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Nicolás Redondo Urbieta

Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia. Investido el 12 de Diciembre de 2001


Discurso

INTERVENCIÓN DE NICOLÁS REDONDO EN EL ACTO DE INVESTIDURA COMO DOCTOR "HONORIS CAUSA" POR LA UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE VALENCIA EL DÍA 12 DE DICIEMBRE DE 2001.


Excmo. Señor D. Justo Nieto, Rector Magnífico de la Universidad Politécnica de Valencia
Autoridades de la Universidad
Amigas, amigos
Señoras, señores:

Quisiera en primer lugar agradecer a la Universidad Politécnica de Valencia, a su Rector Magnífico, la distinción con que me han honrado, cuyo merecimiento, si me lo permiten, no es tanto personal como al sindicato UGT.

Un sindicato constituido hace más de cien años, cuya historia se confunde con la del movimiento sindical, con sus afanes y logros, con su desarrollo económico y social en España y cuyo fundador, Pablo Iglesias no sólo marcó el llamado movimiento socialista, sino al conjunto del Movimiento Obrero.

Su fe inquebrantable en los principios de la justicia social y su lucha a favor de los oprimidos, le llevaron a preocuparse sustancialmente por el estado moral y la educación de la clase trabajadora. Tarea a la que se entregó ardorosamente durante toda su vida y que se prolongó en las Casas del Pueblo, escuelas de civismo y por la que desfilaron personalidades del mundo académico y científico. Se fomentaban los conocimientos culturales a través de ciclos de conferencias, de aperturas de bibliotecas y todo tipo de actividades artísticas, que conectaban y servían de apoyo a las inquietudes sociales y a la lucha de los trabajadores por la libertad y la democracia.

Se ha conseguido a lo largo de nuestra reciente historia, la conquista del Estado de Bienestar y con ello implantar los sistemas públicos de Seguridad Social, que protegen a los ciudadanos; una distribución más equitativa de la riqueza, que permite hoy el acceso a esos bienes y servicios que hasta entonces estaban reservados a las minorías.

Conforme se adentra el siglo XX, los sindicatos históricos de clase, entre los que se encuentra la UGT, van perfilando nuevas propuestas, con un proyecto histórico para realizar la justicia social, la igualdad, la solidaridad y la libertad. Antiguo y nuevo proyecto, que tiene fundamentalmente dos vertientes: primero, un fuerte sector socializado; segundo, una política fiscal de carácter altamente progresivo.

Es, en cierta manera, entre ambas vertientes que se levanta el Estado Providencia, en el que las conquistas sociales que parecían quiméricas, inalcanzables y que hoy son una realidad: basadas en el salario social, que garantizaba la satisfacción de las necesidades como jubilación, sanidad, educación, empleo, jornada de trabajo digna, prestaciones por desempleo, etc.

Conquistas sociales y económicas inimaginables en el comienzo del Movimiento Obrero, objetivos que en aquel entonces parecían utópicos y que hoy son una realidad, haciendo bueno el aserto de que: "la utopía es una verdad prematura".

En todo ese proceso de transformaciones sociales, UGT no sólo ha sido sujeto impulsor de las mismas, sino que al mismo tiempo ha permitido cambiar al propio sindicato en base a las nuevas exigencias, siendo receptor vivo de novedosos cambios, que progresivamente obligan a reformular el papel de los ugetistas en cada nueva situación.

Los grandes cambios tecnológicos y políticos acaecidos en las últimas décadas, junto a las mejoras sociales alcanzadas, han sido fruto del empeño democrático de la inmensa mayoría de la sociedad, con la propia y activa contribución de UGT, en todas las encrucijadas históricas de nuestro país.

Aún así, tenemos que ser conscientes de que el camino recorrido, por importante que nos parezca, y sin duda lo es, resulta insignificante con lo mucho que nos queda por recorrer, a la vista de las innumerables desigualdades, injusticias y abusos que se dan cita en nuestras sociedades contemporáneas.

En esa marcha hacia la igualdad y la democracia, la historia acaba de empezar, pero conviene no equivocarse, no existe la certeza de que el camino se llegue a recorrer.

La historia no está escrita, si algo nos han enseñado estas últimas décadas, es que, en democracia nos debatimos permanentemente entre avanzar y retroceder, se la construye o se la destruye, se lucha contra ella o para ella, pero en ella no se está. Es como decía Kant de la moral, "una tarea infinita en la que si no se progresa, se retrocede, pues incluso lo ya ganado ha de reconquistarse cada día".

En ese sentido, los objetivos de los partidos y sindicatos democráticos, interpretando la voluntad del pueblo español, fueron sustancialmente dirigidos a defender la democracia, frente a intentos involucionistas como los del 23 de febrero de 1981.

Quisiera resaltar que cuando se trata de la transición democrática, se habla exclusivamente de la transición política sin citar la sindical que tenía su propia lógica.

Aunque en las crónicas que se hacen de la transición política, no se recoja suficientemente, a mi modo de ver, el papel que desempeñó la UGT y el sindicalismo en general, en la recuperación y consolidación de la democracia en España, creo que ha sido, sin ninguna exageración, esencial.

Los sindicatos fueron elementos cruciales de la transición democrática en el campo económico, social y político; los acuerdos: ABI, julio 1979 (CEOE-UGT); AMI, enero 1980 (CEOE-UGT); Estatuto de los Trabajadores, marzo 1980 (CEOE-UGT), enmarcado en un texto legal que suponía la sustitución de las ordenanzas franquistas por un marco laboral democrático. ANE, junio 1981 (Gobierno-UGT-CCOO-CEOE); AES, octubre 1984 (Gobierno-UGT-CEOE).

A parte del amplio margen que la Constitución Española de 1978 estableció para la actuación sindical, muchos de los demás avances no han sido fruto de la iniciativa política, sino de la negociación de los agentes sociales.

Treinta años de políticas, básicamente de diálogo, de consenso, han facilitado un mayor desarrollo, y con ello un país más libre, más culto y más tolerante.

Un país que, al margen de la lamentable excepción de la lacra del terrorismo, tiene problemas comunes con los otros países de la Unión Europea, si bien es cierto que como los de la precariedad laboral y el paro, siguen siendo mucho más lacerantes.

Nuestra cultura se asienta todavía en la cultura del trabajo sin que en nuestro horizonte generacional quepa vislumbrar alternativas a este inexorable armazón social. Por ello resulta lógico pensar que el crecimiento económico sólo encuentra legitimidad en la creación de empleo y con ello en la prosperidad de la población. La economía no encierra una finalidad propia; se dirige a satisfacer necesidades y objetivos sociales, y es ahí, donde la sociedad necesita debatir sus fines. Para UGT, los objetivos más importantes de la actuación económica, son el pleno empleo, la justa distribución de la riqueza y la mejora de la calidad de vida.

Nicolás Redondo Urbieta

Un incremento del empleo que dependerá, en gran medida, de una política industrial sólida, tecnológicamente avanzada, que será uno de los soportes de llamada nueva economía y de los yacimientos de puestos de trabajo que ésta produzca.

La nueva economía, no es propiamente industrial pero sí su sustento tecnológico, por lo que los esfuerzos en investigación y desarrollo I+D y en educación, tendrán que ser fuertemente potenciados si es que queremos una convergencia real con los países que componen la UE.

Plenamente convencidos de ello, hemos sido ardientes defensores de la integración de España en la que es hoy la Unión Europea. La permanente vinculación que tuvo la UGT en el exilio con el movimiento obrero democrático, fundamentalmente de Europa, es propia del carácter internacionalista que tuvo el sindicato desde su creación. Participó en la CIOSL (Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres), actualmente la mayor confederación sindical del mundo, así como la Confederación Europea de Sindicatos.

Desde la década de los setenta, los cimientos de los sindicatos se han visto conmovidos por los cambios tecnológicos, económicos, socioculturales, etc.

La nueva realidad social, con su pluralidad de formas e irrupción de grupos emergentes, define un panorama diametralmente alejado de algunas tradiciones, que pretenden reducir la categoría de los trabajadores a una clase social homogénea, receptora de respuestas uniformes. Por el contrario, se ha producido una diversificación, incluso disgregación de intereses, que dota de una enorme complejidad el panorama sindical de nuestro entorno.

Los trabajadores actualmente, menos aún en el futuro, ya no responden a un prototipo tipo, como en el pasado fue el obrero - masculino - industrial, con quien nuclear el grueso de la acción sindical. Muy al contrario, en la actualidad, la pluralidad de perfiles laborales es tan variada, que solo recurriendo a la inteligencia se puede evitar la tentación de una respuesta basada en el corporativismo o en la atomización sindical. A ello se añade, haciendo la situación aún más compleja y difusos los perfiles de clase, el que los partidos de izquierdas, socialistas, socialdemócratas, comunistas, han dejado de ser partidos de clase para ser interclasistas.

Ya no se trata de realizar ninguna revolución, sino de la profundización de la democracia. Hoy la diferencia entre la derecha y la izquierda se establece en cuestiones más concretas, no menos importantes, como la distribución de la riqueza, las condiciones de trabajo, la dimensión política y la regulación del mercado por el Estado.

Un reto, no solamente de los sindicatos, sino del conjunto de las sociedades, es la llamada globalización, que ha pasado a un primer plano dando lugar a multitud de libros, seminarios, conferencias, artículos, masivas movilizaciones de protestas, no sólo de los grupos alternativos sino de los propios sindicatos que engrosando estas manifestaciones de protestas, se enfrentan a una economía liberal, que origina un contraste brutal entre la opulencia de unos pocos y la más abyecta pobreza de millones de personas.

Su modelo actual no es el de una fuerza ingobernable, de la naturaleza, ni la plasmación del triunfo de la razón universal, sino la lógica del más fuerte, lo que exige la profunda modificación de su proceso actual por otro aceptable, que suponga la internacionalización de la justicia social.

El año pasado en el congreso de la CIOSL, organización sindical internacional, con más de ciento cincuenta millones de afiliados, de ciento veintitrés países, se exigía frente a la globalización económica, globalización social, frente a un proceso gobernado por un reducido grupo de empresas, plantear la necesidad de la mundialización política cuya esencia no puede ser otra alternativa que la regulación democrática.

Tal como está planteado, el proceso de globalización económica amenaza el Estado de Bienestar, socava los derechos de los trabajadores, incluso en las naciones desarrolladas y constituye un peligro para el medio ambiente. Ello explica el creciente rechazo que suscita. Las organizaciones defensoras de los derechos de los trabajadores tienen una gran tarea por delante para lograr que el comercio internacional, las inversiones, la circulación de capitales, la integración de empresas, todo ello imprescindible para el desarrollo económico y la creación de empleo, se realice dentro de un marco fijado por los poderes democráticos, con respeto a los derechos de los trabajadores y con un especial cuidado en la preservación de la naturaleza que sufre una degradación progresiva.

Estoy convencido de que la UGT afrontará las grandes tareas que tiene por delante con el mismo entusiasmo y determinación con que emprendió hace más de un siglo, la gran aventura de la conquista del Estado de Bienestar que hoy disfrutamos.

Muchas Gracias.


Nicolás Redondo Urbieta


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