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Valentin Fuster

Doctor Honoris Causa por la Universitat Politècnica de València. Investido el 20 de junio de 2008


Laudatio

Dr. Francisco Javier Sáiz Rodríguez;
Señor Rector Magnífico;
Dignísimas Autoridades;
Señores Claustrales;
Señoras y Señores;
estimado profesor Fuster:

En este solemne acto, la Universidad Politécnica de Valencia se prepara para recibir entre sus miembros a Valentín Fuster, uno de los científicos españoles más reconocidos a nivel mundial, no sólo por sus extraordinarias contribuciones en el área de la cardiología, sino también por su denodada lucha contra una de las pandemias de nuestro tiempo, las enfermedades cardiovasculares.

En la celebración del 40 aniversario de nuestra universidad, la incorporación del profesor Fuster, notable hombre de ciencia, a su claustro de doctores por causa de honor, la colma de orgullo, satisfacción y prestigio.

Es por tanto, un día feliz para todos nosotros, y muy especialmente para el numeroso grupo de investigadores que, en esta universidad, dedican sus esfuerzos a la investigación y desarrollo de novedosas tecnologías para la mejora de la salud, impulsando el área de la Ingeniería Biomédica.

Me gustaría empezar agradeciendo al Departamento de Ingeniería Electrónica la propuesta de nombrar a Valentín Fuster Doctor Honoris Causa, y al Departamento de Biotecnología y al Centro en Red en Ingeniería Biomédica su apoyo. Una mención especial merece el Instituto Valenciano Pro-corazón y su presidente, el cardiólogo Rafael Rodríguez Gil, mi compañero en este acto y verdadero artífice de que el profesor Fuster esté hoy entre nosotros.

Es para mí un inmerecido honor y una gran satisfacción poder presentar los muchos y relevantes méritos de Valentín Fuster que lo hacen acreedor de tan alta distinción. Aunque no es una tarea fácil, intentaré destacar las múltiples facetas de su gran personalidad, entregada al avance de la ciencia médica como instrumento para mejorar la salud y el bienestar de la humanidad.

A modo de síntesis, podría apuntar que Valentín Fuster es, sin duda, uno de los más sobresalientes investigadores en el área cardiovascular. Sus trabajos son fundamentales para entender el origen de un gran número de enfermedades cardiacas y avanzar en el diagnostico precoz de las mismas, con el consiguiente aumento de la calidad de vida y reducción de la mortalidad.

Ante las importantes aportaciones de su dilatada trayectoria profesional y vital, y la repercusión social que entrañan, uno sólo puede sentir asombro y admiración. Podría parecer que las mismas están fuera del alcance de un ser humano, o sólo al alcance de un ser humano excepcional, como sin duda es el caso.

Valentín combina, con inusitada perfección, una competencia profesional extraordinaria con unas cualidades humanas realmente excepcionales. Todo ello, regido por una personalidad fiel a una serie de principios fundamentales que, a su juicio, todo hombre debe seguir para alcanzar la plenitud personal. Los principios fundamentales que propugna, y en los que ha basado su vida podrían resumirse en los siguientes: primero, descubrir el propio talento, para lo cual es necesario contar con un tutor o mentor. Segundo, concretar y priorizar los objetivos que nos marquemos, y perseguirlos con tenacidad, persistencia y actitud de aprendizaje constante. Y finalmente, actuar con generosidad, transmitiendo el máximo bien a aquellos que nos rodean.

Permítanme empezar con una breve reseña biográfica. Valentín Fuster nació en Barcelona. Hijo y nieto de distinguidos profesionales de la medicina, se licenció en 1967 con el número uno de su promoción. En aquel momento, todo en su vida apuntaba a que se convertiría en psiquiatra, su padre y su hermano ya lo eran. Sin embargo, un hecho desafortunado sería crucial para su enfoque profesional. Su mentor, el Dr. Pedro Farreras Valentí sufrió un ataque cardíaco a la edad de 45 años. Este hecho junto con la reflexión posterior sobre el estado de las especialidades médicas, del que el Dr. Farreras era un profundo conocedor, ayudaron al joven estudiante a tomar la decisión. Sería cardiólogo. Como tantos jóvenes investigadores de la época, sintió la necesidad de salir al extranjero para desarrollar una carrera profesional. En 1968 se traslada al Reino Unido, primero a Liverpool y más tarde a Edimburgo, para completar su especialidad en cardiología y su tesis doctoral. Aquí, tiene lugar un segundo acontecimiento que marcará la trayectoria científica de Valentín Fuster, en el que de nuevo su tutor juega un papel fundamental. El Jefe de Patología de la Universidad de Liverpool, el Dr. Sheehan, le anima a investigar la naturaleza de un conjunto de células dispuestas en el interior de la arteria de un hombre fallecido. Aunque este fenómeno podía explicarse como una consecuencia lógica de la coagulación sanguínea tras el infarto de miocardio, Valentín pensó que lejos de ser la consecuencia, podría ser el desencadenante de la obstrucción arterial y por tanto del infarto. A demostrar esta hipótesis se dedicó frenéticamente durante tres años en Edimburgo donde finalizó su tesis doctoral.

El joven cardiólogo se marcó un objetivo concreto y lo persiguió con tenacidad, obsesivamente (según sus propias palabras). Podría parecer que los extraordinarios descubrimientos del profesor Fuster sobre el origen de los infartos de miocardio fueron fruto de la casualidad, del azar que puso en sus manos aquella muestra de tejido biológico. Nada más lejos de la realidad, permítanme utilizar una reflexión de nuestro admirado Ramón y Cajal, recogida en su libro Los tónicos de la voluntad: "Aún los llamados hallazgos casuales se deben comúnmente a alguna idea directriz que la experiencia no sancionó, pero que tuvo la virtud, no obstante, de llevarnos a un terreno poco o nada explorado". Para nuestro Premio Nobel, todos los grandes investigadores son fecundos creadores de hipótesis. Sin duda alguna, el profesor Fuster, ya, desde muy joven, se comportaba como un gran investigador.

Tras finalizar su estancia en Edimburgo, la familia Fuster decide trasladarse a Estados Unidos. Lo que en principio era una estancia de uno o dos años para conocer de cerca el ambiente de investigación americano, se ha convertido en una impresionante carrera científica y profesional que lo ha situado como el mejor cardiólogo y el mejor investigador en el área cardiovascular del mundo. Durante los últimos 40 años, Valentín Fuster ha desarrollado una brillante e innovadora investigación sobre el origen de las enfermedades cardiovasculares que ha permitido entender la patogenia de los síndromes coronarios agudos, especialmente de los infartos de miocardio y las anginas inestables. Sus descubrimientos están siendo aplicados en el cuidado de pacientes por cardiólogos de todo el mundo, y han sido decisivos en la extraordinaria mejora de la salud cardiovascular, impensable hace sólo unas pocas décadas. Ha mantenido una constante preocupación por la detección precoz de las patologías cardiacas, impulsando el desarrollo de novedosas técnicas de imagen que permiten explorar el interior de las arterias de forma no invasiva.

Ha sido pionero en conectar la investigación básica de laboratorio con la aplicada que se realiza en los hospitales, lo que hoy en día se denomina investigación traslacional, y en la creación de equipos multidisciplinares tanto en la investigación cardiovascular como en el tratamiento de los pacientes. Puede afirmarse que en la historia de la investigación y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares habrá un antes y un después de Valentín Fuster.

Sus importantes descubrimientos han sido publicados en 500 artículos científicos, de las más prestigiosas revistas, siendo uno de los investigadores más citados del mundo, lo que nos da, de nuevo, idea de la calidad e influencia de su trabajo.

Su trayectoria científica le ha permitido dirigir la investigación cardiovascular de los principales Centros de Investigación en Estados Unidos, como el Centro Médico del Hospital Monte Sinaí de Nueva York o el del Hospital General de Massachussetts. En la actualidad combina la dirección del Instituto Cardiovascular del Hospital Monte Sinaí con la dirección científica del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares. Tiene una incidencia directa en la investigación cardiovascular de cientos de científicos, repartidos entre Estados Unidos y España, si bien ejerce una influencia indirecta sobre muchos más a lo largo de todo el mundo.

Valentín Fuster ha recibido numerosas distinciones y reconocimientos por su labor de investigación. Referirme a todas ellas sería una tarea imposible en tan breve espacio de tiempo, resaltaré, no obstante, las más significativas. Es el único cardiólogo que ha recibido las mayores distinciones otorgadas por las cuatro principales asociaciones científicas en el campo de la cardiología: La Sociedad Europea de Cardiología (1992), el Colegio Americano del Corazón (1993), la Asociación Americana del Corazón (2003) y la Sociedad Interamericana de Cardiología (2005).

Ha sido elegido Científico Distinguido por la Sociedad Americana del Corazón, uno de los más altos honores que un investigador en el área cardiovascular puede recibir, ha recibido la Medalla de Oro de la Sociedad Europea de Cardiología y el premio Kurt Polzer en el área cardiovascular de la Académica Europea de las Ciencias y las Artes. En 1996 el profesor Fuster fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, y recientemente ha recibido la Medalla de Honor "Isla de Ellis" en reconocimiento a su valía profesional y personal en su trabajo, manteniendo al mismo tiempo la riqueza cultural de su país de origen. Comparte este honor con personalidades como Bill Clinton, Gerald Ford o Henry Kissinger, premiados en pasadas ediciones.

Es el actual presidente de la Federación Mundial del Corazón y ha sido distinguido como Doctor Honoris causa por 20 Universidades en todo el mundo.

Profundo conocedor de las enfermedades del corazón, Valentín nos advierte que a pesar de los enormes avances experimentados en su tratamiento, las enfermedades cardiovasculares siguen aumentando, y son ya la primera causa de mortalidad en el mundo. El impresionante desarrollo de la tecnología médica cardiovascular está tropezando con el problema del creciente coste que supone el cuidado de una población, cada vez más numerosa, que reclama las ventajas de la alta tecnología. Esta situación desemboca en que el coste de los tratamientos está empezando a ser inasumible por la mayoría de los países. En palabras del profesor Fuster: "El sistema actual es, por tanto, insostenible. Se ha de gastar mucho más dinero en promover la salud que el que se ha invertido hasta ahora".

Por este motivo, Valentín Fuster, habla tanto más de "cuidar y prevenir" que de "curar". El nos enseña que, sólo a través de una correcta educación para la salud, mejora de los hábitos alimenticios, cambios de estilo de vida y reducción de los hábitos nocivos para la salud, se podrá luchar eficazmente contra las enfermedades cardiovasculares. A su juicio, el reto actual de la investigación cardiovascular es conseguir la prevención de las enfermedades cardiacas, de forma que, como Max Perutz apuntaba: "los individuos se mueran sanos al alcanzar la edad madura oportuna"

De acuerdo con esta línea de pensamiento, y comprometido con su causa, Valentín dedica una parte muy importante de su tiempo a la prevención de los problemas coronarios, promoviendo campañas que defienden condiciones de vida saludable. A modo de ejemplo, se podría citar su colaboración con programas infantiles para incluir mensajes de alimentación saludable desde la más tierna infancia y el proyecto de educación alimentaria de niños en escuelas de Colombia, entre otros muchos proyectos que desarrolla a nivel mundial. Una característica que se adivina, a la vista de sus logros, es su gran capacidad de trabajo. Legendarias son sus jornadas, que empiezan por lo general a las 5 de la mañana y no conocen días festivos. Pero lo que, a juicio de Valentín, más le ha ayudado en su carrera ha sido su capacidad para priorizar las actividades, dejando todos los días un hueco importante para la relajación, la reflexión y el ejercicio físico. Valentín Fuster se ha distinguido por estar siempre dispuesto a abordar nuevas aventuras, respondiendo a los más grandes retos con entrega y generosidad.

Fruto de este espíritu, y de su profundo sentido del deber y de la responsabilidad con su país, es su reciente compromiso como Presidente del Comité Científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) en Madrid. Centro al que Valentín ha convertido, en muy poco tiempo, en una referencia mundial de la investigación cardiovascular. Permítanme destacar el hecho de la reincorporación de Valentín Fuster al Sistema de Ciencia y Tecnología español, por ser un rayo de esperanza ante la endémica diáspora de brillantes científicos que, a lo largo de su historia, ha sufrido nuestro país. En el CNIC, Valentín está demostrando que es posible implicar a la industria nacional en una investigación científica de vanguardia. Es un ejemplo de cómo el binomio ciencia-industria debe funcionar. Ante estos hechos, sólo cabe desear que este ejemplo anime a otros empresarios a involucrarse en ambiciosos proyectos de investigación que permitan situar la ciencia y la tecnología española en el lugar que sin duda merece.

Desde el CNIC, el profesor Fuster impulsa el desarrollo de proyectos innovadores, como la polipildora que simplificará y abaratará el tratamiento de personas que hayan sufrido un infarto de miocardio, o el desarrollo de una nueva generación de sistemas de imagen cardiovascular, capaces de detectar pacientes con riesgo de desarrollar en el futuro patologías cardiacas, entre otros.

Estamos pues, ante un científico digno continuador de nuestros Premios Nobel Ramón y Cajal y Ochoa en las más altas tareas de la investigación médica, a través de la cultura de la precisión y del cultivo del rigor, la objetividad y la crítica.

Pero, Valentín Fuster es mucho más que un extraordinario científico, es un filósofo de la vida, un humanista que aboga por el entendimiento entre las diversas comunidades y culturas, a través de la medicina y de las características que le son propias, la ciencia y el humanismo. El Humanismo de Valentín no significa ser un hombre bueno, aunque él lo es, ni ser un hombre culto, aunque él lo sea. Significa, sobre todo, haber adquirido una conciencia que le permite ver la vida humana como el valor más preciado y haber consagrado la razón de su existencia a servirla y ayudarla en su mejora. Como médico, el cardiólogo Valentín Fuster siempre ha mostrado un verdadero interés por el enfermo. La relación paciente-médico, tal y como él la entiende, va mucho más allá del diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares, implica una atención integral que además contemple factores psicológicos y emocionales. Me gustaría extraer dos párrafos de su último libro, La ciencia y la vida, donde nos muestra su actitud como médico: ..."cuando penetras en la gente como médico, atiendes su problema de una manera integral"...y continua..."Intentar penetrar más, intentar hacer por los demás cuanto puedo desde mi posición de persona afortunada, ha sido una constante, un reto y una fuente de satisfacción".

Su generosidad para compartir sus conocimientos ha hecho que Valentín dedicara una parte muy importante de su tiempo a la enseñanza. En este aspecto, nos encontramos ante un docente excelente, un maestro con una gran capacidad de comunicación no sólo para enseñar cardiología, sino también para despertar vocaciones hacia la investigación cardiovascular. Son famosas sus multitudinarias conferencias en las que nadie, desde el más novel hasta el más experimentado profesional, quiere perderse. Su prestigio, le ha permitido ser profesor de medicina y enfermedades cardiovasculares en la Clínica Mayo y Catedrático en la Universidad de Harvard. En la actualidad es profesor en la Escuela de Medicina del Hospital Monte Sinaí de Nueva York.

Su vocación de transmitir conocimientos, de enseñar, le ha llevado a editar dos de los libros más utilizados en la formación de los futuros cardiólogos "El corazón" y "Aterosclerosis y enfermedad arterial coronaria" Un elemento quisiera destacar en el ejercicio de su vocación docente: siempre entendió la enseñanza en el más riguroso y fiel estilo platónico: "No se trata de infundir vista a unos ojos ciegos, sino como el acto de orientar bien la mirada, dirigir el alma hacia la verdad y el bien supremo". Es decir la enseñanza como orientación, como guía para que el educando investigue, busque y se encuentre por si mismo con la verdad. En definitiva convertir al educando en artífice de su propio aprendizaje.

Valentín también se distingue por su valía como formador de científicos, y por su continuo apoyo y soporte a los jóvenes investigadores. La juventud ha sido, y es, una de sus principales preocupaciones. Consciente de que las nuevas generaciones son las que liderarán los cambios del mañana, ha dedicado mucho tiempo a concienciarla de su enorme responsabilidad y atraerla hacia la ciencia en general y hacia la investigación cardiovascular en particular. Sirva como ejemplo de su compromiso con las nuevas generaciones, los programas de becas del CNIC, destinados a retener a los jóvenes científicos y el innovador programa para descubrir los jóvenes talentos del futuro desde los institutos de secundaria y bachillerato.

Ha sido maestro de un gran número de investigadores jóvenes, para los que siempre fue un tutor cercano, y del que sus alumnos siempre han tenido en la más alta consideración. Así como Ramón y Cajal fue un modelo para los jóvenes investigadores españoles a principios del siglo pasado, el profesor Fuster forma parte del grupo de brillantes científicos que están sirviendo de ejemplo para las nuevas generaciones de investigadores. Si los logros científicos de Valentín Fuster son impresionantes, socialmente lo es mucho más su repercusión en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. Su lucha titánica contra los principales factores de riesgo cardiovascular, la obesidad, el tabaco y la hipertensión, entre otros, le lleva a viajar incasablemente por todo el mundo impartiendo conferencias y atendiendo a numerosas entrevistas con el único afán de que su mensaje cardio-saludable cale en la sociedad. Es un acto de generosidad digno de la más alta consideración.

En su libro La Ciencia y la salud, sus consejos están ayudando a proteger la salud cardiovascular de un gran número de personas.

No quisiera finalizar mi intervención, sin antes mencionar a su esposa María Ángeles y a sus hijos, que con su respeto, apoyo y comprensión han hecho posible la gran labor del profesor Fuster.

Con estas breves palabras he querido glosar los excepcionales méritos de Valentín Fuster en las múltiples facetas de su trayectoria profesional como investigador, cardiólogo, maestro, y humanista. Facetas en las que ha destacado y brillado con una luz tan intensa como para atraer a muchos otros tras de sí, como sólo lo puede hacer una persona genial, un autentico genio. Como resumen de su trayectoria vital, destacaría que ha sabido entender y llevar a la práctica a su vez, con absoluta coherencia y compromiso, el legado socrático del intelectualismo moral: perseguir y conocer el bien y la verdad, objetivo supremo de la ciencia y el saber, implica ejercitar la virtud, procurar el bien de la humanidad. Muchas gracias profesor Fuster, por su ilusión, por su compromiso, por su entrega, por su generosidad, por ser, en suma, un ejemplo para todos, y como no, por haber aceptado formar parte de la que desde hoy es su nueva familia. Finalizaré mi intervención felicitando, de nuevo, a la Universidad por incorporar a su claustro de doctores a este gran hombre de ciencia. Mis felicitaciones también a todos los que hoy habéis sido investidos Doctores y habéis tenido el privilegio de haber compartido este momento con un investigador de la talla de Valentín Fuster.

Así pues, considerados y expuestos todos estos hechos, dignísimas autoridades y claustrales, solicito con toda consideración y encarecidamente ruego que se otorgue y confiera al Sr. D. Valentín Fuster de Carulla el supremo grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia.

Muchas gracias

Valencia, 20 de Junio de 2008


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