia
a cuatro filósofos que habían atacado las ideas tradicionales
de verdad y progreso científico: Karl R. Popper que propuso que las teorías
no pueden ser probadas sino falsadas; Imre Lakatos, que sostenía que
los científicos se niegan a aceptar pruebas que vayan en contra de sus
teorías; Thomas S. Kuhn, que arguye que la ciencia es una actividad más
política que racional(4) ;
y Paul Karl Feyerabend que habla de la tiranía de la verdad.
Según éste último los científicos desarrollan y
sostienen sus teorías irracionalmente, puesto que no hay normas generales
por las que establecer la verdad. "Todo vale", dice. Para él
en el desarrollo de un argumento cuenta más la retórica que la
verdad, la verdad misma es un término retórico. En palabras suyas:
"El mundo es realmente abundante y no hay cometido que no trate de recortar
esta abundancia. Para empezar el sistema perceptivo lo recorta, o no podríamos
sobrevivir. Y ahora científicos y filósofos la recortan aún
más. Un aspecto del pensamiento humano que está amenazado es la
convicción -que toma cuerpo en la religión- de que el Universo
tiene un porque trascendental". "No puede ser que el Universo simplemente
haya hecho ¡pum!, y haya seguido a partir de ahí, desarrollándose.
¿Hay algo más? ¡Tiene que haberlo!".
Desde un punto de vista didáctico-metodológico hibridar ambos
métodos no es correcto. Los principios fe-duda son incompatibles desde
el campo científico y detectar la creencia dentro de un proceso lógico-científico
invalida pretendidas certezas en las conclusiones. El científico deberá
siempre advertir que cree algo(5).
Sin embargo desde el punto de vista religioso el razonamiento llevará
al sujeto a primar la fe sobre la duda manifestada.
Previamente al nacimiento de la ciencia el hombre tenía respuestas sobre
su propia naturaleza, que surgían ante sensaciones que le condicionan
y que le llevan a preguntarse cuál es su papel en el mundo, en el Universo,
y que hay más allá, en esa dirección que nos rebasa como
seres vivos. Las distintas religiones ofrecen una respuesta común: existe
un presentimiento una especie de concepción de algo que nos rebasa y
en lo que estamos integrados.
Bajo reflexiones teológicas no sabemos qué es Dios. Evidentemente
este concepto está más allá de nuestra razón, en
un punto, al que si queremos llegar debemos tomar una opción y decidir
si creemos en él o no. Nada puede ni demostrar ni negar racionalmente
su existencia. Sin embargo sí existe un mecanismo común que nos
hace intuir a los hombres algo. No es tampoco homologable la creencia en Dios
con la pertenencia a una religión; muchos hombres no son practicantes
y sin embargo confiesan su creencia en un ser superior, y otros que incluso
han podido manifestarse ateos han apelado a Dios en momentos críticos.
Podríamos pensar que la creencia en un dios o dioses pertenece a nuestro
inconsciente colectivo postulado por Jung o que incluso, como sugiere Dawkins,
pueda ser un tipo de unidad inmortal llamado meme, aunque la causa por la que
se encuentra esta idea en nuestro subconsciente sea discutible. La intuición
de un ser o estructura superior con la que nos encontramos integrados es bastante
difícil negarla.
Se podría pensar que el germen del concepto de dios nos viene heredado
evolutivamente a partir de la estructura social de grupos de mamíferos
en los que existen machos dominantes. Este tipo de jefes de grupo ejercita su
autoridad, a la vez que da orden al grupo y mantiene su cohesión. El
hombre habría "humanizado" y racionalizado esta conducta y
habría extrapolado el macho dominante al más allá, de tal
modo que a la hora de producir una visión cosmogónica la habría
impregnado con estos tintes heredados genéticamente. Sin embargo también
nuestra razón podría haber eliminado esta creencia y no lo ha
hecho. Por otro lado esta visión del Universo como el dominio de un macho
dominante no parece ser general, el budismo, por ejemplo, ha sido definido como
una religión sin dios. Las religiones animistas creen en una integración
del hombre en la naturaleza, que sus muertos están en los árboles
y en las aguas de sus ríos, formando parte de la Tierra que habitan.
La
religión, un presentimiento de una realidad superior
Es posible que en las religiones afloren a modo de vagos presentimientos ideas que pudiéramos haber percibido subliminalmente, referidas no sólo al mismo hombre, sino también a un sistema superior del que pudiéramos formar parte, pero que con el uso de nuestra limitada razón no hemos podido descifrar correctamente.
¿Puede ser la religión un continente cuyo contenido son intuiciones
de un sistema superior al que pertenecemos, al que no somos capaces de percibir
en su realidad, pero que llega a nosotros desdibujado en un conjunto de difusos
presentimientos que nos han hecho interpretarlo de manera distinta a los diferentes
pueblos, pero con unas características básicas comunes?
Para Wittgenstein lo místico mostraba una realidad a la que el lenguaje
no puede acceder. En palabras suyas "lo inexpresable, ciertamente existe.
Se muestra, es lo místico".
La palabra religión viene de religare -ir al origen-. Parece ser que
los primeros dioses que el hombre adoró eran femeninos. Las primeras
estatuillas que hemos encontrado en hallazgos arqueológicos, y a las
que les suponemos el papel de diosas, eran mujeres. El hombre adoraba a diosas,
porque veía en la mujer el origen de la vida. Incluso en religiones como
la cristiana, de marcado carácter sexista masculino, la figura de la
Virgen María toma un carácter extraordinario, a pesar de no ser
dios, ni un miembro de la Trinidad. Sin embargo en el dolor, en la pena y en
la soledad siempre nos acordamos de nuestra madre, nuestro origen, e incluso
la figura del padre sufre -desde mi punto de vista- una marginación extraña.
El origen y el fin, el principio, la fuente, el destino, el más allá,
el significado de las cosas, el todo, la parte, y nosotros aquí matando
y muriendo, guerreando y luchando, amando y odiando, engañando y engañados.
¿Y para qué?
Objeciones similares a las que podemos poner al concepto de especie, como unidad
de referencia para conocer la evolución, es aplicable para el concepto
de dios y la percepción de la cosmogonía. Un examen racional de
la religión plantea un problema primordial: no sabemos qué es
Dios, y a su vez él es la referencia nuclear dentro del campo de la fe.
Si no sabemos qué es Dios, el error que arrastramos al definirlo va a
impregnar todo el saber al que la religión nos puede llevar. El mensaje
religioso va a ser como mínimo tan confuso como confusa sea la referencia
más importante y básica, siendo ésta Dios. Tengo la impresión
de que cuando escucho manifestaciones religiosas sobre aspectos cosmogónicos
se me está transmitiendo una imagen borrosa de la realidad, pero que
la realidad está contenida en ese mensaje. El hecho de que la realidad
se nos muestre borrosa es lo que hace que al interpretar la imagen, existan
diferentes posibilidades, y que cada religión transmita una imagen pretendidamente
clara de una visión obligadamente borrosa. Entre el complicado mensaje
que nos transmiten las religiones debe haber una parte fruto del error humano
en la apreciación de las realidades, sin embargo hay una parte que sí
debe ser real. Cada una de las religiones es inconsciente sobre cuál
de las partes de su discurso es más real que otras, y sin embargo debe
existir esta diferencia entre las partes de su discurso.
No obstante la parte real del discurso cosmogónico, perteneciente a cada
una de las religiones, debe tener más probabilidades de encontrarse en
otras, y debe constituir a modo de un factor cuasi común del conjunto
de ellas.
El hinduismo es una religión con 3.500 años de antigüedad.
En realidad el nombre con el que la conocen sus practicantes es Sanatana dharma,
cuyo significado es "el orden eterno". En origen conciben un dios
principal e inmutable, Brahma, cuya percepción se mejora con la existencia
de una trinidad la trimurti, constituida por Brahma, dios creador, Visnu conservador
y Siva destructor. De este modo vemos reflejado en la cosmogonía hindú
tres principios universales, el principio de conservación, el de creación
y el de destrucción. Existen tres conceptos fundamentales: el dharma
que es la estructura fundamental que da unidad al mundo, el kharma o responsabilidad
que cada individuo acumula según sus actos, y el samsara o reencarnación
de las almas. En otras palabras para moverse en un escenario en el que existe
un principio conservador, otro creador y otro destructor, es necesario que éste
esté estructurado; es necesario realizar acciones positivas para alcanzar
una solución satisfactoria en un proceso de continuas reencarnaciones
inevitables.
El budismo, con 2.500 años de existencia, puede definirse como una religión
para santos que no posee dioses. Esta religión sostiene que el hombre
vuelve a nacer, es decir: renace, frente al hinduismo que se limita a hablar
de la reencarnación. Los individuos pueden librarse del castigo eterno
de las continuas e infinitas reencarnaciones a través de la consecución
del nirvana, una especie de consciencia cósmica diluida en la nada, que
se obtiene mediante el perfeccionamiento conseguido a través de las diferentes
vidas. El canon budista mahayana considera incluso al ascetismo personal como
un simple medio para llevar la salvación a todo el Universo. El budismo
arrastra conceptos referentes a conciencias cósmicas y salvaciones universales.
En su corpus el budismo parece percibir a un hombre con un destino en un Universo
estructurado.
El animismo no es una religión, sino un conjunto de religiones propias
de las sociedades tribales de los pueblos indígenas de África
y América. Para los animistas toda manifestación de la naturaleza
tiene alma, bien sea montañas, árboles, pájaros. El alma
constituye la vida del cuerpo y se identifica con la sangre, la respiración,
la luz, el fuego, etc. La muerte no se contempla como el fin de la vida, sino
como tránsito para volver a la vida y renovarse. Para el animismo no
existe trascendencia, es decir el hombre no posee un destino o finalidad independientemente
de la naturaleza, es a la vez modelo y parte integrante de ella. En el animismo
existe un Ser supremo que se diluye con la creencia de los individuos en espíritus.
En Norteamérica llegaron a hablarse 200 lenguas indias diferentes, curiosamente
ninguna poseía un vocablo para definir la religión. Para el indio
todo lo que le rodeaba era vida, naturaleza y por tanto religión, no
se podía diferenciar la religión del resto. Poseían una
concepción monoteísta, dándole al gran espíritu
distintos nombres, según su cultura, los pies negros, arapahoes y cheyenes
los denominaban Manitú(6)
, los iroqueses lo llamaban Orenda mientras que los shoshones lo conocían
como Tam Apo.
Es evidente que todas estas religiones animistas tienen una gran identificación
del destino del hombre con la naturaleza. Existe una cierta variedad al considerar
cuál es el lugar dónde se ubica el más allá para
estas religiones, pero para la mayoría de ellas se encuentra en un lugar
alejado, algunas incluso hablan de más allá del Sol, en el cielo
o entre las estrellas.
Para la milenaria filosofía china el camino de la sabiduría conduce
a la inmortalidad. El taoísmo y el confucionismo mantienen entre ambos
350 millones de creyentes. El taoísmo es más propiamente dicho
una religión que el confucionismo; éste último más
bien es un conjunto de normas morales sin credo ni culto. Ambas corrientes asumen
el tao, un camino, un principio supremo que conlleva una virtud, el tao-te.
El hombre debe asumir a través de un proceso paradójico llamado
wu-wei, la no acción o no interferencia en el curso natural de las cosas.
Taoísmo y confucionismo también asumen la existencia de un ritmo
cósmico influido por el yin y el yang, ambos complementarios entre sí,
y además la existencia de la analogía entre el macrocosmos y el
microcosmos.
Resulta interesante la conclusión de no interferencia en los avatares
del mundo. El hombre no debe interferir, no debe oponerse al curso normal de
las cosas, y esto puede ser aplicado a la naturaleza. El sistema mantiene un
ritmo cósmico y además muestra una influencia el macrocosmos,
o estructuras de orden superior, sobre las estructuras del orden inferior o
microcosmos.
El judaísmo, cristianismo e islamismo, son tres religiones claramente
emparentadas. El judaísmo es una religión minoritaria que ha dado
origen a las otras dos citadas, puesto que Cristo era judío y el Islam
asume a Cristo como uno de sus profetas. La Biblia judía es una colección
de libros sagrados referentes a diversos temas y en los que se citan frases
muy interesantes e historias sugerentes. En el Evangelio de San Juan se dice
"En el principio fue el verbo", y en el Génesis que Dios habló
e hizo que al hablar se creara el mundo. ¿Nos está diciendo que
al principio era la palabra, el mensaje, un código genético-holográfico
que poseía un ser vivo primitivo con toda la fuerza como para generar
a la naturaleza tal como la conocemos? No digamos ya del mito del arca de Noé,
una nave que lleva la vida en su seno para evitar que ésta se extinga.
Incluso parece ser que el mito de Noé existe en otras religiones(7).
El catolicismo asume que el hombre es el dueño de la creación, y que debe utilizar la naturaleza para alabar a Dios, pero a su vez que el hombre es un servidor de Dios. El fin es la resurrección de los cuerpos y de las almas. ¿Dónde?
Un mensaje claro recibido por los fieles católicos es que aquel que siga
el camino marcado por Dios irá al cielo, y el que no lo siga se consumirá
en el fuego del infierno. Sin embargo explicar donde está el cielo o
el infierno es problemático, aunque es evidente que en toda la iconografía
el cielo siempre se identifica con un lugar situado lejos del suelo que pisamos,
por encima de nuestras cabezas, apareciendo representado en los techos de las
iglesias entre nubes donde se suelen situar los ángeles. Sin embargo
hay un cielo más lejano.
Tanto el cristianismo católico, como el llamado protestantismo, como
el Islam sostienen la trascendencia del hombre. En el cristianismo el hombre
alcanzará la gloria y en el islam el paraíso más fantástico
y delicioso jamás imaginado por religión alguna. El hombre puede
alcanzar el cielo o el paraíso. ¿Es una idea subliminal de que
la vida puede sobrevivir mediante la colaboración del hombre?
Tanto el cristianismo como el islamismo asocian el infierno al fuego. En el
primero los pecadores se condenarán al fuego eterno. En el islam los
manifiestamente injustos irán a parar al infierno -en el otro extremo
de los siete cielos y las siete tierras- conducidos por el ángel Azrael,
para reunirse con Satán o Iblis, jefe de los demonios. ¿Se están
refiriendo a la destrucción de la Tierra por el Sol?
Es evidente que todas las religiones dan una interpretación cosmogónica, en la que de una u otra manera sitúan al hombre. Probablemente no hay nada más fácil que sacar palabras de contexto y darle la interpretación que le interese al autor, más aún cuando al escribir nadie te rebate antes de que la obra esté concluida. Sin embargo a mi juicio es demasiado evidente que las religiones poseen intencionalidad cosmogónica, que a priori no tendría por qué existir, y sin embargo existe. Sugiero que la razón de esta existencia podría ser un acceso intuitivo a la finalidad del sistema superior del que formamos parte. Sin embargo quiero en este momento volver a recordarle al lector que esta obra admite en todo momento que lo aquí propuesto, como todas las teorías científicas, no es plenamente demostrable, que como mucho se puede mostrar coincidencias entre los planteamientos lógicos y los hechos, pero que en todo caso la intención del autor es someter al lector a un juego de ideas lógicas y a una pregunta ¿está la vida embarazada?
Todas las religiones conciben de alguna manera un modo de existencia distinto
al que en este momento se encuentra cualquier ser vivo, bien sea en el cielo,
en el infierno, fundido con el Universo en el nirvana, en otra reencarnación,
en los árboles y las aguas, todas como factor común perciben algo
más allá de la muerte. Unas religiones creen en la trascendencia
del ser humano, es decir sitúan el futuro del ser trascendido en un lugar
distinto e incomparable al que se ha desarrollado la vida, sería el cielo
de los cristianos o el lugar donde el budista existe tras alcanzar el nirvana.
El mismo Buda dice apenas nada del nirvana quizás porque el lenguaje
humano es inapropiado para describirlo. Otras, como las animistas, sitúan
a los espíritus en nuestro mismo mundo, en las aguas, en los árboles,
en nuestro entorno, no son trascendentes, aunque el objetivo en algunas de estas
religiones esté en otro lugar del Universo.
Podríamos pensar que esto solamente se debe al hecho de una determinada
racionalización del instinto de supervivencia. Sin embargo desde el punto
de vista rigurosamente científico no podemos desconocer que dentro de
las unidades sistemáticas individuo y especie, existen estructuras perpetuadas
como los genes que a través de millones de generaciones subsisten. Pensemos
en el código genético puesto que desde nuestro origen común
todos los seres vivos poseemos el mismo código; que además ha
sobrevivido a la extinción de más del 99,9% de las especies en
las que ha estado contenido, y a todos los individuos. La perpetuación
del orden biológico a través de diferentes generaciones no es
un capricho para la vida sino una necesidad, puesto que la desaparición
del orden implica la desaparición inmediata de la vida. Ha sido analizada
una enzima implicada en el metabolismo del azúcar, presente en toda la
escala evolutiva: la triosa fosfato isomerasa. Podríamos decir que las
bacterias y nosotros comenzamos a separarnos en el arbol evolutivo hace 1400
millones de años, sin embargo esta enzima constituida por poco más
de 200 aminoácidos, al ser analizada en el colibacilo y en el hombre,
es idéntica a la nuestra en un 46,1%. Es decir analizando la identidad
y la posición de los aminoácidos, prácticamente encontramos
una semejanza por cada diferencia, tanto en la molécula como en los genes
que la determinan, a pesar de haber divergido durante 1400 millones de años.
Al comparar la misma enzima del hombre con la del pollo el grado de identidad
es del 89,5%, y con el conejo del 98,3%.
Por otro lado, otro factor común es la creencia en una estructura superior,
que se muestra como un dios, como un Universo con el que te puedes confundir
en el nirvana, o como un entorno natural que es algo más de lo que se
nos muestra materialmente, como en el animismo; es también indiscutible.
No obstante la naturaleza de esa estructura superior se ha mostrado, y se seguirá
mostrando inasequible, como ya he referido anteriormente quizás sea una
defensa de esa estructura para no ser dañada por estructuras inferiores.
La gran mayoría de las religiones parten de la creencia en entidades
superiores y basándose en ellas intentan la aproximación al hombre
y sus problemas. La ciencia en cambio parte de los problemas más inmediatos
del hombre para finalizar planteándose problemas globales. La frase de
Plank de que para el creyente Dios está al principio de las cosas, mientras
que para el científico está al final, es sumamente ilustrativa.
Desde una perspectiva lógica, en un algoritmo se comienza con el mínimo
error y conforme se van incrementando las operaciones se va aumentando la cantidad
de error. De este modo la percepción de Dios por medio de la religión
sería mucho mejor que la percepción del hombre debido a la cercanía
del concepto dios al principio de los procesos racionales o algoritmos religiosos,
mientras que la percepción que la ciencia obtiene del hombre sería
mucho mejor que la que obtiene de cualquier tipo de estructura o sistema superior,
o quizás de dios si es que ambos fueran lo mismo.
Son muchos miles de años, muchas generaciones y hombres incorporando
en sus sistemas biológicos intuiciones y creencias religiosas, como para
no encontrar claves humanas, y quizás más que humanas en esta
manifestación.
Maurice era un anciano y retirado guia de montaña que vivía en un pueblecito de los Alpes. En verano monsieur Rodriguez vecino de origen español -tio de mi esposa, por cierto- solía verlo todas las tardes sentado en el portal de su casa rústica mirando al Mont Blanc. Curioso un día Antonio -que así es su nombre- le pregunto cómo era posible que después de toda una vida dedicada a la montaña, una vez llegado al merecido retiro, mirará con tanta añoranza a las cumbres. El señor Maurice le respondió que la montaña era una droga, que sabes que te va a matar, pero tu no piensas más que en volver a ella.
Un médico español, cuyo nombre no recuerdo, especialista en tratar
congelaciones, y con gran experiencia, refería casos de alpinistas que
sufren amputaciones: "psicologicamente reciben un golpe muy duro cuando
se les explica lo que ha de hacerse con ellos. Sin embargo en pocos dias reponen
su estado de ánimo y en el mismo hospital llegan a colocar en la cabecera
de su cama la foto de la montaña causante de sus males".
La montaña es dura, pero es inconcebiblemente dificultosa aquella de
altura superior a 8.000 metros. El famoso K2 se ha quedado con la vida de la
mitad de los alpinistas que lo han intentado conquistar. Si en una cámara
de despresurización introducen a una persona y la someten subitamente
al cambio desde la presión a nivel del mar hasta la natural existente
a la altura referida, tarda dos minutos en desmayarse. Pero además frios
polares, vientos violentos, cambios impredecibles y súbitos de las condiciones
atmosféricas son algunos de los habituales peligros de estos paisajes.
En ellos hombres que me atrevería a tildar de titánicos dejan
su vida convirtiendo sus cuerpos en rígidos bloques congelados. ¿Por
qué? ¿Qué tiene de fascinante subir cada vez más
alto a pesar de las dificultades que la naturaleza nos opone? Permítanme
además una pregunta sobre una figura poética: ¿Por qué
los pájaros son libres?
En una de las películas documentales sobre la geología de la Tierra
encontré un dia una posible clave: para finalizar ofrecía en la
penultima secuencia una visión de las cumbres heladas de alguna cordillera,
pero la última escena era una visión de la Tierra desde el espacio.
Inmediatamente debajo del cielo están las montañas.
Las montañas en muchos casos han sido escenarios para la mitologia. Moises
recibe los mandamientos en el monte Sinaí en el que entra en contacto
con Dios. El monte Ararat -fastuosa montaña de 6000 metros de altura
que nace cercano al mar- es el escenario en el que se posa el arca de Noe. Los
dioses griegos residen en el monte Olimpo, una cima de unos 3.000 metros de
altura situada entre Macedonia y Tesalia. Incluso Jesús muere crucificado
en un monte -de los olivos-.
Son frecuentes en los cinco continentes las montañas sagradas, pero mucho
más abundantes son aquellos lugares montañosos objeto de peregrinación
y culto en los que en muchos casos se construyen templos. Los lugares montañosos
son, según todos los indicios, escenarios más frecuentes de culto
que los llanos.
Es cierto que el interés intelectual y activo en la exploración
y conquista de nuevos territorios no se manifiesta solamente en las alturas.
La historia del hombre en particular y de los seres vivos en general muestra
una tendencia a colonizar todos los ambientes. En el caso concreto del hombre
del mismo modo que hay alpinistas también hay espeleólogos interesados
en el conocimiento y exploración de las grutas y cavernas subterráneas.
Las montañas sagradas no tienen por qué ser las más altas,
aunque si que pueden haber servido en muchos casos como refugios históricos
de los antepasados. Sin embargo no creo que haya otro lugar con tantas connotaciones
maravillosas e incluso místicas como lo que existe lejano e inalcanzable
por encima de nuestras cabezas y como aquellos seres que puedan habitar allí.
En la religión griega, y en la cristiana, por ejemplo se plantea una
dualidad entre arriba y abajo. Arriba se encuentra lo positivo y abajo lo negativo.
Los dioses griegos se encuentran arriba en el Olimpo y los infiernos se encuentran
abajo, en los avernos. La gloria cristiana se representa en el cielo, y el infierno
si está en algún lado es en las profundidades de la Tierra.
Además la potencialidad de vencer a las alturas es patrimonio de las
divinidades y hombres santos, incluso depende de la "categoría"
del personaje su capacidad de vencer a la gravedad. Jesucristo asciende a los
cielos por sí mismo, como Hijo de Dios, pero la Virgen es asumida por
Dios al cielo. La Virgen no tiene capacidad por sí misma de vencer la
gravedad. En la mitología romana Rómulo -fundador de Roma junto
con Remo- fue elevado a los cielos a los 37 años de reinado para formar
parte de los dioses inmortales. Los santos hombres llegan a levitar como prueba
de las maravillas a las que conduce la santidad. Las almas se elevan hacia el
cielo y un hombre elevado es un hombre ejemplar. La potencia de vencer a la
gravedad es maravillosa, divina.
El desarrollo tecnológico permitió que comenzara la carrera espacial entre las grandes potencias. La carrera espacial parecía un escenario digno para la competición tecnológica entre dos países que insertos en una guerra fría debían prepararse para una posible guerra armada, pero que a la vez no podían enfrentarse directamente porque ambos poseían arsenal nuclear. Fueron los antiguos soviéticos los primeros que el 4 de Octubre de 1957 pusieron un satélite, de 58 cm de diámetro y 83,6 kilos de peso, en órbita. Lejos de ignorar la actitud soviética, los americanos se pusieron inmediatamente a competir en este campo. La carrera espacial ha sido un modo no cruento de desarrollar tecnología, sin necesidad de estar en estado de guerra. Sin embargo no es menos cierto que existen satélites militares espías y que también se ha intentado llevar las armas al espacio por medio del proyecto americano denominado "la guerra de las galaxias", proyecto que seguramente, al menos en parte sigue adelante. Dos son los cerebros que, cada uno en su país, recogen el mérito histórico de ser los promotores del acceso al espacio exterior por las superpotencias, Serguei Paulovich Koroliov (1908-1966) y Werner von Braun (1912-1977). ¿Por qué razones las naciones se lanzaron a la carrera espacial?, probablemente sea un grupo numeroso de razones, entre ellas la lucha por el poder y la tecnología, la guerra fría existente en aquella época, pero también un sueño romántico: llegar a otras estrellas y planetas. En palabras de Serguei Paulovich Koroliov: "Los satélites artificiales terrestres soviéticos nos han proporcionado un seguro puente entre la Tierra y el espacio exterior. ¡El camino a las estrellas ha sido abierto! ". En la actualidad otras naciones acompañan a americanos y rusos en la inmersión en el campo espacial. Así la República Popular de China, el Japón y la Agencia Europea del Espacio, de la que forma parte España, investigan en este campo y realizan lanzamientos.
Pero ¿por qué este comportamiento de la humanidad?, ¿Por
qué no se abandona esta tecnología de gasto desorbitado y se da
el dinero a las naciones pobres del mundo para solucionar sus problemas? ¿No
sería lo lógico? ¿Entonces es ilógico lo que estamos
haciendo?
Sin embargo hay otra respuesta, simplemente nosotros hacemos cosas ilógicas sin darnos cuenta, escondidas bajo pretextos de lucha, guerra y desarrollo tecnológico. Pero a la vez vamos cumpliendo etapas que pueden permitir que el sistema superior lleve su semilla biológica a otros planetas, y que su estirpe pueda escapar de la muerte segura en manos de una abrasadora estrella moribunda. En este caso la ilógica del hombre puede ser la lógica de la vida.
El presuntuoso hombre, dominador y cúspide de la naturaleza, convertido
en actor involuntario de un comportamiento del sistema superior, convencido
de que actúa por competitividad económica, tecnológica
y guerrera, sin embargo podría ser una especie de pelele en manos del
sistema superior, como ese mensajero perfecto, que ignorante, transporta información
que le han introducido en las maletas los servicios secretos.
Tenemos inteligencia para resolver problemas, pero también las especies
no inteligentes tienen menos problemas, por lo que no les es necesaria la inteligencia.
Ya dijo Ortega que el hombre es un animal con problemas, y todos sabemos que
cuando no los tenemos nos los buscamos. Todos los demás seres vivos a
los que tenemos acceso no son inteligentes y cumplen con todas las propiedades
generales de los seres vivos, nacen, se relacionan, crecen, se reproducen y
mueren, y desde luego nuestra inteligencia no nos ha liberado de éstas
servidumbres, ni siquiera nos garantiza que no nos extinguiremos, más
bien nos amenaza con las armas nucleares, químicas, bacteriológicas
y otras "finezas" fruto de nuestra inteligencia.
Podríamos pensar que la inteligencia sirve para encontrar la felicidad,
pero es más probable que sirva para buscarla que para encontrarla. El
hombre funciona mediante insatisfacciones o sensaciones de carencia, como por
ejemplo el hambre, que desaparecen cuando se cumple con una función -comer-
que responde a una necesidad vital -obtener energía-, pero después
de comer caso de haber obtenido un rato de felicidad, ésta dura poco
pues siguiendo los ciclos del cuerpo pronto volverá a tener hambre. Incluso
con la costumbre la corta sensación de felicidad al comer desaparece,
pues no se aprecia lo que se tiene. En mi opinión si fuéramos
siempre felices no necesitaríamos nada y por tanto no haríamos
nada. De este modo los mecanismos de insatisfacción garantizan que los
seres vivos nos movamos para eliminar las sensaciones desagradables que nos
producen junto a la carencia que delatan. Fue Charles Chaplin quien dijo: "La
vida no es significado; la vida es deseo".
La especie humana funciona según los parámetros de metabolismo
y reproducción comunes a todas las especies biológicas. En el
hombre el poder y el sexo parecen ser dos exponentes que mueven a las sociedades.
En las fiestas de los pueblos y ciudades siempre surge la figura de la reina
de las fiestas y la del alcalde. La primera con los atributos femeninos de carácter
sexual, como ser la más bella, y el segundo como representante del poder.
El poder garantiza el acceso a los recursos necesarios para la supervivencia
y el sexo garantiza la pervivencia de la vida. La inteligencia no es más
que una herramienta para cumplir con nuestros instintos, la utilizamos para
mejorar nuestra alimentación, nuestra vivienda o nuestros escarceos sexuales,
pero por lo general no la usamos para ir en contra de nuestros propios intereses.
Nuestra pretendida superioridad se deriva de juzgar a las demás especies
según nuestras características. Es como si un elefante nos despreciara
a los humanos por no tener trompa, pero ¿para qué la queremos?
Esto no deja de ser una visión antropocéntrica de nuestro entorno.
Tendemos a ejercer una especie de visión imperialista de la naturaleza.
NOTAS
(1) Imaginemos un caminante que llegue a un cruce de tres caminos, por su condición de viandante deberá escoger uno, pero podrá dejar dos caminos sin elegir. Este individuo tendrá dos grados de libertad. No se trata de un ser libre en su totalidad, puesto que no puede dejar de andar ya que no sería un caminante, no obstante puede elegir como caminar. (Volver)
(2) Sin embargo, parece contradictorio que los mayores niveles de ordenación, como existen en los seres vivos se expliquen por un mayor protagonismo del azar, no será que con nuestros recursos lingüísticos, científicos y tecnológicos podemos explicar cada vez menos los fenómenos cuanto más se complican y nos vemos obligados a introducir al azar como "parche" lógico. Quisiera reafirmarme en mi postura de que el azar no explica. En ningún momento niego la existencia del azar, pero existir no es explicar puesto que existen muchas cosas que no explican. A mi modo de ver debe distinguirse lo que es relatar un proceso de lo que es explicarlo. Relatamos cuando establecemos una sucesión de hechos, pero explicamos cuando atendemos a sus razones profundas, a causas o factores. (Volver)
(3) Mi
posición, por si queda alguna duda, no es justificar la guerra, sino
utilizar la existencia de esta aberración para demostrar que nuestra
razón no es tan razonable y detrás puede haber algo más.
Es lógico pensar que las acciones irracionales las realizan los seres
irracionales. El hombre es un irracional con acceso limitado a la razón.
Ejerce en un campo intermedio entre ambas cualidades.
Por otro lado la
existencia de conductas guerreras en otras especies sociales como en hormigas
y termitas, demuestran que existe una cierta tendencia a la competición
entre grupos, que en el caso de que el colectivo sea tecnológico le obligará
a desarrollar la tecnología.
(Volver)
(4) Kuhn en su libro de 1962 titulado La estructura de las revoluciones científicas sostiene que las teorías científicas no son aceptadas porque sean "verdaderas" en su sentido objetivo, sino por razones sociales. (Volver)
(5) Las creencias en ciencia se recogen en el conjunto de principios que se asumen. Por ejemplo en la teoría del caos se asume el principio de que es imposible encontrar la relación entre las causas y los efectos. (Volver)
(6) Adscrito erróneamente por el escritor Karl May a los apaches. (Volver)
(7) Relatos similares se encuentran en las religiones sumeria, babilónica, egipcia e india, además de las tradiciones judeocristianas e islámicas. En la tablilla de la Epopeya de Gilgamesh (siglo VII a. de C.) se habla de otro Noé. O han existido varios Noés y varias arcas, o se trata del mismo relato de raíces muy antíguas. (Volver)