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Alvaro Siza Vieira

Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 27 de febrero de 1992


Discurso

Honorable Sr. Conseller,
Excmas. Autoridades,
Excmos. Sres. Rectores Magníficos,
Excmos. Sres. Doctores,
Señoras y Señores, amigos.

Visité por primera vez la ciudad de Valencia a finales de los años cuarenta. Había atravesado las viejas calles de un país devastado. Recuerdo oír a mi padre decir, no se desde qué ventana, o muralla, en los nítidos confines de la ciudad: ahí están los naranjales, los famosos naranjales de Valencia. Recuerdo detenerme en una calle estrecha, de casas igualmente antiguas, frente al maravilloso relieve barroco de una iglesia. Recuerdo comer en una playa donde se extendían grandes cobertizos de lona. Y otras cosas.


Mucho más tarde, volviendo a visitar Valencia, constaté que había desaparecido aquella decadencia, pero también gran parte de la belleza extraordinaria de la ciudad. Es un gran desafío para los arquitectos de España, y también para los demás, quebradas las fronteras y las murallas, reencontrar un equilibrio entre desarrollo y consolidación que regenere una ciudad en poco cuidadosa transformación.

Los mitos de la ruptura total, de la benevolencia del languidecer de la historia, para materializar la nueva ciudad de un mundo de progreso e igualdad, ya no iluminan nuestro trabajo. Y así tejen las más duras críticas las generaciones que inmediatamente nos precedieran; o, a veces, se repiten en contexto muy diferente, vacías y sin densidad, las formas que de nuevo nos atraen.

Con todo, no es esta una actitud generalizada de los arquitectos. La generación y los personajes que admirábamos en los años cuarenta y en los años de la posguerra cincelaron en la ciudad un gesto de entusiasmo, la alegría de la creación. En la revisión prudente que hoy se hace, tiende a estar ausente esa alegría, el entusiasmo y la integridad de las convicciones profundas y compartidas.

Probablemente, un renovado vínculo con el pasado no está tan asimilado como para alimentar nuestro proyecto. Necesitamos reconquistar la expontaneidad: una visión sintética que es el renacimiento de la arquitectura.

En torno a ésta y a otras indecisiones trabajo desde hace cuarenta años; y por ese trabajo, decidió esta prestigiosa Universidad nombrarme Doctor Honoris Causa a propuesta del Departamento de Proyectos Arquitectónicos y de la Escuela Superior de Arquitectura. Vivo en este momento y de forma simultánea sentimientos de turbación, esperanza y gratitud.

Turbación y desasosiego, dado que, muy sinceramente considero inmerecida, inevitablemente inmerecido, el honor que me concede la Universidad Politécnica de Valencia y las, por demás, generosas palabras que me dirige el Profesor José María Lozano. Mi vida profesional es, en cierta manera, una historia de fracasos y de oportunidades perdidas. Cuando pretendo justificar esa historia evoco las condiciones difíciles, los obstáculos, las incomprensiones. Pero es ésa, actualmente, la condición del arquitecto y de la arquitectura; y también es ésa su oportunidad. Nada disculpa los intervalos de flaqueza, la quiebra de la energía y del "proyecto" que anulan el sueño.

Esperanza, porque, las rivalidades profesionales, las luchas de competencia y el espíritu corporativista, aunque todavía existentes, se contraponen actualmente, y cada día más, a consecuencia de la complementariedad de las competencias y de la interdisciplinariedad, y partiendo de ahí, también el público reconocimiento del papel del arquitecto entre otros profesionales, de la función social del arquitecto, por consiguiente desmontando de esta manera el pretexto elitista, el de la sumisión o el del silencio.

Esperanza, de nuevo, más allá de la gratitud personal, por el significado del honor concedido.

Hay que reconocer que las relaciones culturales y otras, entre Portugal y España, siempre han sido necesariamente fuertes, aunque estuvieran también históricamente marcadas por profundas contradicciones, por una tensión nunca resuelta entre fraternidad y distanciamiento. Amor y odio.

Alvaro Siza Vieira

Presiento que estas contradicciones conscientes e inconscientes están en estado de superación. El mundo se ha abierto, se ha convertido en evidente la universalidad de los problemas y la complementariedad de las evoluciones históricas; y por eso mismo, una vocación específica de las regiones y de grupos humanos autónomos.

Las relaciones entre nuestros dos países reflejan, de forma muy concreta, el incremento de la solidaridad y de la comprensión sobre la simple competitividad, o sobre el poder de la dimensión. Y esto es fecundo para una Europa de la comprensión y la solidaridad, de nuevo y simultáneamente contaminada, por sentimientos de privilegio o de racismo.

Yo mismo he encontrado latentes o activos, a lo largo del proceso de algunos proyectos para los que fui convocado; por un lado, la vitalidad y el aliento transformador que el cruce de culturas promueve; por otro lado, el reaccionarismo de las segregaciones, de la incomprensión y de la esclerosis.

Me refiero en concreto a proyectos de vivienda social, en ciudades en donde las comunidades de emigrantes tienen una indudable influencia en la vida urbana y en la evolución del espacio de la cultura.

Volviendo a las relaciones entre nuestros países, en lo que a la arquitectura se refiere y a los tiempos modernos, recuerdo que son muy continuos los contactos entre sus profesionales.

De aquellos en los que participé, y en de los que más me influenciaron, recuerdo en particular los informales y fraternales Pequeños Congresos, realizados en sucesivos años de la década de los sesenta, en torno a un grupo muy activo de Barcelona, pero donde estaban presentes, todavía jóvenes, muchos de los más notables arquitectos de la España de hoy en día.

Su militancia era fuerte como la nuestra, y común nuestra dificultad de encontrar encargos que respondiesen al deseo de cambio de los arquitectos y de otros ciudadanos de los dos países.

Es una gran alegría comprobar que ésos y otros compañeros, que tanto admiro, están hoy llamados a participar en esa transformación, sin sectarismos, dando lugar a un hecho hoy reconocido: España es uno de los países de Europa donde la media de lo construido es de mayor calidad, y es numerosa la mejora de su arquitectura.

Me es muy grato verificar que el compañerismo y la amistad, los objetivos que con entusiasmo nos vinculaban, se mantienen, pasados tantos años. En gran medida, por todo esto he sido llamado a proyectar en España y también en Valencia. Los encuentros que he citado, y otros, me han permitido mantener el intercambio de experiencias y el debate con aquella generación y con otras más jóvenes.

Siendo consciente de mis carencias y por el simple hecho de encontrarme activamente implicado en el trabajo profesional y en sus dudas y perplejidades, no habiendo por ello lugar a distinción alguna, considero y afronto este nombramiento como un generoso estímulo.

Es como un aviso para navegantes que me aplico a mi mismo, hecho con la sabiduría que se deriva de la antigüedad y de la capacidad de renovación de esta institución. Un aviso contra el conformismo o el sectarismo latentes en cada uno de nosotros; contra el envejecimiento del espíritu.


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